Jorge Fernández Menéndez/
Excélsior
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No se
puede tener ningún tipo de diversión y tampoco está permitido el noviazgo,
mucho menos las relaciones sexuales fuera del matrimonio, mismo que arregla
la iglesia. La ropa debe ser apropiada, lo que implica que las mujeres
transiten con una versión michoacana de la burka, adecuada a la Tierra
Caliente; no se puede ver televisión ni leer periódicos, tampoco jugar futbol.
Están prohibidas las escuelas porque son “un instrumento del diablo”. Eso sí,
por lo menos hasta 2006, se debía votar por “el partido de los colores de la
bandera” en las elecciones. Se trata de la comunidad de Nueva Jerusalén, en
Turicato, un municipio michoacano de la Tierra Caliente, que en los últimos
días se ha convertido en una noticia internacional porque los miembros de esa
comunidad religiosa, que se dice seguidora de la Virgen del Rosario, destruyó e
incendió la escuela pública del lugar y agredió a los maestros y padres de
familia que quieren que sus hijos reciban algún tipo de educación.
Esta
secta, es imposible llamarla de otra forma, marcada por el fanatismo y la
intolerancia, no parece diferenciarse de otros movimientos integristas: no han
llegado al límite de los talibán en Afganistán que envenenan el agua o la
comida de las escuelas donde se aceptan mujeres, pero no les van demasiado a la
zaga. En realidad, es una historia de poder: la iglesia, así le llaman, se
fundó hace 40 años. Una mujer, Gabina Sánchez, aseguró haber hablado con
la Virgen del Rosario, que la habría designado su vidente y le ordenó
construir, junto con el cura del lugar, Nabor Cárdenas Mejorada, una
comunidad religiosa. Se convirtieron en Mamá Salomé y Papá Nabor.
Desde
entonces, desde hace 40 años, las prohibiciones que ahora escandalizan a tantos
están vigentes en esa comunidad. Mamá Salomé murió en 1998 y Papá Nabor
en 2008, cuando tenía 95 años. Fue sucedido, luego de intensas luchas internas
por el control de la comunidad, por Agapito Gómez Aguilar, otro que
decía ser vidente. Aseguraba que tenía comunicación directa con el espíritu de Lázaro
Cárdenas del Río y ordenaba votar por el PRI, porque era el partido con los
colores de la bandera. Lo cierto es que ese acuerdo sirvió para que la
comunidad no fuera molestada, a pesar de todos los atropellos denunciados, a lo
largo de esas décadas: pero Agapito también murió y lo reemplazó un
sacerdote del culto, Antonio Lara, que se hace llamar San Martín de
Tours y que, junto con una hija de Agapito tiene actualmente el control
de la comunidad. Durante estos años, toda disidencia interna fue eliminada y la
justicia nunca ha actuado ni contra Papa Nabor en su momento ni
posteriormente contra Agapito ni contra Lara, pese a que los tres
tuvieron y tienen en su contra denuncias por secuestro y violación, pero
también por tráfico de drogas, en una zona de altísima incidencia criminal.
Todos los
que criticaron el liderazgo de estos personajes fueron expulsados de la
comunidad y sus viviendas incendiadas. La única escuela que se logró abrir en
estas cuatro décadas fue la Vicente Guerrero, la cual fue incendiada en días
pasados para evitar que comenzara el ciclo escolar.
Esa es
una historia pública, conocida. Pero ninguna autoridad parece decidida a intervenir.
En el gobierno del estado dicen que tienen que dialogar entre las partes, entre
los seguidores de San Martín de Tours y los llamados laicos (que son unos 300
de una comunidad de unas tres mil personas). En la SEP dicen que es un
conflicto religioso y no educativo. El tema debe recaer entonces en Gobernación
que, a su vez, sostiene, con razón, que debe intervenir el gobierno del estado
que evidentemente no quiere hacerlo. La Iglesia católica, y en esto tiene
razón, dice que no puede hacer nada porque se trata de un movimiento cismático
que hace años fue expulsado de su seno.
El hecho
es que nadie se hace responsable y, como sucede en muchos ámbitos, simplemente
cuando un grupo ejerce la fuerza no pasa nada. No puede ser, no se puede
permitir tanta impunidad, no podemos tener enclaves integristas, fanáticos,
intolerantes, con conexiones tan oscuras, sin que pase nada, no puede imponerse
la ignorancia.
Renovación
en Tamaulipas
Tamaulipas
fue uno de los estados en que no ganó Peña Nieto la elección del 1 de
julio. En realidad no podía ganarla: pese a los enormes esfuerzos del gobierno
de Egidio Torre Cantú para renovar sus fuerzas de seguridad es un estado
al que azota el crimen organizado; donde sus dos últimos gobernadores están
cuestionados; donde desde el centro se impulsó a candidatos que son parte del
pasado, como el ex gobernador Manuel Cavazos Lerma. Era inevitable que
se dieran cambios. Por lo pronto se ha dado un primer paso: el 1 de septiembre
dejará la secretaría de Gobierno Morelos Canseco, un político de vieja
escuela, y Egidio designó en su lugar a Felipe Solís Acero, un
hombre joven, especialista en temas electorales y políticos, cercano a Manlio
Fabio Beltrones y a Enrique Peña Nieto. Habrá más.
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