Jesús Alberto Cano Vélez (*) / Excélsior
En materia económica, el neoliberalismo insiste en que es
al mercado y no al gobierno al que le corresponden las grandes decisiones
relacionadas con la producción y oferta de alimentos, pero como en todo, los
extremismos y la carencia de sentido común resultan ser malos consejeros.
De ahí que hoy tenemos un gravísimo problema de abasto de
huevo, maíz, trigo y otros productos alimenticios, por la falta o insuficiencia
de producción interna.
Las tesis económicas fundamentales aconsejan que cada
país debe producir las cosas en las que goza de condiciones favorables
-climáticas, hídricas, tierras, conocimientos y otras- e importar de otros
países todo lo demás.
En materia de los productos básicos para nuestra dieta
alimenticia -como maíz, trigo, oleaginosas, etc.- ha existido en México,
desde siempre, un nutrido debate en que sobresalen los extremos: De un lado,
“soberanía alimentaria”, que sostiene que debemos producir todo lo
básico que necesitamos; mientras que la tesis contraria insiste en el alto
costo de esa política, habiendo un nutrido comercio internacional donde se
pueden comprar esos bienes, para luego importarlos e integrarlos a la oferta
interna.
En el pasado operó una política de producir lo más
posible con nuestra capacidad interna y el resto importarlo, como complemento,
de manera que el problema se circunscribía a definir qué tanto esfuerzo se
justificaba para producir internamente parte de esos bienes; y para lograr eso,
y a la vez ofrecer empleos a nuestros campesinos, se creó todo un entramado de
bancos de desarrollo y fideicomisos financieros de fomento para las actividades
agropecuarias.
La oposición de la banca privada, por lo que consideraba
competencia desleal y algunas ineficiencias y corruptelas en la banca de
desarrollo, dio al traste con ese esquema y desaparecieron los bancos de
desarrollo, dejando a inmensos segmentos del campo mexicano sin recursos
crediticios y, por tanto, sin producir bienes agrícolas.
*
* *
Ahora surgió la crisis agropecuaria en los mercados
internacionales. Sufrimos lo
que muchos temíamos, depender del exterior para nuestra dieta básica. Surgieron
sequías e inundaciones en los países productores de los bienes alimenticios y
los mercados internacionales se estrecharon: en Estados Unidos, Rusia,
Argentina, Canadá y demás países productores de nuestra dieta. Y nosotros sin
capacidad alguna de proveer parte importante de esos granos, como el maíz, el
frijol, el trigo y las oleaginosas.
Y para acabar, ya no tenemos “banca de desarrollo”
que merezca ese nombre y que tenga la capacidad de financiar y asesorar a los
hombres del campo. Así que la banca comercial y las estructuras
burocráticas: nomás “milando”.
* * *
Y ahora Los Huevos. En ese terreno México perdió toda capacidad de instrumentar una
acción coordinada, bien hecha y efectiva para atender el problema. Y el
mercado quedó nomás “milando”.
Hace dos meses Jalisco -principal Estado en la
producción de huevos- reportó que estaba sufriendo una plaga que había
infectado a las gallinas, ponedoras de la principal fuente de proteínas para el
segmento pobre del pueblo, y también necesarias como complemento en múltiples
otros productos alimenticios, como el pan. Y la Secretaría de Economía se
quedó nomás “milando”.
No fue sino hasta ahora, que los precios del huevo casi
triplicando sus niveles normales anteriores, que se convirtió en una necesidad
política urgente a resolver, lo que debió haber sido perfectamente previsible.
Mientras tanto, salvo por las acciones socialmente sensibles de los gobiernos
del Distrito Federal y de Veracruz, la instancia federal se quedará nomás
milando hasta que las fuerzas del mercado respondan a las importaciones
--ahora urgentes-- de Huevos.
* * *
Esta columna ha sido constantemente insistente en la
necesidad de que el Estado mexicano tome cartas en la responsabilidad de la
economía, hasta donde pueda, para promover los intereses de la sociedad
mexicana, especialmente la de los segmentos pobres. El mercado con frecuencia
necesita una ayudadita para que las cosas salgan mejor. Nomás hay que evitar
excesos e ineficiencias.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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