Samuel García / 24 Horas El Diario sin Límites
Es
notable la escasa o nula atención que se le presta a la relación bilateral
entre México y Canadá. Poco o casi nada se dice desde el gobierno o desde el
sector privado, se investiga en la academia, o se escribe en la prensa sobre el
“otro” socio comercial de México en el Tratado de Libre Comercio de
Norteamérica (TLCAN).
Un
tratado comercial trilateral que más bien parece circunscribirse a un par de
relaciones bilaterales entre México-Estados Unidos y Canadá-Estados Unidos. Sin
embargo, el círculo de esta sociedad tripartita no se cierra por la ausencia de
interés mutuo entre México y Canadá.
El hecho
público que más se recuerda en los últimos años de la relación entre México y
Canadá es un contrasentido para cualquier pretendida sociedad y describe
gráficamente la situación que impera: Las quejas de los visitantes mexicanos en
la embajada canadiense de la Ciudad de México por la imposición de visa para
aquellos que quieran ingresar al país de la hoja de maple.
Se puede
decir que hasta ahora los gobiernos de Canadá y México han formado un
matrimonio de apariencia, sólo para lograr el salvoconducto hacia el mercado de
Estados Unidos, pero sin mayores intereses que potencien una relación duradera.
Dicho
descarnadamente, y parafraseando a los autores, esa es la principal crítica que
se encuentra en el artículo “La relación entre Canadá y México. Una perspectiva
empresarial” escrito por el empresario Carlos Eduardo Represas y el
economista Óscar Vera y que se publica en el libro Canada Among
Nations, 2011-2012 patrocinado por la Norman Paterson School of
International Affairs y la Universidad de Carleton, Canada.
La
crítica al olvido de la relación bilateral desde las esferas gubernamentales no
es más que una llamada de atención al enorme potencial que sigue esperando a
ser atendido. Como lo describen Represas y Vera, la “relación comercial y de
inversión se encuentra aún muy por debajo de su potencial como economías
naturalmente complementarias”.
Pero a
pesar del olvido de gobiernos y organismos empresariales, los negocios se han
dado a contrapelo. “El comercio bilateral se ha incrementado a una tasa
promedio anual de 12.5%, alcanzando 30 mil millones de dólares estadunidenses
en el año 2010, lo que se ha traducido en que los dos países sean el tercer
socio comercial en importancia para el otro”.
Sin
embargo, la distancia entre México y Canadá no se mide en kilómetros sino en
oportunidades perdidas para ambos en áreas tan vastas y diversas como la
energía, minería, turismo, manufactura, logística, outsourcing, tecnología
ambiental, ingeniería e investigación que los autores identifican como áreas
con “un buen potencial de complementación”.
Si la
intención es caminar hacia la conformación de un mercado común en Norteamérica
que incremente la competitividad de las tres economías en el entorno global, el
camino pasa por posicionar en la agenda política de México y Canadá lo benéfico
que resulta para ambos países el fortalecimiento estratégico de sus nexos
comerciales y de inversión, cuando ambos tienen a Estados Unidos como el socio
comercial dominante de la región.
En el
artículo de Represas y Vera hay una hoja de ruta para que el nuevo gobierno
repiense el potencial político y económico que tiene México con el hasta ahora
socio olvidado del TLCAN.
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