José Roberto Arteaga / El Financiero
Prestan
poco y cobran altas tasas de interés por sus préstamos. Muchas veces,
son la única opción de crédito para más de 50 millones de personas sin
acceso a la banca. Hasta hoy, nadie puede controlar sus abusivos cobros.
Son las casas de empeño. Conócelas.
Mario tiene 28 años y es camarógrafo independiente. El sábado 5 de
agosto ya no pudo esperar más: le urgía conseguir dinero para comprar un
equipo de edición indispensable para su trabajo. La única opción que
encontró fue empeñar una cámara digital y una computadora, por las que
hace 2 años había pagado 19,000 pesos.
La casa de empeño a
la que acudió sólo le prestó 2,200 pesos. Para recuperar sus
pertenencias, Mario debía pagar 2,735.92 pesos, es decir, 535.92 pesos
más. Así, le cobraron un interés mensual de 24.36%, lo que significaba una tasa anual de 292.32%. De tardarse un año en recuperar sus prendas, Mario podría terminar pagando casi tres veces lo que recibió de préstamo.
Para
saber qué tan caro es el crédito que pagará Mario, sólo basta decir que
la tasa promedio de una tarjeta de crédito es de 24% anual.
Aunque se trata de uno de los créditos más costosos que hay en el país, cada vez existe más demanda de usuarios, tanta que hoy existen en México 6,500 casas de empeño, entre instituciones privadas (90%) y de asistencia pública (10%), mientras hace 15 años sólo eran 40.
¿Por
qué si esta tan caro, la gente sigue pidiendo préstamos a las casas de
empeño? La respuesta es más sencilla de lo que parece: en México, más de
la mitad de la población, alrededor de 50 millones de personas, no tiene acceso a una cuenta bancaria y, por lo tanto, no puede acceder a un crédito de alguna institución financiera.
“La
actividad que realizan las casas de empeño privadas son esa opción que
un gran número de familias, sobre todo de escasos recursos, tienen a la
mano para poder aprovechar su patrimonio (prendas) para hacer frente a
sus necesidades”, dice Adolfo Vélez, presidente de la Asociación Nacional de Casas de Empeño (Anace).
Pero
no todos comparten el punto de vista del líder de las casas de empeño.
“En lugar de que te resuelvan de fondo el problema, simplemente te
condenan a que sigas ahí con los refrendos y que sigas pagando los
intereses o que pierdas la prenda”, dice Francisco Rosete Ramírez,
presidente de Pro Consumidores, una asociación civil que trabaja en defensa de los consumidores.
Piedad y misericordia
El
nacimiento de las casas de empeño se remonta a la Europa Medieval,
cuando fueron creadas con el propósito de apoyar a la población más
pobre bajo los principios de “piedad y misericordia” para este sector de
la población.
En nuestros días, las casas de empeño son
instituciones o empresas que prestan dinero a la gente a cambio de una o
varias prendas que se quedan en garantía, y que para ser recuperadas,
los usuarios deben de pagar un tasa de interés mensual.
Este
negocio es factible en el país “porque tenemos millones de mexicanos
ocupándose en la economía informal, que no tienen acceso a una fuente de
crédito”, opina Raymundo Tenorio Aguilar, director de la
carrera de Economía de la Escuela de Negocios del Tecnológico de
Monterrey (Tec de Monterrey), campus Santa Fe.
La demanda
de la población de estos servicios ha hecho que este negocio crezca al
pasar del tiempo, y de contar sólo con 40 puntos de empeño hace 15 años,
el mercado se encuentra en este momento integrado por 6,500 casas de
empeño que encuentran su mayor bonanza durante 3 periodos anualmente:
los primeros días de enero, el periodo de Semana Santa y el regreso a
clases (que se da a lo largo de agosto).
En estos
periodos los usuarios obtienen en promedio, por cada empeño, montos que
van desde los 50 pesos, aunque el mayor número de operaciones son de
entre 1,000 y 1,500 pesos, con prendas como joyas de oro, relojes,
productos electrónicos, así como electrodomésticos y vehículos
automotores.
A pesar de lo controvertida que
puede ser esta actividad, por aprovechar la necesidad económica de la
población para hacer negocio, la “función social” del préstamo prendario
es defendida por el líder de la Anace: “Las casas de empeño son el
último eslabón que existe en México con que dispone la sociedad para
atender a millones de mexicanos que no son atendidos por nadie”.
Mario es uno de 15 millones de mexicanos que acuden anualmente a solicitar los servicios de alguna casa de empeño.
Al no tener el tiempo ni apoyo de un banco para adquirir un crédito,
visitó 3 casas de empeño para comparar los préstamos que le ofrecían.
