jueves, 30 de agosto de 2012

"LA DOCTRINA OBAMA" Y NOSOTROS


Lorenzo Meyer / Reforma
PREGUNTA
¿Los dos "asesores norteamericanos" que fueron emboscados el pasado día 24 iban realmente a dar clases de tiro a un grupo de infantes de Marina mexicanos en Xalatlaco? ¿Es que los mexicanos graduados en la Antón Lizardo realmente necesitan de norteamericanos para enseñar a disparar a su tropa? ¿Los atacantes eran policías que se volvieron contra los asesores como ocurre en Afganistán? ¿Se trataba de la CIA buscando a El H, líder de narcotraficantes? (Proceso, 26 de agosto, Reforma y La Jornada, 26 y 27 de agosto). Para evaluar la falta de claridad del incidente y sus implicaciones, hay que tener un marco de análisis mayor.
LA VENTAJA TECNOLÓGICA
Dado que el grueso del trato de México con el exterior está directa o indirectamente determinado por nuestra relación con Estados Unidos, casi todas las decisiones que toma ese país frente al exterior son de nuestra incumbencia. Y hay que entender cómo está cambiando "el estilo americano de hacer la guerra".
En el país del norte se está llevando a cabo una discusión sobre las posibilidades de explotar la tecnología para minimizar la exposición de sus soldados al contacto directo con el enemigo y maximizar el daño que se les haga a estos. Ese tipo de discusión pudiera parecer ajeno a la naturaleza de las actuales relaciones mexicano-americanas, pero quizá no.
SU SEGURIDAD NOS INCLUYE
Desde el siglo XIX Estados Unidos consideró a México parte de su zona de influencia y de seguridad. Por ello, y en cuanto acabó en 1865 su conflicto de secesión, Washington le hizo saber a Napoleón III que debía retirar sus tropas de México sin tardanza. Durante la Revolución Mexicana, Estados Unidos impuso su "agenda mexicana" a las potencias europeas y durante la primera y segunda guerras mundiales, actuó para frustrar los proyectos de sus enemigos en nuestro país. Para Washington México fue un frente más de la guerra fría, aunque uno relativamente tranquilo. Hoy, el enemigo externo de Estados Unidos es el terrorismo y por eso le preocupa que en su larga frontera con México los cárteles del narcotráfico campeen a su gusto. Para el departamento de Homeland Security o para el Comando Norte del Pentágono -cuya área de responsabilidad incluye a Canadá, México y parte del Caribe-, el crimen organizado mexicano es una preocupación.
EL NUEVO TIPO DE GUERRA
Recién llegado al poder, el presidente Barack Obama recibió el Premio Nobel de la Paz porque en su discurso inicial se comprometió a alejarse del fervor intervencionista unilateral de su antecesor que culminó con las invasiones de Irak y Afganistán. Obama, por el contrario, propuso hacer énfasis en el multilateralismo y salirse lo más rápido posible de esos dos países invadidos que, en nueve años, le han costado a Estados Unidos más de 6 mil muertos, alrededor de 50 mil heridos y 1.3 billones de dólares, más otro tanto que deberá gastar antes de concluir sus "guerras sin victoria" (http://icasualties.org/, Roger Cohen, The New York Times, 20 de agosto). Sin embargo, el otro lado de la moneda de esa política es el nuevo estilo de guerra en Afganistán. La ocupación de ese país debe concluir en 2014 pero, mientras tanto, continuará, con un énfasis en las ventajas tecnológicas.
Ese énfasis consiste hoy en una campaña incesante contra los núcleos de Al Qaeda en Afganistán e incluso en territorio del supuesto aliado que es Pakistán, y que depende básicamente en la información de inteligencia obtenida mediante instrumentos de alta tecnología y ataques con drones, es decir, con aviones sin piloto que lo mismo fotografían que bombardean con precisión y que son dirigidos desde centros de comando instalados a miles de kilómetros del objetivo. La acción más notable de este tipo de guerra fue el asesinato de Osama bin Laden en Pakistán. Esa operación requirió de drones, helicópteros y "Navy Seals". En lo fundamental, la operación fue un trabajo de inteligencia y de monitoreo a distancia y del que no se informó nunca a Pakistán.
