Salvador
García Soto / 24 Horas El Diario sin Límites
Nadie se
sorprendió de no ver a Gustavo Madero el sábado en la fiesta de Los Pinos.
Nadie preguntó porque el dirigente del partido del Presidente no estaba entre
los distinguidos comensales que celebraban los 50 años de un Felipe Calderón
que lucía pletórico y contento. Y no le extrañó a nadie la ausencia
porque todos saben que Madero se ha convertido en algo así como la “piedra en
el zapato” para el Presidente en su partido.
Madero no
llegó esta vez a Los Pinos, pero sí llegó aquella primera semana de julio
cuando, recién pasadas las elecciones federales, Calderón lo mandó llamar. En
el despacho presidencial, el mandatario apenas si esperó el saludo inicial para
soltarle a quemarropa al dirigente del PAN: “Oye pues mal los resultados, te
vas a tener que ir”. Pero lejos de asumir el comentario presidencial como una
orden, Madero reviró: “¿Yo? Pero si yo gané todas las posiciones que propuso el
CEN, si quiere revisamos dónde se ganó y dónde se perdió para que se vea quién
realmente perdió”.
Ahí
comenzó un pleito que hoy es ya una pugna abierta por el control del PAN.
Calderón intentaba quitar a Madero para colocar a alguien cercano en la
dirigencia panista y dirigir él tras bambalinas un proceso de reforma del
partido que le permitiera consolidar su fuerza actual y preparar el terreno
para el proyecto futuro de los calderonistas: Margarita Zavala candidata a la
Presidencia en 2018.
Pero
Madero no está en la misma lógica del Presidente; aliado con la ultraderecha
del PAN y algunos otros grupos de consejeros calderonistas decepcionados, el
político chihuahuense tuvo la habilidad de cohesionar al anticalderonismo y hoy
es líder indiscutible de un frente interno en Acción Nacional que, por lo
pronto, ya evitó el avasallamiento de Calderón con una reforma urgente como la
que planteaba el mandatario.
Pocos
creían que Gustavo Madero tuviera esos tamaños políticos pero hoy se encuentra
al tú por tú con el inquilino de Los Pinos. Antes de enfrentarse a Calderón
primero tuvo que sacudirse a Josefina Vázquez Mota que, engallada, llegó a la
oficina del presidente del CEN en los días posteriores a la elección: “Vengo a
decirte que me voy a postular para presidenta del PAN y con mis 12 millones de
votos voy a cambiar la ideología del partido”.
Madero la
desarticuló en tres patadas. Los 12 millones de votos, le dijo, son el voto del
partido y lejos de incrementarlo, disminuyó la votación con tu candidatura, el
PAN siempre será un partido de derecha y si lo que tú quieres es hacer un nuevo
partido, con tus 12 millones puedes hacerlo. Le ofreció una secretaría en el
CEN para arroparla, cosa que indignó a Vázquez Mota, que prefirió irse de
vacaciones por Europa, sobre todo cuando se enteró que Roberto Gil Zuarth, su
coordinador de campaña, estaba ya mucho más cercano a Madero que a ella.
Días
después, cuando ya había roto lanzas con el Presidente, hasta el despacho de
Madero en la sede panista llegaron Germán Martínez Cazares y César Nava,
quienes en calidad de ex dirigentes del PAN pidieron verlo. Sobre el escritorio
le pusieron un documento que era su “propuesta de reforma para la refundación
del partido”. Madero se negó a recibir el documento y cuestionó duramente
a Germán. “Para empezar aquí hay un adeudo de 400 millones de pesos de la época
en que estuviste al frente del CEN; tú fuiste el presidente del partido que más
poder tuvo y qué hiciste con él: perdiste tus elecciones”, le espetó a Martínez
Cazares.
En
público la posición de Calderón y Madero ha sido decir que no están peleados,
aunque sí tienen diferencias sobre el futuro del partido. Pero esas diferencias
son tan profundas que pasan por los planes de control transexenales de Calderón
y la decisión de los ahora maderistas que buscan impedirlo a toda costa.
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