Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme / La Jornada
Nuestra hipótesis de que el destino del incipiente nuevo orden mundial se escenifica primordialmente en el ámbito geofinanciero está resultando correcta (libro por salir El híbrido mundo multipolar).
Todavía las “geofinanzas” representan un lado muy vulnerable del BRIC frente al agónico G-7 (en geoeconomía).
Israel ostenta un asombroso lugar 28 en el Índice de Desarrollo Financiero (IDF) de 2009, según el Foro Económico Mundial de Davos: lugar “aparentemente” exagerado por delante de tres países del BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China: respectivamente en los sitiales 34, 38, 40 y 26).
En contraste, Israel se encuentra en el lugar 40 en el PIB nominal, según el FMI, mientras en el “poder de paridad de compraventa” se ubica en el nada glorioso lugar 49 (datos de la CIA).
Que Israel, subsidiado financieramente tanto por Estados Unidos (EU) como por el sionismo financiero global, esté asombrosamente a dos lugares de China, suena descabellado para los (s)ociólogos y contadores del paleolítico inferior, ya no se diga los vulgares wikipedistas de pacotilla, pero no para quienes investigan la bidireccionalidad del Estado monoteocrático y unirracista de Israel con la City y Wall Street.
No se entendería el poder militar de Israel, la única potencia nuclear (además de clandestina) de Medio Oriente, sin contabilizar su desproporcionado poder financiero global que ha multiplicado mediante los “derivados financieros” (invento diabólico del israelí-estadunidense Alan Greenspan, ex gobernador de la Reserva Federal hoy en manos de otro ciudadano bidireccional: Ben Shalom Bernanke).
Destaca en el IDF el peso descomunal tanto del lavado de dinero en los “paraísos fiscales” como del manejo de los “derivados financieros” en las plazas paradisiacas consabidas, gracias a la criminal colaboración de las cuatro grandes empresas globales de contabilidad: la británica PwC, la británica Ernst&Young, la holandesa KPMG y la alglo-estadunidense Deloitte. ¡Gran Bretaña, para no variar, domina la criminal contabilidad global!
De allí que no exista correlación entre las finanzas (medido por el IDF) y la economía (medida por el PIB) en la fase de la desregulada globalización financiera, hoy ambas actividades más desacopladas que nunca.
El primer lugar del IDF lo detenta nada sorpresivamente Gran Bretaña, pero el dato cumbre enfoca que en geofinanzas el G-7 arrasa los primeros lugares antes que el subdesarrollado financieramente BRIC, el cual, paradójicamente, está entre los primeros nueve lugares del PIB global (medido por el poder de paridad): respectivamente 9, 7, 4 y 2.
Que el control de la banca “occidental” (FMI, Banco Mundial, Reserva Federal, y los principales bancos de inversiones de EU y Gran Bretaña sean controlados por ciudadanos bidireccionales, es decir, con una nacionalidad nominal dada, además de su inocultable vinculación “israelí” (v. gr. Goldman Sachs, en EU, y los Rothschild, hoy de Gran Bretaña), es tema que seguiremos desarrollando gradualmente para saborearlo mejor, pese a los comprensibles anatemas exorcistas de los atormentados afectados.
La anatomía catastral y fiduciaria, ya no se diga su fisiología, de la banca “occidental”, prevalente y bidireccionalmente israelí en cantidad y calidad, es fundamental para entender los alcances de la guerra global de las divisas que se ha desatado contra el BRIC y los países en vías desarrollo (v. gr. el boicot financiero a Irán operado por otro ciudadano bidireccional: Stuart A. Levey, subsecretario del Tesoro de EU para el “Terrorismo y el Espionaje Financiero” desde 2004, es decir, desde Baby Bush).
Sería mucho exigir a Stuart A. Levey que indague el presunto lavado de sus clones bidireccionales tanto del equipo de la todavía viviente conexión del “Irán-contras” en México (que pretendía adueñarse del remate de Mexicana) como de Jorge Castañeda Gutman (miembro del consejo de administración del banco criminal Stanford, blanqueador del cártel de Juárez, según datos de la DEA y la FBI; The Judiciary Report, 17/4/09), para citar por hoy a los más conspicuos.
De allí que el libro La guerra de las divisas (ver Bajo la Lupa, 12, 15, 19 y 22/9/10), de Song Hongbing, que cautivó a la cúpula del poder chino, haya causado crisis epilépticas sumadas de delirium tremens en los circuitos publicitarios del sionismo financiero global, ya no se diga sus palafreneros tropicales/locales.
Tres días después de la mayor oferta histórica de acciones de Petrobras (Bajo la Lupa, 26/9/10), Jonathan Wheatley, de The Financial Times (27/9/10), comenta la “alerta” del ministro de Finanzas brasileño, Guido Mantega, sobre “la guerra global de divisas” que obliga a “tomar medidas” para prevenir la exagerada apreciación del real: 25 por ciento frente al dólar desde el año pasado; la mayor del mundo.
