miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL BICENTENARIO DE LOS IMPUESTOS

Javier Aranda Luna / La Jornada
Porfirio Díaz inauguró para celebrar el centenario de la Independencia la Universidad Nacional de México, el monumento a Juárez, La Escuela Nacional de Profesores, un Congreso Nacional de Educación Primaria, el monumento a Cuauhtémoc, la Escuela Nacional de Altos Estudios, la primera Escuela Técnica Ferrocarrilera, transporte que países desarrollados como Alemania, Japón e Inglaterra actualmente impulsan con gran éxito y que nuestros gobernantes tiraron al basurero en aras de un progreso que a muy corto plazo demostró ser más que improductivo.
Con el espíritu celebratorio por los cien años de Independencia, Díaz inauguró en 1907 el Palacio Postal e inició lo que se convertiría en uno de lo símbolos no sólo de la ciudad de México sino de todo el país: el Palacio de Bellas Artes.
La intención de Díaz en las fiestas del centenario fue, además de la glorificación de su régimen proyectando la imagen de un país fuerte, moderno y en constante progreso, construir obras “de positiva utilidad pública”. ¿Tendrán esa utilidad las obras emprendidas por la presente administración con motivo del bicentenario?
La famosa “Estela de luz”, tan parecida según no pocos arquitectos de reconocida trayectoria a la que hiciera Luis Barragán en Monterrey, ¿se convertirá en símbolo del bicentenario como la Columna de la Independencia se convirtió en el símbolo del centenario? ¿O esa estela, más imaginada que vista y que costará el doble de lo programado, se convertirá, si se construye, en un monumento a la ineficacia, la opacidad o al “haiga sido como haiga sido”? ¿Será otra pieza de ese museo de esperpentos en el que se encuentra el Partenón de Durazo y la megabiblioteca de foxilandia, cuyo impulsor recomendaba no leer o leer si acaso las nubes en lugar de libros?
¿Y qué decir del Parque Bicentenario que se construiría en la ex refinería de Azcapotzalco? ¿Levantarán al menos sus cimientos?
Si la famosa “Estela de luz” era el plato fuerte que habría de inaugurar el actual mandatario, ¿qué podremos esperar de las otras obras? ¿Sólo duplicarán su presupuesto con cargo al erario? ¿Se concluirán quién sabe cuándo? ¿O terminarán convirtiéndose en otro parto de los montes como la famosa Enciclomedia de Fox que según un estudio de la UNAM y la Universidad de Harvard no mejoró los niveles educativos del país?
De la celebración del bicentenario ¿sólo quedará el recuerdo de un bailongo callejero, carros alegóricos, un fuerte olor a pólvora, el miedo de muchos de que algo terrible ocurriera y la cruda por haber gastado sin ton ni son más de 300 mil millones de pesos?
Tal parece que los gobiernos panistas tienen problemas con la historia. O la repudian o la ignoran. Si les costó celebrar la Independencia, ¿cómo le harán para celebrar la Revolución? Si ignoraron la Reforma en estos actos conmemorativos, ¿cómo justificarán que hayan reducido la matanza de Tlateloco en los libros de texto oficiales a una “gran manifestación” que fue “reprimida” sin decir quiénes fueron los responsables?
En la época de Juárez la Iglesia católica cobraba el diezmo a todas las personas. Por eso el 23 de octubre de 1833 Juárez eliminó el carácter obligatorio de ese impuesto y decretó que el registro de personas, de matrimonios y la administración de los pan-teones ya no los realizara el clero. Hoy en varios municipios de Chiapas, en Ixmiquilpan y en El Ajusco curas y caciques reviven a la menor oportunidad la intolerancia religiosa impidiendo a niños no católicos asistir a escuelas públicas, a enterrar a muertos que no fueron devotos de María en panteones civiles o a cantar a un dios distinto al Cristo ensangrentado de numerosas parroquias.
¿No podríamos celebrar el bicentenario combatiendo esa intolerancia cavernaria o haciendo que curas y sacerdotes carecieran de canonjías? ¿Por qué mantenerles el privilegio de no pagar impuestos a las iglesias? ¿Por qué si algunos religiosos incitan a no votar o se burlan del Estado laico, condición fundamental de la democracia, facilitarles amasar fortunas como la del padre Marcial Maciel? Podríamos celebrar el bicentenario haciendo de los religiosos ciudadanos comunes, por ejemplo, otorgándoles el sano privilegio de que pagaran impuestos como sugiere Fernando del Paso.

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