martes, 21 de septiembre de 2010

UNA AGENDA PARA EL POST BICENTENARIO

Luis Foncerrada / El Universal
Ya pasó el Bicentenario. Hora de despertar. Llegó y por suerte ya pasó. Más con pena, con mucha pena, que con gloria.
Todos contentos en el festejo, como rebaño, pero todos con un vacío. Un vacío más grande que el gusto por la fecha. Un vacío por todo lo que no hemos logrado y por todo lo que hemos deteriorado con nuestro aplazar acciones. Añoranza por la promesa centenaria, pena por el presente.
Hoy ya no nos puede distraer la expectativa mágica de que con el aniversario iba a cambiar algo, ya pasó y no cambió nada. Los esfuerzos de iniciativas de reformas y políticas públicas tanto en entidades federativas como en el gobierno federal y en los poderes Judicial y Legislativo han sido estériles: mal diseñados, ineficaces u obstruidos. Sabemos que las expectativas de que cambiará el país en este año eran románticas. Pero había esperanzas. No hubo decisiones, no hubo cambios. Ha reinado la miopía, la mezquindad y el confort. Los hombres grises van ganando.
Hora de despertar y definir una agenda.
Comencemos por despertar.
Muchos políticos en los tres poderes, en los tres órdenes de gobierno, están apoltronados en el confort y en las prebendas que obtienen de su estatus y de los grupos de poder que los apoyan y se benefician. Adormecimiento y arrogancia.
Los ciudadanos —sí, no los políticos— debemos despertar y promover una agenda para el postbicentenario. Por lo pronto, 5 medidas para completar lo iniciado por nuestros lúcidos antepasados.
1. Que el ejido antes del 31 de diciembre del 2010 sea efectivamente propiedad privada. Zapata se está revolcando en su tumba. La tierra, finalmente no fue de quien la trabajaba. Les quedó prestada, como si los campesinos fueran ciudadanos menores de edad, ciudadanos de segunda: ejidatarios. Pulverizándose la tierra entre “herederos” cada vez más hasta la absurda ridiculez de pasar de parcelas a surcos. Lo único que podemos festejar este año es el empobrecimiento de nuestros campesinos. Basta de expulsarlos a otro país. El ejido sólo ha sido el modus vivendi de sus líderes.
2. Certeza absoluta sobre la propiedad, certeza jurídica en todos los ámbitos. Que el Poder Judicial apresure la reforma, dejando su confort y perdiendo el tiempo en temas irrelevantes. Hay prioridades, requerimos certeza jurídica y eso es tiempo, una solución que toma meses o, peor, años, no da certeza jurídica. Que haya, ya, juicios orales en todo el país, que se financie la infraestructura con los subsidios a los sectores que no los requieren. Cualquier salón nos sirve, tanto para dar clases como para hacer juicios. Requerimos voluntad. Basta de la inactividad del confort. Juárez y Lerdo de Tejada también se revuelcan en su tumba.
3. Un plan de fomento a las actividades productivas, en todos los sectores, que incorpore estímulos, financiamiento e induzca la formalidad. Fomento a la industria, a los servicios, a la iniciativa valiente de los mexicanos, a los emprendedores, micro, pequeños y medianos. Los secretarios de Hacienda Limantour, Suárez y Ortiz Mena también están desesperados en su tumba.
4. Un plan decidido de integración a la economía internacional. Sin titubeos. Pasos claros, bien comunicados, que conjuguen bien el crecimiento de nuestro mercado interno con la integración a los mercados internacionales. Matías Romero se reiría de nuestra tibieza.
5. Expropiar de nuevo el petróleo. Hay que terminar con el mito de que la renta petrolera es de los mexicanos; hasta el día de hoy es para beneficiar a unos cuantos mexicanos. Mantengamos la extracción en el Estado, pero todo lo demás, como en Corea y en Cuba, que lo lleve a cabo el sector privado, que tome los riesgos de la refinación, no en una elección de ganadores, sino en un proceso transparente y democrático, obligando a la colocación pulverizada de los proyectos a través de la bolsa. Que todos los mexicanos participen en una nueva expropiación petrolera. Que la renta sea para todos los ciudadanos, no sólo para un grupo de ganadores. Cárdenas vendría, si pudiera, sorprendido y triste, a poner orden.
Esto último liberaría cuatro o cinco puntos de nuestro producto en el presupuesto federal, así el Estado llevaría a cabo su verdadera responsabilidad: salud, educación y seguridad. Así se apoyaría decididamente a la investigación, que en nuestro país es ridícula. La baja productividad no es la causa de no crecer, es un efecto de no invertir.
Cinco puntos iniciales para terminar algunas tareas emprendidas por los hombres lúcidos de nuestro pasado.
Director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado

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