Guido Mantega, el ministro de finanzas brasileño, fue ayer el primero en reconocer abiertamente lo que está pasando ahora mismo en el mundo: hay "una guerra comercial internacional". ¿Qué consecuencias traerá?
Pues según un análisis publicado por The Wall Street Journal, la consecuencia inevitable es la inflación, ya que muchos países están buscando devaluar sus monedas para incrementar sus exportaciones y salir así de la crisis actual.
De momento, tanto EEUU como el Reino Unido han utilizado el denominado quantitative easing y medidas extraordinarias que han debilitado sus monedas, mientras que Japón, Suiza, Tailandia, Corea del Sur o Singapur han intervenido directamente o prometido hacerlo. Mientras, China sigue con su criticado anclaje con el dólar que le permite ir de la mano de la moneda estadounidense.
Mantega, con sus comentarios, invita a pensar que Brasil probablemente será el próximo en intervenir. Y es que según Goldman Sachs, las últimas subidas del real brasileño le convierten en la moneda más sobrevalorada del mundo, lo que afecta de lleno a su competitividad tal y como recordaba el ministro.
¿Qué problemas trae una nueva ronda de depreciaciones? El diario lo deja muy claro: estos intentos son como los de los marineros que se suben a los hombros unos de otros para abandonar un barco que se hunde.
Una inflación ordenada para reducir la deuda
Los economistas, por su parte, esperan que esta guerra de las divisas consiga frenar el proceso deflacionista en el que se encuentra sumergido buena parte del mundo, especialmente en Occidente.
De hecho, algunos, como recuerda el periódico, creen que una inflación un poco por encima de lo normal sería positiva, ya que reduciria el valor de las enormes deudas contraídas durante el boom, tanto a nivel privado como público. En suma, una enorme transferencia de riqueza de los ahorradores a los prestatarios.
La idea de salir de la crisis a través de un incremento de los precios para reducir el valor de la deuda ha sido defendida por economistas tan prestigiosos como Gregory Mankiw, ex asesor de la Casa Blanca, o Kenneth Rogoff, profesor de Harvard, ex economista jefe del FMI y coautor junto a Carmen Reinhardt, de la universidad de Maryland, de uno de los libros claves para entender la crisis, This Time is Different.
Mankiw recordaba que el abandono del patrón oro en 1933 fue la clave para que EEUU saliera definitivamente de la Gran Depresión. En ese sentido, Frank Beck, de Capital Finance, también citaba ya hace casi dos años al proceso de devaluación global que se dio en los años 30, si bien abogaba por una devaluación coordinada, algo que, de momento, no se está dando.
Para controlar este proceso están los bancos centrales, y como ha recordado Mervyn King, gobernador del banco de Inglaterra, tienen una herramienta poderosa para controlar la inflación, las subidas de tipos.
La incompetencia de los banqueros centrales
Pero como apunta el WSJ, los bancos centrales han mostrado en los últimos años un terrible comportamiento a la hora de anticipar la inflación y reaccionar apropiadamente y a tiempo a cambios dramáticos en la economía.
El diario va más allá en su crítica y señala que ésta generación de banqueros centrales ha pecado consistentemente de imprudencia, irresponsabilidad y exceso.
Cuando la inflación comience a aparecer, predice el WSJ, los banqueros centrales la ignorarán y la calificarán de exógena y fuera de su ámbito de control.
Por lo tanto, el resultado de esta ronda global de devaluación de divisas será una incontrolada y rampante inflación. De hecho, esto es lo que está descontando el incremento espectacular del precio del oro.
Pero a pesar de este proceso, el diario estadounidense cree que China resistirá y que intentará mantener su anclaje al dólar, lo que permitirá que siga engrasada su máquina exportadora y que sus reservas mantengan su valor. La respuesta por parte de EEUU será desencadener una guerra comercial, con aranceles y embargos, y que el consumidor estadounidense sufrirá aunque no tanto como los productores chinos.
De momento, ya se ven los primeros signos de esta guerra con la presión de EEUU sobre el yuan y la imposición de aranceles en China a los pollos americanos, como última muestra.