Mario se decidió a empeñar su cámara fotográfica y su computadora en un
local ubicado en la calle de Havre, en la colonia Cuauhtémoc.
Su
experiencia no fue muy grata. “Noté mucha indiferencia, y es que juegan
un poco con la necesidad de la gente, como vas con una necesidad
económica vas con cierta pena… Te hacen sentir que te están haciendo un
favor.”
Bolsillos que palidecen
Los costos de las tasas de interés son otro factor que hace palidecer el bolsillo de los que empeñan, ya que algunas empresas llegan a cobrar en promedio una tasa de interés anual de hasta 257%, mientras que las de asistencia privada alcanzan 120%, de acuerdo con una investigación elaborada por Pro Consumidores y datos de Profeco.
A
pesar de las altas tasas de interés que llegan a cobrar algunas casas
de empeño (la tasa promedio de las tarjetas de crédito es de 24% anual),
este sector no cuenta con ninguna regulación o supervisión que impida
cobros abusivos.
Por ello, la principal recomendación a
los usuarios es que busquen la “mejor opción” entre las compañías que
ofrecen sus servicios, tomando en cuenta el monto que ofrecen por la
prenda y la tasa de interés que cobran, ya que muchas veces se suman
otros gastos que no están plenamente identificados, como son los costos
de seguros o almacenaje, dice Aarón Jiménez Paz, subprocurador de
Servicios de la Profeco.
También las empresas informales,
aquéllas que no han presentado su contrato de adhesión con la
Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), aprovechan el auge de
este negocio.
Actualmente, se calcula que del
total de casas de empeño existentes, 20% no se encuentran dentro del
marco regulatorio ni están inscritas en alguna asociación de este
sector.
Esto ha traído como consecuencia el abuso
del sector informal sobre los consumidores, ya que en muchos casos no
se respetan las cláusulas del contrato entre los prestadores del
servicio y los usuarios.
Esta situación pone a Mario y a
otros solicitantes del servicio, en el peligro de prender sus prendas
por no encontrarse en el mapa de supervisión de la Profeco y de
asociaciones como la Anace.
Por una relación justa
Con
el propósito de inhibir los abusos contra los usuarios, el máximo
organismo de defensa de los consumidores en el país ha establecido en
los últimos años dos decálogos entre los proveedores de las casas de empeño y los consumidores con el fin de establecer una relación justa entre ambos.
Pero
los esfuerzos tratan de ir más allá de las buenas intenciones de la
Profeco y las asociaciones de las casas de empeño. En la LXI
Legislatura, el senador Dante Delgado y otros legisladores presentaron
la iniciativa con proyecto de decreto por el que se expide la Ley Federal que Regula las Casas de Empeño.
El
documento es una propuesta para fijar reglas, procedimientos,
responsabilidades y sanciones a las casas de empeño, aunque también hace
particular énfasis en fijar un monto máximo en el pago de intereses que
cobran los negocios de empeño.
“Desafortunadamente no hay
forma de regular el mercado con un precio tope de tasa de interés
porque justamente lo que justifica la libre concurrencia es una
autorregulación, y créeme que ya hay condiciones para que se autorregule
el mercado y bajen esas tasas de interés”, opina Raymundo Tenorio, del
Tec de Monterrey.
Hoy, la iniciativa se encuentra en un
proceso de espera para que sea votada en la próxima legislatura, que
inicia el 1 de septiembre de este año, por lo que aún nada está dicho en
este momento.
“A mí, me pagas…”
Por el momento, el negocio continúa a pesar de la quejas. Hasta mayo de este año,
la Profeco ha recibido cerca de 550 quejas contra negocios de empeño,
mientras que en 2011 registró 1,197 quejas, con un porcentaje de
conciliación de 85%.
Las casas de empeño “son y
seguirán siendo un bien necesario para que la gente que no está en un
esquema de bancarización o formalización de acceso al crédito pueda
entregar prendas a cambio de liquidez”, asegura Tenorio Aguilar del Tec
Monterrey, Santa Fe.
Los orígenes de las casas de empeño
difieren hoy de la realidad del negocio. Francisco Rosete, de Pro
Consumidores, lo dice de una forma simple: “Aquélla idea de que
esto nació con una visión de misericordia, piedad y humanismo, se ha
convertido en una actividad a ultranza lucrativa: 'a mí me debes, a mí
me pagas'”.
Mario, por el momento ha decidido que
no volverá a empeñar más bienes de los que posee, y espera recuperar
los que ahora se encuentran en la bóveda de la casa de empeño de la
calle Havre. Se queda con una nueva lección que aprendió de esta
vivencia: “Es una mala experiencia, es vergonzoso, es cansado, tedioso
y, finalmente, te entregan una miseria de dinero”.
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