domingo, 19 de septiembre de 2010

CRISIS EN EUROPA: ¿BENDICIÓN DISFRAZADA?

Javier Santiso / El Universal
La crisis global que se desató en 2008 entró en 2010 en una nueva fase, concentrándose ahora las incertidumbres sobre Europa. Los mercados financieros recogieron esas dudas con depreciaciones del euro, subidas de las primas de riesgos para un gran número de países y desplomes bursátiles. El mundo parece haberse dado la vuelta, con los mercados emergentes como Brasil o China que parecen oasis de prosperidad y de estabilidad, mientras los países OCDE, primero EU y ahora Europa, atraviesan turbulencias de magnitud comparable a las que sufrieron en décadas anteriores los países emergentes.
Sin embargo, lejos de invitar a una lectura pesimista, esta crisis singular podría ser para Europa una bendición disfrazada. El economista Albert Hirschman desarrolló, en su tiempo, esta noción: eventos adversos, que a priori se presentan de manera negativa, pueden tener en su germen potencialidades muy positivas. Europa desde este punto de vista podría encontrarse en una encrucijada: durante una década se buscó desarrollar una política monetaria única (impulsada por el BCE) pero sin unicidad en la política fiscal. Estamos ahora presenciando, forzado por los eventos, la emergencia de dicha política fiscal. Igualmente muchas de las necesarias reformas de pensiones o laborales, por no hablar de otras reformas estructurales como las que ayudan a potenciar más competitividad y seguir apostando por educación, innovación e investigación, se aplazaron. La crisis actúa de cierta manera como un acelerador y catalizador para regenerarse y salir así adelante, con más y mejores reformas, como lo están mostrando los casos de Francia o España.
La depreciación del euro frente al dólar que estamos viendo, a raíz de la crisis ahora volcada en Europa, puede que también sea una bendición disfrazada. Como lo recordaban recientemente dos economistas en el Financial Times, el chileno Ricardo Caballero y el italiano Francesco Giavazzi, un euro más débil permite a los países como Grecia (con 56% del total de sus exportaciones fuera de la zona euro) ganar en competitividad, achicar el déficit comercial e impulsar las exportaciones. Además, para países como Grecia, una depreciación del euro, también ayuda por el lado de la deuda, estando ésta denominada esencialmente en euros.
Igualmente, Europa tiene por delante capacidad de seguir desarrollando un modelo de políticas económicas más balanceado, ni totalmente llevado de la mano visible del mercado, ni tampoco sometido al Estado, una política económica pragmática, ajena a la pureza de los libros de textos. La crisis global de los años 2008-2010 invita a repensar nuestros modelos cognitivos. Mirar hacia las economías emergentes puede ser aquí también fuente de inspiración para mejorar las (buenas) prácticas en Europa y corregir las (malas) prácticas. Podemos así aprender de Chile cómo hacer política fiscal contracíclica: si bien hay muy pocos países OCDE que han podido desencadenar una política keynesiana virtuosa, es decir, desde una posición de superávit, Chile sin embargo ha logrado varios años de superávit fiscal que le han permitido impulsar gasto en 2009 cuando se presentó el desplome, algo inimaginable hace apenas una década. En la región también Perú ha dado pasos similares, dotándose de capacidad fiscal contracíclica, algo inédito en la región.
También podemos aprender de Brasil. No sólo Brasil apenas fue rasguñado por la crisis, con un ligero crecimiento negativo en 2009, cuando prácticamente todos los países de la OCDE estaban en recesión severa, sino que además ha sabido llevar políticas económicas muy pragmáticas. Ejemplo de ello es su sector financiero, donde coexisten grandes bancos privados brasileños y también grandes bancos públicos. A mediados de 2010, los primeros totalizaban algo más de 40% del total del crédito otorgado al sector privado, mientras los segundos algo menos del 42%, el resto siendo otorgado por los bancos extranjeros asentados en Brasil. Esta combinación de banca privada y banca pública, banca nacional y banca extranjera, ha permitido también, cuando llegó el tsunami de la crisis, que los canales de crédito se mantuviesen, en particular de la mano de los grandes bancos públicos brasileños y de esa joya que le envidian hoy en día muchos países (incluso desde Europa) que es el BNDES, el banco de desarrollo brasileño. En Europa, también algunos países poseen bancos públicos, mediante los sistemas de las cajas, tanto en España, como en Francia o Alemania. Éstos están en proceso de refundación y (necesarias) reformas. Pero quizás debamos mantener la mirada hacia Brasil también cuando se rediseña el paisaje financiero y bancario europeo y podemos aprender (algo) pragmatismo que impera hoy en día en esta economía.
Esta crisis no es sólo económica y financiera. También es una crisis cognitiva. Durante años y décadas los países OCDE estuvieron explicando al mundo lo que había que hacer, cómo y cuándo. Cuando la crisis atrapó los países desarrollados, éstos se volcaron a nacionalizar masivamente activos y generaron impulsos fiscales de gran calado para relanzar las economías, un abanico de recetas que precisamente se habían tachado de inadecuadas cuando las crisis en el pasado se cebaban con las economías emergentes. Hoy en día el mundo se ha dado la vuelta.
Quizás sea también este (nuevo) mundo emergiendo una invitación para más humildad, menos confianza ciega en los libros de textos, en la pureza de los modelos y los maximalismos tanto del mercado como del Estado. Quizás esta sea otra bendición disfrazada de la crisis: que todos nos volvamos más escépticos a la hora de plasmar paradigmas, grandes teorías e ideologías, en nuestras vidas, sociedades y economías. Quizás deberíamos organizar en Europa una conferencia donde muchos líderes de los países emergentes y de América Latina en particular, que han capeado crisis de gran calado, vinieran a compartir sus vivencias y experiencias con sus actuales homólogos europeos.
Como escribía el poeta uruguayo Mario Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas”. Quizás nunca tuvimos todas las respuestas, en todo caso es posible que hemos creído tenerlas, que los modelos y paradigmas eran como la llave mágica que abría (a veces forzando) la caja de la realidad. Hoy surge una avalancha de preguntas. Quizás semejante replanteamiento sea saludable y nos obligue a más humildad cognitiva.
Profesor de Economía en ESADE Business School

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