Está bien que lo profiera Bajo la Lupa y/o el chino Song, pero lo inédito es que sea el mismo Mantega quien lo haya exclamado frente a un grupo líder de industriales brasileños: “estamos en medio (sic) de una guerra global de divisas, un debilitamiento general de las divisas. Esto nos amenaza (¡supersic!) porque afecta nuestra competitividad” (Reuters, 27/9/10).
En forma insólita y específica, Mantega culpó de la “guerra global de las divisas” a “EU, Europa y Japón”, quienes “intentan devaluar sus divisas” (Stratfor, 27/9/10).
Los analistas británicos en general consideran que el alza del “real” se debe tanto a las recientes ofertas públicas de acciones que atrajeron enormes flujos de dólares, así como su boyante economía y su exorbitante tasa de interés (un fenomenal 10.7 por ciento, cuando el G-7 está en la lona), lo cual, a nuestro juicio, suena muy simplista, porque no aborda la especulación subyacente con los ominosos “derivados financieros”.
Hasta ahora las medidas de “esterilización (sic)” del Banco Central (que incluyen un impuesto de 2 por ciento al ingreso de capitales) han resultado “estériles”, por lo que Mantega ha amenazado comprar dólares en forma “ilimitada (sic)” mediante su recién creado Fondo Soberano de Riqueza (SWF, por sus siglas en inglés). ¿Podrá?
Alan Beattie, de The Financial Times (27/9/10), tras arremeter contra China y su negativa de revaluar el yuan al que acusa de todos los males cósmicos, delinea la “escalada de las tensiones internacionales” que han llevado a la adopción unilateral de devaluaciones por Japón, Suiza y Sudcorea (The Daily Telegraph agrega a Tailandia y Colombia), y expone la postura del canciller brasileño, Celso Amorim, quien, justamente después de salir de una reunión del BRIC, declaró que Brasil rehúsa participar en una “campaña (sic)” de linchamiento financiero contra China y su yuan: “Tenemos una buena coordinación con China […]. No podemos olvidar que China es actualmente nuestro principal comprador”.
Beattie afirma que las “hostilidades han escalado a una guerra oculta (¡supersic!) de las divisas”.
¿Qué tiene de “oculta”, si desde hace un mes la venimos enfatizando contra vientos y mareados?
A nuestro juicio, detrás de la “guerra global oculta (sic) de las divisas” se perfila la fractura geoeconómica entre el G-7 y el BRIC para decidir la definición del nuevo orden mundial multipolar.
Alfredo Jalife-Rahme / La Jornada
Nuestra hipótesis de que el destino del incipiente nuevo orden mundial se escenifica primordialmente en el ámbito geofinanciero está resultando correcta (libro por salir El híbrido mundo multipolar).
Todavía las “geofinanzas” representan un lado muy vulnerable del BRIC frente al agónico G-7 (en geoeconomía).
Israel ostenta un asombroso lugar 28 en el Índice de Desarrollo Financiero (IDF) de 2009, según el Foro Económico Mundial de Davos: lugar “aparentemente” exagerado por delante de tres países del BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China: respectivamente en los sitiales 34, 38, 40 y 26).
En contraste, Israel se encuentra en el lugar 40 en el PIB nominal, según el FMI, mientras en el “poder de paridad de compraventa” se ubica en el nada glorioso lugar 49 (datos de la CIA).
Que Israel, subsidiado financieramente tanto por Estados Unidos (EU) como por el sionismo financiero global, esté asombrosamente a dos lugares de China, suena descabellado para los (s)ociólogos y contadores del paleolítico inferior, ya no se diga los vulgares wikipedistas de pacotilla, pero no para quienes investigan la bidireccionalidad del Estado monoteocrático y unirracista de Israel con la City y Wall Street.
No se entendería el poder militar de Israel, la única potencia nuclear (además de clandestina) de Medio Oriente, sin contabilizar su desproporcionado poder financiero global que ha multiplicado mediante los “derivados financieros” (invento diabólico del israelí-estadunidense Alan Greenspan, ex gobernador de la Reserva Federal hoy en manos de otro ciudadano bidireccional: Ben Shalom Bernanke).
Destaca en el IDF el peso descomunal tanto del lavado de dinero en los “paraísos fiscales” como del manejo de los “derivados financieros” en las plazas paradisiacas consabidas, gracias a la criminal colaboración de las cuatro grandes empresas globales de contabilidad: la británica PwC, la británica Ernst&Young, la holandesa KPMG y la alglo-estadunidense Deloitte. ¡Gran Bretaña, para no variar, domina la criminal contabilidad global!
De allí que no exista correlación entre las finanzas (medido por el IDF) y la economía (medida por el PIB) en la fase de la desregulada globalización financiera, hoy ambas actividades más desacopladas que nunca.
El primer lugar del IDF lo detenta nada sorpresivamente Gran Bretaña, pero el dato cumbre enfoca que en geofinanzas el G-7 arrasa los primeros lugares antes que el subdesarrollado financieramente BRIC, el cual, paradójicamente, está entre los primeros nueve lugares del PIB global (medido por el poder de paridad): respectivamente 9, 7, 4 y 2.
