La UE es
como una orquesta sinfónica sin director ni partitura
Salvar
solo el euro puede ser sinónimo de euroestacamiento
Es difícil encontrar mayor impericia profesional
que la que muestran las autoridades europeas
Antón Costas / El País
El
profesor Fabián Estapé, mi maestro en la Universidad de Barcelona, acostumbraba
a advertirme contra los riesgos de la falta de profesionalidad. En una ocasión
ilustró ese temor con un ejemplo muy de su estilo. Si alguna vez te atracan, me
dijo, no te resistas, pero pregúntale al ladrón: “¿Oiga, es usted un verdadero
profesional del robo? Si es así, adelante; pero si no lo es, vaya a aprender el
oficio con otro y cuando lo sepa vuelva conmigo”.
Utilizo
esta anécdota para expresar la inquietud que me producen las negociaciones para
acordar las condiciones del rescate de la banca española y, en su caso, de una adicional
para aliviar la presión sobre la deuda y mantener la capacidad del Tesoro
español para financiarse en los mercados. Mi temor es que España acabe siendo
el nuevo conejo de indias de la falta de profesionalidad de Bruselas, Berlín y
Francfort en este complicado oficio de gestionar rescates.
Se cargan
mucho las tintas, y con razón, en las carencias de nuestros Gobiernos, tanto
del actual como del anterior, en la gestión de la crisis. Pero, como académico
que he dedicado una parte de mi trabajo a estudiar los procesos de formación de
políticas económicas, les puedo asegurar que es difícil encontrar ejemplos de
mayor impericia profesional que la que muestran las autoridades europeas. Su
torpe actuación me hace añorar la profesionalidad del Fondo Monetario
Internacional (FMI) en estos asuntos. Allí hay oficio, adquirido a lo largo de
más de medio siglo de gestionar rescates.
Cuando
hablo de falta de profesionalidad no me refiero a la capacitación técnica de la
gente que está en esos organismos europeos, sino a su funcionamiento. La Unión
Europea (UE) es un verdadero galimatías de instituciones europeas y Gobiernos
nacionales en que cada uno va por su cuenta. Es como una orquesta sinfónica sin
director ni partitura, en la que cada músico va a su aire y toca lo que le
parece en el momento en que le da la gana. No existe un verdadero interés
general europeo, ni nadie que lo represente. No es de sorprender que dominen
los intereses nacionales de los países más fuertes.
Eso sí,
todos dicen estar preocupados por el futuro del euro. Pero nadie parece
preocuparse por la economía, el paro y el deterioro de las condiciones de vida
de un creciente número de ciudadanos. Por eso, cuando Mario Draghi afirma que el Banco Central Europeo
(BCE) hará “todo lo necesario para salvar al euro”, hay que decirle que lo
necesario no es suficiente. Salvar solo el euro puede ser sinónimo de
euroestacamiento, con las consecuencias sociales y políticas que eso puede
traer consigo.
En ese galimatías y falta de oficio europeo el
riesgo para cualquier país que se vea obligado a pedir la ayuda europea es
convertirse en conejillo de indias del euro. Hace unas semanas, en un encuentro
en el palacio de la Magdalena de Santander, Guillermo de la Dehesa nos
recordaba que cuando surgió, en 2010, el problema de la deuda griega se sugirió
la intervención del FMI para diseñar un rescate que en dos años reestructurase
la deuda y le permitiese a ese país encontrar una vía de salida. Probablemente,
recordaba De la Dehesa, hubiesen sido necesarios solo unos 30.000 millones de
euros. Pero las autoridades europeas no lo consintieron por considerarlo un
“estigma” para ellas. El rescate que se le impuso clama al cielo. Técnicamente
fue una chapuza. Y las consecuencias para los griegos, un drama. De ahí mi
temor a que seamos nosotros el nuevo conejo de indias.
No pienso
que el papel de un economista sea decirle al Gobierno lo que debe hacer;
aunque, eso sí, podemos y debemos decir algo sobre las consecuencias de hacer o
no hacer una determinada cosa. Pero como ciudadano temeroso de ser convertido
en conejillo de indias sí que puedo decir cómo me gustaría que actuase mi
Gobierno en la negociación de un rescate. Estas son mis cuatro propuestas:
Primera.
Debería saber poner en valor las capacidades que tiene el país y desarrollar
una labor de fortalecimiento de la autoestima. En esa labor debería ser ayudado
por el conjunto de las fuerzas políticas y las élites sociales, económicas y
empresariales. Cuando veo el comportamiento a lo largo de la última década de
las exportaciones o, ahora, la capacidad de nuestros jóvenes profesionales y
universitarios para “emigrar” sin dramatismos, me admira. Hay que poner en
valor estas capacidades.
Segunda.
El Gobierno debe negociar con convicción y negarse a que España sea convertida
en el nuevo conejo de indias para que la UE y el BCE experimenten el modelo de
rescate bancario que después también tendrá que hacerse con la banca de otros
países. El coste de ese aprendizaje no lo podemos pagar solo nosotros.
Tercera.
Antes de firmar cualquier acuerdo de rescate, el Gobierno debe exigir a Berlín,
Francfort y Bruselas que aclaren cuál es la hoja de ruta del euro. Hay que
saber si hay un interés general europeo por el que convenga sacrificarse. Sin
saber hacia dónde vamos y de qué forma es mejor no iniciar la travesía.
Cuarta.
El Gobierno debe abandonar su política de recortes, ocurrencias y reformas a
trompicones y hablar de política económica con una sola voz. Debe proponer a la
sociedad y debatir en el Congreso un plan de ajuste, reforma y crecimiento
coherente, con unos objetivos claros, tanto de eficiencia económica como de
equidad. La mayoría de ciudadanos están dispuestos a hacer el esfuerzo
necesario para salir de esta situación, pero necesitan saber cuál es el
objetivo de este esfuerzo. Este programa de actuación debe ser desarrollado de
forma unilateral, tanto si el euro sigue adelante como si no.
De todas
ellas la prioritaria es la primera. Sin recuperar la autoestima, la confianza
en nosotros mismos, no podremos evitar ser conejo de indias del euro.
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