Lo que David E. Sanger y otros han bautizado como la "Doctrina Obama" (Confront and conceal: Obama's secret wars and surprising use of American power, 2012) tiene como punto de partida que, en lo posible, Estados Unidos evitará las costosas guerras tradicionales que involucren miles de efectivos y gastos que agravan un déficit ya de por sí enorme e insostenible. La nueva guerra es básicamente cibernética y lo mismo desarrolla y usa un virus que arruina las computadoras de los equipos de centrifugación de las plantas nucleares de Irán, que efectúa operaciones de comandos en Somalia, Yemen o Pakistán y que dispara un cohete en medio de un grupo sospechoso que cruza un paso montañoso entre Pakistán y Afganistán -entre 2004 y 2011 se reportaron al menos 283 de estos ataques (Joseph Lelyveld, The New York Review of Books, 16 de agosto, 2012, y Zubair Shah y David Rohde, en Foreign Policy. Edición mexicana, junio-julio, 2012).
Es en la capacidad de lo cibernético para recabar inteligencia y atacar desde lejos, donde hoy reside la ventaja comparativa de Estados Unidos frente al resto de los ejércitos. En esta guerra relativamente barata en términos de dólares (es verdad que los drones pueden costar hasta un millón de dólares y requerir de un equipo de apoyo de más de un centenar y medio de personas de apoyo, pero los hay menos caros; la Armada mexicana ya construye los suyos), las bajas sólo son las del enemigo, no de los norteamericanos y, al menos por ahora, es directamente el presidente Obama quien decide si se ataca o no un blanco. Todo esto hace a la nueva guerra políticamente muy atractiva para la Casa Blanca, sobre todo porque al público norteamericano le molestan muy poco las implicaciones de violar la soberanía de otros países, como la de Pakistán, las muertes de inocentes -el "daño colateral" que tan bien conocemos en México- si eso se traduce en cero bajas de su lado. Y es justamente aquí donde surge la relación entre la nueva tecnología, la "Doctrina Obama", los cárteles mexicanos del narco y la soberanía.
¿UN OSAMA BIN LADEN MEXICANO?
De acuerdo con lo reportado por Proceso el 12 de agosto y basado en fuentes militares anónimas, el gobierno norteamericano ya le propuso a Felipe Calderón llevar a cabo una operación similar a la que eliminó a Osama bin Laden, para terminar con el narcotraficante más famoso del mundo: Joaquín El Chapo Guzmán. Ahora bien, para asegurar el éxito de esa operación para supuestamente debilitar a un poderoso cártel que penetra la frontera norteamericana a voluntad para introducir drogas, toda ella deberá ser exclusivamente norteamericana. Se haría como en Pakistán, en 15 minutos, e incluidos los Navy Seals, aunque sería diferente en un punto: México tendría que dar su consentimiento previo. Según Proceso, Calderón sí aceptó la propuesta pero no el Ejército ni la Armada.
De confirmarse lo anterior, la propuesta norteamericana implica que la inteligencia de Estados Unidos ya tiene localizado a El Chapo, que lo puede rastrear a voluntad, como a todo buen objetivo de la ciberguerra, pero que ha decidido no compartir la información con las autoridades mexicanas porque desconfía de ellas, más o menos como hoy desconfía de sus "aliados" pakistaníes o afganos.
Eliminar a El Chapo quizá fragmentaría al cártel de Sinaloa pero no necesariamente lo eliminaría ni mucho menos al narcotráfico. Lo que sí es seguro -y quizá por eso la oposición de Sedena y de la Semar- es que se habría dado un paso más en el debilitamiento de la soberanía mexicana. Durante la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes mexicanos tenían todo el interés en colaborar con Estados Unidos para derrotar al Eje pero no al precio de dejar que el Ejército o la Armada de Estados Unidos se manejaran solos en México. Los puestos de radar que Estados Unidos construyó entonces en Baja California fueron posibles porque México logró que su operación fuera conjunta y que el personal militar norteamericano en México no estuviera armado.
A la luz de un supuesto "sentido práctico" podría concluirse que hoy es aceptable que los norteamericanos se hicieran cargo de eliminar a los capos narcotraficantes, monstruos que en buena medida ellos contribuyeron a crear. Sin embargo, las implicaciones políticas de dejarles usar la fuerza en México, según su iniciativa, irían contra nuestro interés nacional de largo plazo, incluso sí, como en Huitzilac, les acompaña un mexicano.
Abrir aquí la puerta a la "Doctrina Obama" para eliminar narcotraficantes tendría ventajas inmediatas pero sería (¿es?) un error histórico: cambiaríamos lo que queda de soberanía por un plato de lentejas.

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