Rodolfo Navarrete / El Financiero
Al cierre del primer semestre, la economía mexicana ha mostrado un desempeño que a primera vista luce satisfactorio. Sin embargo, en buena proporción éste responde a un fenómeno estadístico relacionado con la baja base de comparación que presentó similar periodo del año anterior.
Es de esperar, en este sentido, que en la medida en que este efecto se vaya diluyendo la economía retome una tendencia natural y baja de crecimiento, misma que no se encuentra para nada exenta de algunos riesgos.
De acuerdo con las estadísticas oficiales, la economía mexicana creció 5.9 por ciento en el primer semestre de este año respecto a similar periodo de 2009, alentada por la demanda proveniente del exterior y en particular de EU.
La demanda interna, por su parte, observa un comportamiento diferente, al sostener un reducido ritmo de recuperación, producto del escaso avance del consumo privado y, sobre todo, de la práctica falta de reacción de inversión privada.
La perspectiva para el segundo semestre dista mucho de lo que sucedió en el primero. Se espera que la economía crezca alrededor de 3.6 por ciento, alentada todavía por la demanda externa y en cierta medida por la recuperación del mercado interno.
Para 2011, la figura no cambia mucho. El crecimiento esperado por los economistas encuestados por el Banco de México es de 3.5 por ciento, tasa que se ubica justo en el límite superior de lo que se considera el crecimiento máximo que se podría alcanzar sin incurrir en problemas de sobrecalentamiento.
Sin embargo, esta tasa luce insuficiente para resolver el problema del desempleo y el fenómeno de la creciente migración en México.
La inflación, por el contrario, ha registrado un buen comportamiento. La inflación general anual cerró el primer semestre sobre niveles de 3.69 por ciento, cifra prácticamente dos puntos porcentuales inferior a la observada al cierre de la primera mitad de 2009.
La perspectiva para el cierre de este año, si bien prevé un repunte hasta niveles de entre 4.1 a 4.5 por ciento, luce halagadora, porque estaría muy por debajo de lo registrado al cierre de 2009; mientras que para los próximos años se espera que se sostenga también sobre una tasa natural de entre 3.7 a 3.9 por ciento.
Respecto a los principales balance macroeconómicos, también lucen satisfactorios. El balance en cuenta corriente apenas alcanzó a 1.0 por ciento del PIB en términos anualizados y se espera que se mantenga así hasta el cierre del año.
El balance fiscal, por su parte, se prevé que presente un déficit de 2.7 por ciento del PIB en 2010 y baje a 2.4 en 2011. La combinación de ambos implica que el sector privado ha estado generando ahorros importantes, al punto de exhibir un superávit en su balance.
Sin embargo, el escenario previsto para los próximos meses pende de algunos factores importantes de riesgo. El más relevante, los efectos que podría tener una posible desaceleración de la economía mundial, en particular de las naciones avanzadas, y sobre todo de la de Estados Unidos.
La desaceleración estadounidense amenaza con frenar el ritmo de recuperación de la economía mexicana, debido a la elevada dependencia que muestra el sector manufacturero de la demanda de EU.
La debilidad que aún existe en el mercado laboral y la casi inexistente mejoría de las condiciones de crédito no permiten percibir una mejoría del gasto privado en el corto plazo, por lo que la perspectiva de la demanda externa de productos mexicanos podría debilitarse aún más en el futuro.
No menos relevante resulta una posible profundización del clima de inseguridad en México, que al inhibir la inversión privada limitará la posibilidad de observar un mayor crecimiento económico en el futuro.
Este fenómeno no sólo afectará el clima de los negocios, sino que también elevará los costos de la producción, al obligar a las empresas a incurrir en mayores gastos de seguridad, con lo que se verá afectada la competitividad de los productos mexicanos de exportación, que a la larga desembocará en la pérdida de su participación en los mercados mundiales.
Por otro lado, la disminución de la producción de crudo, debido a la madurez y agotamiento de los principales pozos, al implicar una caída de la renta petrolera que recibe el gobierno y que utiliza para financiar gran parte de sus gastos, lo obligará a optar, en el mejor de los casos, por moderar esos gastos, buscar sustitutos a sus ingresos y/o a elevar el monto del déficit fiscal.
En vista de que buena parte del gasto público en México es relativamente inflexible a la baja, el gobierno tendrá que buscar ingresos en otras fuentes o elevar el déficit. La mejor vía para elevar los ingresos es llevar a cabo una reforma fiscal que racionalice las tasas impositivas y que reordene el gasto.
Sin embargo, esta vía se encuentra cancelada en México de aquí a las elecciones de 2012. Como se sabe, la prioridad número uno de los partidos políticos en ese periodo será las elecciones presidenciales, por lo que sus acciones estarán encaminadas a buscar el mejor posicionamiento electoral.
Los mejores ejemplos de ello son la propuesta del PRI de bajar el IVA y la aprobación que acaba de hacer el Legislativo del Estado de México, de una ley que prohíbe las alianzas electorales. Lo preocupante de esto, es que la prioridad electoral de los partidos políticos no sólo se dará de aquí a las elecciones de 2012. Es permanente.
La opción de elevar el déficit fiscal pondría a México en un camino peligroso, que en el pasado llevó a varias crisis, aunque todavía faltaría mucho para ello.
