Jorge Pinto Mazal / EUniversal
“The National Bureau of Economic Research”, organización formada por economistas independientes, anunció hace unos días que, de acuerdo con los indicadores económicos, la recesión terminó en junio de 2009
El informe destaca que esa ha sido la recesión más prolongada desde 1946, con una duración de 18 meses. El citado informe señala también que el crecimiento registrado no ha generado empleo en el sector privado y se espera que esta situación no mejore en el corto plazo.
No hay duda que estamos viviendo una de las más severas crisis económicas mundiales de los últimos 80 años, la cual ha generado un muy serio problema de desocupación que alcanza niveles extraordinariamente altos en el mundo industrializado (9.6% en EU, más de 18% en España).
No obstante, las políticas monetarias implementadas por los bancos centrales a nivel global y la Reserva Federal de Estados Unidos para estimular la economía al mantener bajas tasas de interés y aumentar la liquidez, Europa y EU registran una muy modesta recuperación económica y hasta ahora esas políticas no sido efectivas para promover la creación de fuentes de trabajo estables.
La falta de ocupación formal ha hecho que un gran número de personas desempleadas hayan tenido que recurrir a esquemas de auto-empleo, a la creación de empresas individuales, al empleo independiente o “freelance”, la consultoría o la empresa cultural basada en internet. Naturalmente el acceso a estas opciones es más fácil para quienes tienen experiencia acumulada en algún trabajo previo o cuentan con los conocimientos o el talento para desarrollar su propio empleo y “vender” sus servicios o productos.
Estas nuevas realidades hacen de la educación y el conocimiento un activo particularmente rentable. El profesor de literatura inglesa de Harvard University, Louis Menand, en su mas reciente libro The Marketplace of Ideas resume con gran elocuencia la importancia que en nuestro tiempo tienen esos activos, al señalar que el “conocimiento es una forma de capital .. que hace que aquellos que lo poseen o tienen acceso a él, tengan una gran ventaja frente a quienes lo carecen”. Menand también destaca el riesgo de crear instituciones académicas desligadas de la realidad que estudian y en la que están insertadas. No es casual que el gasto en educación superior sea una prioridad en países como China, donde decenas de millones de personas ingresan anualmente al creciente número de universidades cuya oferta y contenido educativo se globaliza y actualiza aceleradamente.
Desde hace más de 15 años, varios analistas hablan de un profundo cambio estructural en el mundo que se caracteriza por la incapacidad de las economías desarrolladas de competir en industrias con empleo intensivo, las cuales han emigrado a países en Asia, América Latina y en alguna medida África.
Entre los autores que hablan del impacto de este fenómeno, destaca el teórico Jeremy Rifkin, quien en su libro The End of Work publicado en 1996 presenta a la innovación como fuente principal de creación, substitución y pérdida de empleo. Las nuevas tecnologías han reducido el número de personas requeridas para la prestación de ciertos servicios y la producción de ciertas mercancias. Menciona el caso de la industria automotriz, que redujo a la mitad el número de operarios necesarios para armar un auto.
Desafortunadamente, los gobiernos no han reconocido esas nuevas realidades y las políticas económicas que están siguiendo tienen como meta el “pleno empleo” en el sentido tradicional. En el contexto que estamos viviendo, sería deseable apoyar con más recursos a la educación profesional y el desarrollo de pequeñas empresas personales y al auto-empleo como fuentes de ocupación e ingreso para quienes no tienen la oportunidad de encontrar un trabajo seguro o prefieren la independencia que brinda el desarrollo profesional de ciertos oficios o industrias.
El informe destaca que esa ha sido la recesión más prolongada desde 1946, con una duración de 18 meses. El citado informe señala también que el crecimiento registrado no ha generado empleo en el sector privado y se espera que esta situación no mejore en el corto plazo.
No hay duda que estamos viviendo una de las más severas crisis económicas mundiales de los últimos 80 años, la cual ha generado un muy serio problema de desocupación que alcanza niveles extraordinariamente altos en el mundo industrializado (9.6% en EU, más de 18% en España).
No obstante, las políticas monetarias implementadas por los bancos centrales a nivel global y la Reserva Federal de Estados Unidos para estimular la economía al mantener bajas tasas de interés y aumentar la liquidez, Europa y EU registran una muy modesta recuperación económica y hasta ahora esas políticas no sido efectivas para promover la creación de fuentes de trabajo estables.
La falta de ocupación formal ha hecho que un gran número de personas desempleadas hayan tenido que recurrir a esquemas de auto-empleo, a la creación de empresas individuales, al empleo independiente o “freelance”, la consultoría o la empresa cultural basada en internet. Naturalmente el acceso a estas opciones es más fácil para quienes tienen experiencia acumulada en algún trabajo previo o cuentan con los conocimientos o el talento para desarrollar su propio empleo y “vender” sus servicios o productos.
Estas nuevas realidades hacen de la educación y el conocimiento un activo particularmente rentable. El profesor de literatura inglesa de Harvard University, Louis Menand, en su mas reciente libro The Marketplace of Ideas resume con gran elocuencia la importancia que en nuestro tiempo tienen esos activos, al señalar que el “conocimiento es una forma de capital .. que hace que aquellos que lo poseen o tienen acceso a él, tengan una gran ventaja frente a quienes lo carecen”. Menand también destaca el riesgo de crear instituciones académicas desligadas de la realidad que estudian y en la que están insertadas. No es casual que el gasto en educación superior sea una prioridad en países como China, donde decenas de millones de personas ingresan anualmente al creciente número de universidades cuya oferta y contenido educativo se globaliza y actualiza aceleradamente.
Desde hace más de 15 años, varios analistas hablan de un profundo cambio estructural en el mundo que se caracteriza por la incapacidad de las economías desarrolladas de competir en industrias con empleo intensivo, las cuales han emigrado a países en Asia, América Latina y en alguna medida África.
Entre los autores que hablan del impacto de este fenómeno, destaca el teórico Jeremy Rifkin, quien en su libro The End of Work publicado en 1996 presenta a la innovación como fuente principal de creación, substitución y pérdida de empleo. Las nuevas tecnologías han reducido el número de personas requeridas para la prestación de ciertos servicios y la producción de ciertas mercancias. Menciona el caso de la industria automotriz, que redujo a la mitad el número de operarios necesarios para armar un auto.
Desafortunadamente, los gobiernos no han reconocido esas nuevas realidades y las políticas económicas que están siguiendo tienen como meta el “pleno empleo” en el sentido tradicional. En el contexto que estamos viviendo, sería deseable apoyar con más recursos a la educación profesional y el desarrollo de pequeñas empresas personales y al auto-empleo como fuentes de ocupación e ingreso para quienes no tienen la oportunidad de encontrar un trabajo seguro o prefieren la independencia que brinda el desarrollo profesional de ciertos oficios o industrias.
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