The Wall Street Journal concluye de manera alarmante: "La crisis financiera nunca iba a terminar de manera tranquila. De hecho, podría terminar de manera muy desordenada".
Pues según un análisis publicado por The Wall Street Journal, la consecuencia inevitable es la inflación, ya que muchos países están buscando devaluar sus monedas para incrementar sus exportaciones y salir así de la crisis actual.
De momento, tanto EEUU como el Reino Unido han utilizado el denominado quantitative easing y medidas extraordinarias que han debilitado sus monedas, mientras que Japón, Suiza, Tailandia, Corea del Sur o Singapur han intervenido directamente o prometido hacerlo. Mientras, China sigue con su criticado anclaje con el dólar que le permite ir de la mano de la moneda estadounidense.
Mantega, con sus comentarios, invita a pensar que Brasil probablemente será el próximo en intervenir. Y es que según Goldman Sachs, las últimas subidas del real brasileño le convierten en la moneda más sobrevalorada del mundo, lo que afecta de lleno a su competitividad tal y como recordaba el ministro.
¿Qué problemas trae una nueva ronda de depreciaciones? El diario lo deja muy claro: estos intentos son como los de los marineros que se suben a los hombros unos de otros para abandonar un barco que se hunde.
Una inflación ordenada para reducir la deuda
Los economistas, por su parte, esperan que esta guerra de las divisas consiga frenar el proceso deflacionista en el que se encuentra sumergido buena parte del mundo, especialmente en Occidente.
De hecho, algunos, como recuerda el periódico, creen que una inflación un poco por encima de lo normal sería positiva, ya que reduciria el valor de las enormes deudas contraídas durante el boom, tanto a nivel privado como público. En suma, una enorme transferencia de riqueza de los ahorradores a los prestatarios.
La idea de salir de la crisis a través de un incremento de los precios para reducir el valor de la deuda ha sido defendida por economistas tan prestigiosos como Gregory Mankiw, ex asesor de la Casa Blanca, o Kenneth Rogoff, profesor de Harvard, ex economista jefe del FMI y coautor junto a Carmen Reinhardt, de la universidad de Maryland, de uno de los libros claves para entender la crisis, This Time is Different.
Mankiw recordaba que el abandono del patrón oro en 1933 fue la clave para que EEUU saliera definitivamente de la Gran Depresión. En ese sentido, Frank Beck, de Capital Finance, también citaba ya hace casi dos años al proceso de devaluación global que se dio en los años 30, si bien abogaba por una devaluación coordinada, algo que, de momento, no se está dando.
Para controlar este proceso están los bancos centrales, y como ha recordado Mervyn King, gobernador del banco de Inglaterra, tienen una herramienta poderosa para controlar la inflación, las subidas de tipos.
La incompetencia de los banqueros centrales
Pero como apunta el WSJ, los bancos centrales han mostrado en los últimos años un terrible comportamiento a la hora de anticipar la inflación y reaccionar apropiadamente y a tiempo a cambios dramáticos en la economía.
El diario va más allá en su crítica y señala que ésta generación de banqueros centrales ha pecado consistentemente de imprudencia, irresponsabilidad y exceso.
Cuando la inflación comience a aparecer, predice el WSJ, los banqueros centrales la ignorarán y la calificarán de exógena y fuera de su ámbito de control.
Por lo tanto, el resultado de esta ronda global de devaluación de divisas será una incontrolada y rampante inflación. De hecho, esto es lo que está descontando el incremento espectacular del precio del oro.
Pero a pesar de este proceso, el diario estadounidense cree que China resistirá y que intentará mantener su anclaje al dólar, lo que permitirá que siga engrasada su máquina exportadora y que sus reservas mantengan su valor. La respuesta por parte de EEUU será desencadener una guerra comercial, con aranceles y embargos, y que el consumidor estadounidense sufrirá aunque no tanto como los productores chinos.
De momento, ya se ven los primeros signos de esta guerra con la presión de EEUU sobre el yuan y la imposición de aranceles en China a los pollos americanos, como última muestra.
The Wall Street Journal concluye de manera alarmante: "La crisis financiera nunca iba a terminar de manera tranquila. De hecho, podría terminar de manera muy desordenada".
Fuente: elEconomista.es
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