Cuenta atrás
Antonio Navalón / El Universal
Siempre fui de los que juzgaron bueno que el pueblo conociera, identificara y festejara su historia. Toda su historia.
Para pedir hay que saber dar. Por lo tanto, es justo y necesario reconocer que tras la indefinición de los últimos 5 años sobre las celebraciones y conmemoraciones que el gobierno federal tuvo en torno al Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, el resultado de lo que se vio en el Zócalo el 15 de septiembre y en la ciudad de México fue mucho mejor de lo que podíamos suponer dado el desastre que esperábamos.
Otra cosa es discutir si se debía haber hecho eso o algo distinto, lo cierto es que al cuarto para las doce, con la mesa puesta, el secretario de Educación, Alonso Lujambio, se encontró con la posibilidad del mayor desastre de su historia y aunque, repito, se pueden admitir todas las discrepancias sobre lo que se hizo, lo que vimos salió bien.
Terminado el Bicentenario, comenzado el tercer centenario es momento de sacar el balance y de más allá del recuerdo, instaurar lo que es la primera enseñanza de este tiempo: si a México lo hizo su Estado, llevamos ya una serie de años —especialmente desde que empezó el siglo— sin modelo, por eso la tarea urgente es inventar un Estado, es recrear un país.
Para lograrlo, debemos empezar a resolver que la gente no tenga a la pistola, al narco y a la violencia como la única salida. Por tanto, el camino se empieza cuando el presupuesto para 2011 incorpore no sólo dinero para balas sino, sobre todo, para el pan. Porque sin pan seguro habrá balas.
En este primer momento del tercer centenario no cabe que la política la hagan los gustos, las debilidades y los secretos de unos pocos. A estas alturas, esto es ya un clamor nacional e internacional; nacional, por los fallos cometidos y por la policía que nunca llega; internacional, porque gracias a su amor por los montajes seguramente una serie de personas sospechosas de actuaciones criminales deberán ser puestas en libertad, como es el caso de Florence Cassez, y porque es inadmisible escuchar el relato del camarógrafo Alejandro Hernández de Televisa Torreón solicitando asilo político en Estados Unidos frente a un montaje del secretario de la Inseguridad Pública y que no pase nada.
El PRI aprobará o desaprobará el presupuesto. Del PRI es ahora la responsabilidad de arreglar el desastre Cordero: un presupuesto mediocre, no solidario y sin ambición, que el PRI podrá corregir e imponer en la discusión en la Cámara para que tenga sentido social, sirva para la guerra contra la violencia y sea acorde a las necesidades del país.
Adiós a la historia, bienvenidos los desafíos. El primero es abandonar todos los burladeros dialécticos que hemos inventado e intentar en el tercer centenario iniciado que México no sea ya un país tan de la simulación.
Siempre fui de los que juzgaron bueno que el pueblo conociera, identificara y festejara su historia. Toda su historia.
Para pedir hay que saber dar. Por lo tanto, es justo y necesario reconocer que tras la indefinición de los últimos 5 años sobre las celebraciones y conmemoraciones que el gobierno federal tuvo en torno al Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, el resultado de lo que se vio en el Zócalo el 15 de septiembre y en la ciudad de México fue mucho mejor de lo que podíamos suponer dado el desastre que esperábamos.
Otra cosa es discutir si se debía haber hecho eso o algo distinto, lo cierto es que al cuarto para las doce, con la mesa puesta, el secretario de Educación, Alonso Lujambio, se encontró con la posibilidad del mayor desastre de su historia y aunque, repito, se pueden admitir todas las discrepancias sobre lo que se hizo, lo que vimos salió bien.
Terminado el Bicentenario, comenzado el tercer centenario es momento de sacar el balance y de más allá del recuerdo, instaurar lo que es la primera enseñanza de este tiempo: si a México lo hizo su Estado, llevamos ya una serie de años —especialmente desde que empezó el siglo— sin modelo, por eso la tarea urgente es inventar un Estado, es recrear un país.
Para lograrlo, debemos empezar a resolver que la gente no tenga a la pistola, al narco y a la violencia como la única salida. Por tanto, el camino se empieza cuando el presupuesto para 2011 incorpore no sólo dinero para balas sino, sobre todo, para el pan. Porque sin pan seguro habrá balas.
En este primer momento del tercer centenario no cabe que la política la hagan los gustos, las debilidades y los secretos de unos pocos. A estas alturas, esto es ya un clamor nacional e internacional; nacional, por los fallos cometidos y por la policía que nunca llega; internacional, porque gracias a su amor por los montajes seguramente una serie de personas sospechosas de actuaciones criminales deberán ser puestas en libertad, como es el caso de Florence Cassez, y porque es inadmisible escuchar el relato del camarógrafo Alejandro Hernández de Televisa Torreón solicitando asilo político en Estados Unidos frente a un montaje del secretario de la Inseguridad Pública y que no pase nada.
El PRI aprobará o desaprobará el presupuesto. Del PRI es ahora la responsabilidad de arreglar el desastre Cordero: un presupuesto mediocre, no solidario y sin ambición, que el PRI podrá corregir e imponer en la discusión en la Cámara para que tenga sentido social, sirva para la guerra contra la violencia y sea acorde a las necesidades del país.
Adiós a la historia, bienvenidos los desafíos. El primero es abandonar todos los burladeros dialécticos que hemos inventado e intentar en el tercer centenario iniciado que México no sea ya un país tan de la simulación.
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