miércoles, 22 de agosto de 2012

REFLEXIONES SOBRE LA INFLACIÓN


Alejandro Villagómez / El Universal
Durante las últimas semanas se ha generado cierta preocupación sobre la evolución reciente de la inflación en el país. El reporte para julio señala que, por tercer mes consecutivo, esta variable muestra un aumento en su valor anualizado para ubicarse en 4.42%. Sin embargo, es importante destacar la diferencia que se registra entre el componente subyacente y el no subyacente. Sólo para recordar algunas de las cifras tenemos que la inflación subyacente hasta julio es del 3.59% mientras que la no subyacente es de 7.30%. En este último componente destaca el índice referido a productos agrícolas el cual alcanza un valor de 11.27%. Hay que recordar que las variaciones en los precios de estos últimos productos reflejan una alta volatilidad estacional. En todo caso, la preocupación reside en saber si esta tendencia alcista continuará y cuál será la reacción de la autoridad.
Aprovechando este evento, quiero regresar a uno de los objetivos originales de mi incursión en los medios con esta columna y mi Blog, que es el de contribuir a un mejor entendimiento de los fenómenos económicos y su difusión para un público más amplio. En esta ocasión quisiera recordar nuevamente algunos conceptos que pueden ayudar a entender la dinámica de un proceso inflacionario y, de esta forma, tener un contexto para el punto en cuestión.
De forma general pensemos que la dinámica de un proceso inflacionario puede ser explicada por tres componentes: a) choques por el lado de demanda; b) choques cuyo origen está en la oferta y c) un componente que denominamos expectativas inflacionarias.
El primer componente refleja desajustes cuyo origen se ubica en el comportamiento de la demanda agregada del mercado. Por ejemplo, esto puede ocurrir cuando la economía se encuentra inmersa en un proceso acelerado de crecimiento por arriba del ritmo “óptimo” o lo que llamamos “producto potencial”. Es cuando decimos que la economía se sobrecalienta. En este caso el acelerado gasto privado y/o público genera presiones alcistas en los precios. Este componente se captura con la diferencia entre el nivel de actividad actual y el “óptimo” o potencial, que llamamos la brecha del producto. Mi ejemplo se refiere a una brecha positiva. Este no es el caso actual de nuestra economía. Con la recesión reciente la brecha se tornó negativa y aunque el Banco de México ha señalado que se está cerrando esta brecha, aún no se considera que existan presiones por este lado, como ellos mismos lo han puntualizado.
El segundo componente refleja choques por el lado de la oferta, generalmente afectando los costos de producción de las empresas. Por ejemplo, un aumento salarial (por arriba un nivel técnicamente justificable) o el aumento en el precio internacional de algún insumo crucial para nuestros procesos productivos. Esta presión en costos termina reflejándose en los precios finales al consumidor, aunque no necesariamente en la misma proporción, lo cual depende de las estructuras de mercado particulares. Este elemento lo capturamos como una variable “estocástica” o sorpresiva y por eso le llamamos un choque. Este componente sería relevante en la actualidad. El aumento en el precio internacional de diversos alimentos que son insumos importantes en la producción de diversos bienes termina afectando los costos de los productores. Sin embargo, quiero insistir que no necesariamente afecta en la misma proporción y depende de las características de los mercados en la cadena productiva relevante y su participación en la estructura de costos. Algunos productores podrán transferir estos aumentos a sus precios finales mientras que otros tendrán que absorberlos. Por cierto, una depreciación importante del peso encarece las importaciones, que en muchos casos son insumos, por lo que juega a favor de mayores presiones inflacionarias.
Finalmente, el tercer componente trata de capturar lo que piensan los individuos sobre el comportamiento futuro de la inflación de acuerdo a la información con la que cuentan en ese momento y su interpretación de cómo funcionan esos procesos económicos. Este es un componente muy complicado porque no es fácil de medir y muchas veces poco conocemos sobre él. En la teoría económica existen diversas hipótesis para modelar esta variable, algunas muy técnicas para explicarlas acá. Sin embargo, este puede ser el componente más peligroso ya que puede provocar dinámicas inflacionarias explosivas. En general, la autoridad monetaria trata de influir sobre estas expectativas, buscando que los individuos las mantengan en el nivel que la misma autoridad ha fijado como meta inflacionaria.
En la teoría monetaria moderna se sugiere que la autoridad reaccione frente a choques de demanda, no así en el caso de choques de oferta, a menos que éstos últimos afecten negativamente a las expectativas inflacionarias. En este contexto, la inflación reciente en nuestro país se explica, excluyendo los componentes estrictamente estacionales, en gran parte por choques de oferta derivados de aumentos en los precios externos de alimentos y energéticos. Es cierto que hay que agregar el problema reciente del huevo, aunque en principio se espera sea temporal.
En su mayoría es un problema de choques de oferta, por lo que en principio no debiera esperarse una reacción de la autoridad moviendo su instrumento (tasa de referencia). Sin embargo, el principal riesgo se encuentra en el comportamiento de las expectativas, y como he mencionado, este elemento es más complicado. Por el momento no parecen haber indicios de cambios significativos en esta variable, por lo que no se justificaría un aumento en tasas. En todo caso, la autoridad monetaria deberá mantener un seguimiento puntual de lo que ocurra en las próximas semanas.

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