Gregorio Izquierdo Llanes / ElEconomista.es
El Gobierno ha anunciado que subirá el tipo marginal máximo del impuesto sobre la renta a los contribuyentes de los tramos superiores, carga que se añade a la que ya algunas comunidades autónomas socialistas han aprobado en la misma línea, y no se sabe si, a la postre, no acabaran subiéndonos a todos la tarifa.
Como resultado, los contribuyentes españoles serán de los que mayor marginal soporten en el mundo desarrollado; peor sólo están Austria, Bélgica y Holanda. Es verdad que otras alternativas anunciadas, como por ejemplo la de resucitar la imposición patrimonial o endurecer la tributación del ahorro eran aún más perniciosas, pero ello no puede servir de consuelo. Y es que este tipo de recargos son siempre contraproducentes, pero más ahora, en plena crisis.
Una regularidad de las reformas fiscales modernas ha sido bajar los tipos marginales de renta excesivos. El objetivo es reducir el exceso de gravamen o nivel de distorsión que provoca el sistema fiscal sobre los agentes y decisiones económicas. La experiencia de las últimas décadas ha sido unívoca en demostrar que la elevación de los tipos marginales, sobre todo en niveles altos, arrasa los incentivos a trabajar, ahorrar y asumir riesgos, a la vez que se hacen especialmente atractivas decisiones socialmente indeseables como el fraude fiscal o la deslocalización de grandes contribuyentes.
Los impuestos deben ser generales, y nunca selectivos, esto es, diseñados para afectar a un grupo concreto de contribuyentes, ya que ello va en contra de la igualdad, entendida como equidad. Es fácil hacer demagogia, pero los individuos que más ingresos obtienen en una sociedad con igualdad de oportunidades como la nuestra son los verdaderos protagonistas del dinamismo y crecimiento económico, ya sean empresarios individuales, profesionales de éxito, autónomos, directivos y/o asalariados cualificados.
No penalizar la prudencia
En las economías de libre mercado, los que más ganan normalmente son los que más se esfuerzan en formarse, más trabajan y/o más riesgos emprenden, y no es cierto, ni mucho menos, que sean estas circunstancias las que haya que penalizar o desanimar en una sociedad en crisis y desempleo generalizado como ésta, que más que subir, lo que de verdad reclama es bajar los impuestos para dinamizar la oferta productiva, el crecimiento y el empleo.
No creo que, como desafortunadamente se ha dicho, nadie esté dispuesto a pagar más impuestos de forma voluntaria, pues para eso sobran los impuestos que, por definición, son coactivos. Mi percepción es la contraria: la mayor parte de los contribuyentes piensa, y no les falta razón, que se pagan muchos tributos para lo que se recibe a cambio, y sobre todo, en relación a nuestra renta, el llamado esfuerzo fiscal.
Por ello, para corregir el déficit de forma sostenible, la mejor vía es recortar el gasto, en especial el corriente, en vez de subir normativamente los impuestos, y menos los directos, ya que, al frenar el crecimiento, también condicionan la recuperación de nuestras finanzas a medio plazo.
Gregorio Izquierdo Llanes, director de Estudios del IEE. Profesor Titular de Economía de la UNED.
El Gobierno ha anunciado que subirá el tipo marginal máximo del impuesto sobre la renta a los contribuyentes de los tramos superiores, carga que se añade a la que ya algunas comunidades autónomas socialistas han aprobado en la misma línea, y no se sabe si, a la postre, no acabaran subiéndonos a todos la tarifa.
Como resultado, los contribuyentes españoles serán de los que mayor marginal soporten en el mundo desarrollado; peor sólo están Austria, Bélgica y Holanda. Es verdad que otras alternativas anunciadas, como por ejemplo la de resucitar la imposición patrimonial o endurecer la tributación del ahorro eran aún más perniciosas, pero ello no puede servir de consuelo. Y es que este tipo de recargos son siempre contraproducentes, pero más ahora, en plena crisis.
Una regularidad de las reformas fiscales modernas ha sido bajar los tipos marginales de renta excesivos. El objetivo es reducir el exceso de gravamen o nivel de distorsión que provoca el sistema fiscal sobre los agentes y decisiones económicas. La experiencia de las últimas décadas ha sido unívoca en demostrar que la elevación de los tipos marginales, sobre todo en niveles altos, arrasa los incentivos a trabajar, ahorrar y asumir riesgos, a la vez que se hacen especialmente atractivas decisiones socialmente indeseables como el fraude fiscal o la deslocalización de grandes contribuyentes.
Los impuestos deben ser generales, y nunca selectivos, esto es, diseñados para afectar a un grupo concreto de contribuyentes, ya que ello va en contra de la igualdad, entendida como equidad. Es fácil hacer demagogia, pero los individuos que más ingresos obtienen en una sociedad con igualdad de oportunidades como la nuestra son los verdaderos protagonistas del dinamismo y crecimiento económico, ya sean empresarios individuales, profesionales de éxito, autónomos, directivos y/o asalariados cualificados.
No penalizar la prudencia
En las economías de libre mercado, los que más ganan normalmente son los que más se esfuerzan en formarse, más trabajan y/o más riesgos emprenden, y no es cierto, ni mucho menos, que sean estas circunstancias las que haya que penalizar o desanimar en una sociedad en crisis y desempleo generalizado como ésta, que más que subir, lo que de verdad reclama es bajar los impuestos para dinamizar la oferta productiva, el crecimiento y el empleo.
No creo que, como desafortunadamente se ha dicho, nadie esté dispuesto a pagar más impuestos de forma voluntaria, pues para eso sobran los impuestos que, por definición, son coactivos. Mi percepción es la contraria: la mayor parte de los contribuyentes piensa, y no les falta razón, que se pagan muchos tributos para lo que se recibe a cambio, y sobre todo, en relación a nuestra renta, el llamado esfuerzo fiscal.
Por ello, para corregir el déficit de forma sostenible, la mejor vía es recortar el gasto, en especial el corriente, en vez de subir normativamente los impuestos, y menos los directos, ya que, al frenar el crecimiento, también condicionan la recuperación de nuestras finanzas a medio plazo.
Gregorio Izquierdo Llanes, director de Estudios del IEE. Profesor Titular de Economía de la UNED.
No hay comentarios:
Publicar un comentario