Que el control de la banca “occidental” (FMI, Banco Mundial, Reserva Federal, y los principales bancos de inversiones de EU y Gran Bretaña sean controlados por ciudadanos bidireccionales, es decir, con una nacionalidad nominal dada, además de su inocultable vinculación “israelí” (v. gr. Goldman Sachs, en EU, y los Rothschild, hoy de Gran Bretaña), es tema que seguiremos desarrollando gradualmente para saborearlo mejor, pese a los comprensibles anatemas exorcistas de los atormentados afectados.
La anatomía catastral y fiduciaria, ya no se diga su fisiología, de la banca “occidental”, prevalente y bidireccionalmente israelí en cantidad y calidad, es fundamental para entender los alcances de la guerra global de las divisas que se ha desatado contra el BRIC y los países en vías desarrollo (v. gr. el boicot financiero a Irán operado por otro ciudadano bidireccional: Stuart A. Levey, subsecretario del Tesoro de EU para el “Terrorismo y el Espionaje Financiero” desde 2004, es decir, desde Baby Bush).
Sería mucho exigir a Stuart A. Levey que indague el presunto lavado de sus clones bidireccionales tanto del equipo de la todavía viviente conexión del “Irán-contras” en México (que pretendía adueñarse del remate de Mexicana) como de Jorge Castañeda Gutman (miembro del consejo de administración del banco criminal Stanford, blanqueador del cártel de Juárez, según datos de la DEA y la FBI; The Judiciary Report, 17/4/09), para citar por hoy a los más conspicuos.
De allí que el libro La guerra de las divisas (ver Bajo la Lupa, 12, 15, 19 y 22/9/10), de Song Hongbing, que cautivó a la cúpula del poder chino, haya causado crisis epilépticas sumadas de delirium tremens en los circuitos publicitarios del sionismo financiero global, ya no se diga sus palafreneros tropicales/locales.
Tres días después de la mayor oferta histórica de acciones de Petrobras (Bajo la Lupa, 26/9/10), Jonathan Wheatley, de The Financial Times (27/9/10), comenta la “alerta” del ministro de Finanzas brasileño, Guido Mantega, sobre “la guerra global de divisas” que obliga a “tomar medidas” para prevenir la exagerada apreciación del real: 25 por ciento frente al dólar desde el año pasado; la mayor del mundo.
Está bien que lo profiera Bajo la Lupa y/o el chino Song, pero lo inédito es que sea el mismo Mantega quien lo haya exclamado frente a un grupo líder de industriales brasileños: “estamos en medio (sic) de una guerra global de divisas, un debilitamiento general de las divisas. Esto nos amenaza (¡supersic!) porque afecta nuestra competitividad” (Reuters, 27/9/10).
En forma insólita y específica, Mantega culpó de la “guerra global de las divisas” a “EU, Europa y Japón”, quienes “intentan devaluar sus divisas” (Stratfor, 27/9/10).
Los analistas británicos en general consideran que el alza del “real” se debe tanto a las recientes ofertas públicas de acciones que atrajeron enormes flujos de dólares, así como su boyante economía y su exorbitante tasa de interés (un fenomenal 10.7 por ciento, cuando el G-7 está en la lona), lo cual, a nuestro juicio, suena muy simplista, porque no aborda la especulación subyacente con los ominosos “derivados financieros”.
Hasta ahora las medidas de “esterilización (sic)” del Banco Central (que incluyen un impuesto de 2 por ciento al ingreso de capitales) han resultado “estériles”, por lo que Mantega ha amenazado comprar dólares en forma “ilimitada (sic)” mediante su recién creado Fondo Soberano de Riqueza (SWF, por sus siglas en inglés). ¿Podrá?
Alan Beattie, de The Financial Times (27/9/10), tras arremeter contra China y su negativa de revaluar el yuan al que acusa de todos los males cósmicos, delinea la “escalada de las tensiones internacionales” que han llevado a la adopción unilateral de devaluaciones por Japón, Suiza y Sudcorea (The Daily Telegraph agrega a Tailandia y Colombia), y expone la postura del canciller brasileño, Celso Amorim, quien, justamente después de salir de una reunión del BRIC, declaró que Brasil rehúsa participar en una “campaña (sic)” de linchamiento financiero contra China y su yuan: “Tenemos una buena coordinación con China […]. No podemos olvidar que China es actualmente nuestro principal comprador”.
Beattie afirma que las “hostilidades han escalado a una guerra oculta (¡supersic!) de las divisas”.
¿Qué tiene de “oculta”, si desde hace un mes la venimos enfatizando contra vientos y mareados?
A nuestro juicio, detrás de la “guerra global oculta (sic) de las divisas” se perfila la fractura geoeconómica entre el G-7 y el BRIC para decidir la definición del nuevo orden mundial multipolar.
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