Recomienda repensar el paradigma basado en costos laborales bajos y exportaciones
Susana González / Periódico La Jornada
“No hay evidencia empírica que indique que el desempleo se debe a la rigidez laboral y los salarios excesivos”, sentencia la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) en su informe anual 2010, a contracorriente de las posturas de gobiernos y empresarios que exigen flexibilizar el mercado laboral para generar nuevos puestos de trabajo.
Para enfrentar el desempleo, que con la crisis financiera alcanzó su nivel más elevado de los últimos 40 años, el organismo plantea que “los países en desarrollo deben repensar el paradigma del desarrollo basado en la exportación y el mantenimiento de los costos laborales bajos”, y atribuye al mercado interno “un papel estratégico” para el crecimiento.
Según la Unctad, “la idea de que la creación de empleos exige salarios menores es errónea”, y se basa en la opinión general de que capital y trabajo se sustituyen mutuamente, por lo que su utilización depende del precio del trabajo y el desempleo entonces es producto de las rigideces del mercado laboral.
“El trabajo no es un ‘bien’ como otros, cuya demanda aumenta cuando baja de precio”, expuso Alfredo Calcagno, funcionario principal de asuntos económicos de la Unctad, en una ponencia sobre el informe anual.
El desempleo ha persistido en muchos países en desarrollo, que durante las últimas tres décadas basaron su estrategia de crecimiento en las exportaciones y la compresión salarial: sus ventas no crecieron como esperaban o “el aumento de la productividad se destinó a bajar el precio de las exportaciones en lugar de aumentar los salarios y, por ende, la demanda interna”, afirma. “Ya no será posible apostar solamente a las exportaciones. La fortaleza y composición de la demanda interna depende de la distribución del ingreso”, destacó Calcagno.
Según las estadísticas del organismo, 35 por ciento de las personas que trabajan en América Latina y el Caribe lo hacen por su cuenta o con familiares, cifra que triplica a los trabajadores que se encuentran en la misma situación en las economías desarrolladas, donde 90 por ciento de la población ocupada es asalariada.
Si bien en la actualidad la tasa regional de desempleo es menor que hace una década (7.4 por ciento contra más de diez puntos porcentuales), el empleo en actividades de baja productividad subió a 45.4 por ciento.
A su vez, la aportación de los salarios en la riqueza de cada nación (producto interno bruto) no ha dejado de caer en las últimas tres décadas. En América Latina los salarios representaban 50 por ciento del PIB, pero en los últimos años apenas llegaron a 37 por ciento.
Susana González / Periódico La Jornada
“No hay evidencia empírica que indique que el desempleo se debe a la rigidez laboral y los salarios excesivos”, sentencia la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) en su informe anual 2010, a contracorriente de las posturas de gobiernos y empresarios que exigen flexibilizar el mercado laboral para generar nuevos puestos de trabajo.
Para enfrentar el desempleo, que con la crisis financiera alcanzó su nivel más elevado de los últimos 40 años, el organismo plantea que “los países en desarrollo deben repensar el paradigma del desarrollo basado en la exportación y el mantenimiento de los costos laborales bajos”, y atribuye al mercado interno “un papel estratégico” para el crecimiento.
Según la Unctad, “la idea de que la creación de empleos exige salarios menores es errónea”, y se basa en la opinión general de que capital y trabajo se sustituyen mutuamente, por lo que su utilización depende del precio del trabajo y el desempleo entonces es producto de las rigideces del mercado laboral.
“El trabajo no es un ‘bien’ como otros, cuya demanda aumenta cuando baja de precio”, expuso Alfredo Calcagno, funcionario principal de asuntos económicos de la Unctad, en una ponencia sobre el informe anual.
El desempleo ha persistido en muchos países en desarrollo, que durante las últimas tres décadas basaron su estrategia de crecimiento en las exportaciones y la compresión salarial: sus ventas no crecieron como esperaban o “el aumento de la productividad se destinó a bajar el precio de las exportaciones en lugar de aumentar los salarios y, por ende, la demanda interna”, afirma. “Ya no será posible apostar solamente a las exportaciones. La fortaleza y composición de la demanda interna depende de la distribución del ingreso”, destacó Calcagno.
Según las estadísticas del organismo, 35 por ciento de las personas que trabajan en América Latina y el Caribe lo hacen por su cuenta o con familiares, cifra que triplica a los trabajadores que se encuentran en la misma situación en las economías desarrolladas, donde 90 por ciento de la población ocupada es asalariada.
Si bien en la actualidad la tasa regional de desempleo es menor que hace una década (7.4 por ciento contra más de diez puntos porcentuales), el empleo en actividades de baja productividad subió a 45.4 por ciento.
A su vez, la aportación de los salarios en la riqueza de cada nación (producto interno bruto) no ha dejado de caer en las últimas tres décadas. En América Latina los salarios representaban 50 por ciento del PIB, pero en los últimos años apenas llegaron a 37 por ciento.
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