viernes, 24 de agosto de 2012

EL FANATISMO Y LA IMPUNIDAD


Jorge Fernández Menéndez/ Excélsior




No se puede tener ningún tipo de diversión y tampoco está permitido el noviazgo, mucho menos las relaciones sexuales fuera del matrimonio, mismo que arregla la  iglesia. La ropa debe ser apropiada, lo que implica que las mujeres transiten con una versión michoacana de la burka, adecuada a la Tierra Caliente; no se puede ver televisión ni leer periódicos, tampoco jugar futbol. Están prohibidas las escuelas porque son “un instrumento del diablo”. Eso sí, por lo menos hasta 2006, se debía votar por “el partido de los colores de la bandera” en las elecciones. Se trata de la comunidad de Nueva Jerusalén, en Turicato, un municipio michoacano de la Tierra Caliente, que en los últimos días se ha convertido en una noticia internacional porque los miembros de esa comunidad religiosa, que se dice seguidora de la Virgen del Rosario, destruyó e incendió la escuela pública del lugar y agredió a los maestros y padres de familia que quieren que sus hijos reciban algún tipo de educación.
Esta secta, es imposible llamarla de otra forma, marcada por el fanatismo y la intolerancia, no parece diferenciarse de otros movimientos integristas: no han llegado al límite de los talibán en Afganistán que envenenan el agua o la comida de las escuelas donde se aceptan mujeres, pero no les van demasiado a la zaga. En realidad, es una historia de poder: la iglesia, así le llaman, se fundó hace 40 años. Una mujer, Gabina Sánchez, aseguró haber hablado con la Virgen del Rosario, que la habría designado su vidente y le ordenó construir, junto con el cura del lugar, Nabor Cárdenas Mejorada, una comunidad religiosa. Se convirtieron en Mamá Salomé y Papá Nabor.
Desde entonces, desde hace 40 años, las prohibiciones que ahora escandalizan a tantos están vigentes en esa comunidad. Mamá Salomé murió en 1998 y Papá Nabor en 2008, cuando tenía 95 años. Fue sucedido, luego de intensas luchas internas por el control de la comunidad, por Agapito Gómez Aguilar, otro que decía ser vidente. Aseguraba que tenía comunicación directa con el espíritu de Lázaro Cárdenas del Río y ordenaba votar por el PRI, porque era el partido con los colores de la bandera. Lo cierto es que ese acuerdo sirvió para que la comunidad no fuera molestada, a pesar de todos los atropellos denunciados, a lo largo de esas décadas: pero Agapito también murió y lo reemplazó un sacerdote del culto, Antonio Lara, que se hace llamar San Martín de Tours y que, junto con una hija de Agapito tiene actualmente el control de la comunidad. Durante estos años, toda disidencia interna fue eliminada y la justicia nunca ha actuado ni contra Papa Nabor en su momento ni posteriormente contra Agapito ni contra Lara, pese a que los tres tuvieron y tienen en su contra denuncias por secuestro y violación, pero también por tráfico de drogas, en una zona de altísima incidencia criminal.
Todos los que criticaron el liderazgo de estos personajes fueron expulsados de la comunidad y sus viviendas incendiadas. La única escuela que se logró abrir en estas cuatro décadas fue la Vicente Guerrero, la cual fue incendiada en días pasados para evitar que comenzara el ciclo escolar.
Esa es una historia pública, conocida. Pero ninguna autoridad parece decidida a intervenir. En el gobierno del estado dicen que tienen que dialogar entre las partes, entre los seguidores de San Martín de Tours y los llamados laicos (que son unos 300 de una comunidad de unas tres mil personas). En la SEP dicen que es un conflicto religioso y no educativo. El tema debe recaer entonces en Gobernación que, a su vez, sostiene, con razón, que debe intervenir el gobierno del estado que evidentemente no quiere hacerlo. La Iglesia católica, y en esto tiene razón, dice que no puede hacer nada porque se trata de un movimiento cismático que hace años fue expulsado de su seno.
El hecho es que nadie se hace responsable y, como sucede en muchos ámbitos, simplemente cuando un grupo ejerce la fuerza no pasa nada. No puede ser, no se puede permitir tanta impunidad, no podemos tener enclaves integristas, fanáticos, intolerantes, con conexiones tan oscuras, sin que pase nada, no puede imponerse la ignorancia.
Renovación en Tamaulipas
Tamaulipas fue uno de los estados en que no ganó Peña Nieto la elección del 1 de julio. En realidad no podía ganarla: pese a los enormes esfuerzos del gobierno de Egidio Torre Cantú para renovar sus fuerzas de seguridad es un estado al que azota el crimen organizado; donde sus dos últimos gobernadores están cuestionados; donde desde el centro se impulsó a candidatos que son parte del pasado, como el ex gobernador Manuel Cavazos Lerma. Era inevitable que se dieran cambios. Por lo pronto se ha dado un primer paso: el 1 de septiembre dejará la secretaría de Gobierno Morelos Canseco, un político de vieja escuela, y Egidio designó en su lugar a Felipe Solís Acero, un hombre joven, especialista en temas electorales y políticos, cercano a Manlio Fabio Beltrones y a Enrique Peña Nieto. Habrá más.

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