Al cierre del primer semestre, la economía mexicana ha mostrado un desempeño que a primera vista luce satisfactorio. Sin embargo, en buena proporción éste responde a un fenómeno estadístico relacionado con la baja base de comparación que presentó similar periodo del año anterior.
Es de esperar, en este sentido, que en la medida en que este efecto se vaya diluyendo la economía retome una tendencia natural y baja de crecimiento, misma que no se encuentra para nada exenta de algunos riesgos.
De acuerdo con las estadísticas oficiales, la economía mexicana creció 5.9 por ciento en el primer semestre de este año respecto a similar periodo de 2009, alentada por la demanda proveniente del exterior y en particular de EU.
La demanda interna, por su parte, observa un comportamiento diferente, al sostener un reducido ritmo de recuperación, producto del escaso avance del consumo privado y, sobre todo, de la práctica falta de reacción de inversión privada.
La perspectiva para el segundo semestre dista mucho de lo que sucedió en el primero. Se espera que la economía crezca alrededor de 3.6 por ciento, alentada todavía por la demanda externa y en cierta medida por la recuperación del mercado interno.
Para 2011, la figura no cambia mucho. El crecimiento esperado por los economistas encuestados por el Banco de México es de 3.5 por ciento, tasa que se ubica justo en el límite superior de lo que se considera el crecimiento máximo que se podría alcanzar sin incurrir en problemas de sobrecalentamiento.
Sin embargo, esta tasa luce insuficiente para resolver el problema del desempleo y el fenómeno de la creciente migración en México.
La inflación, por el contrario, ha registrado un buen comportamiento. La inflación general anual cerró el primer semestre sobre niveles de 3.69 por ciento, cifra prácticamente dos puntos porcentuales inferior a la observada al cierre de la primera mitad de 2009.
La perspectiva para el cierre de este año, si bien prevé un repunte hasta niveles de entre 4.1 a 4.5 por ciento, luce halagadora, porque estaría muy por debajo de lo registrado al cierre de 2009; mientras que para los próximos años se espera que se sostenga también sobre una tasa natural de entre 3.7 a 3.9 por ciento.
Respecto a los principales balance macroeconómicos, también lucen satisfactorios. El balance en cuenta corriente apenas alcanzó a 1.0 por ciento del PIB en términos anualizados y se espera que se mantenga así hasta el cierre del año.
El balance fiscal, por su parte, se prevé que presente un déficit de 2.7 por ciento del PIB en 2010 y baje a 2.4 en 2011. La combinación de ambos implica que el sector privado ha estado generando ahorros importantes, al punto de exhibir un superávit en su balance.
Sin embargo, el escenario previsto para los próximos meses pende de algunos factores importantes de riesgo. El más relevante, los efectos que podría tener una posible desaceleración de la economía mundial, en particular de las naciones avanzadas, y sobre todo de la de Estados Unidos.
La desaceleración estadounidense amenaza con frenar el ritmo de recuperación de la economía mexicana, debido a la elevada dependencia que muestra el sector manufacturero de la demanda de EU.
La debilidad que aún existe en el mercado laboral y la casi inexistente mejoría de las condiciones de crédito no permiten percibir una mejoría del gasto privado en el corto plazo, por lo que la perspectiva de la demanda externa de productos mexicanos podría debilitarse aún más en el futuro.
No menos relevante resulta una posible profundización del clima de inseguridad en México, que al inhibir la inversión privada limitará la posibilidad de observar un mayor crecimiento económico en el futuro.
Este fenómeno no sólo afectará el clima de los negocios, sino que también elevará los costos de la producción, al obligar a las empresas a incurrir en mayores gastos de seguridad, con lo que se verá afectada la competitividad de los productos mexicanos de exportación, que a la larga desembocará en la pérdida de su participación en los mercados mundiales.
Por otro lado, la disminución de la producción de crudo, debido a la madurez y agotamiento de los principales pozos, al implicar una caída de la renta petrolera que recibe el gobierno y que utiliza para financiar gran parte de sus gastos, lo obligará a optar, en el mejor de los casos, por moderar esos gastos, buscar sustitutos a sus ingresos y/o a elevar el monto del déficit fiscal.
En vista de que buena parte del gasto público en México es relativamente inflexible a la baja, el gobierno tendrá que buscar ingresos en otras fuentes o elevar el déficit. La mejor vía para elevar los ingresos es llevar a cabo una reforma fiscal que racionalice las tasas impositivas y que reordene el gasto.
Sin embargo, esta vía se encuentra cancelada en México de aquí a las elecciones de 2012. Como se sabe, la prioridad número uno de los partidos políticos en ese periodo será las elecciones presidenciales, por lo que sus acciones estarán encaminadas a buscar el mejor posicionamiento electoral.
Los mejores ejemplos de ello son la propuesta del PRI de bajar el IVA y la aprobación que acaba de hacer el Legislativo del Estado de México, de una ley que prohíbe las alianzas electorales. Lo preocupante de esto, es que la prioridad electoral de los partidos políticos no sólo se dará de aquí a las elecciones de 2012. Es permanente.
La opción de elevar el déficit fiscal pondría a México en un camino peligroso, que en el pasado llevó a varias crisis, aunque todavía faltaría mucho para ello.
Economista del sector privado
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