Rogelio Ramírez de la O / El Universal
La balanza de pagos ahora distingue entre la inversión extranjera que llega a México y la que sale. En ambos casos se incluye la reinversión de utilidades o de rendimientos. La salida de capitales de México en 2009 y, sobre todo, en el primer semestre de 2010, es alarmante.
En inversiones directas de mexicanos en el exterior en 2009, salieron 7,600 millones de dólares, más de cuatro veces lo que las empresas mexicanas obtuvieron emitiendo valores en el mercado internacional. Y en sólo el primer semestre de 2010 la salida fue de 8,070 millones.
En cuanto a otras inversiones, las salidas de activos de mexicanos hacia el exterior en 2009 fueron 5,800 millones de dólares, y en el primer semestre de 2010, 6,500 millones. Es probable que esta salida incluya conceptos que no siempre son fuga permanente de capitales. Pero no hay duda de que la inversión extranjera de mexicanos en el exterior ha crecido mucho y en muy corto tiempo.
De ahí que la contribución neta de la inversión extranjera directa haya caído tanto como de 23,100 millones de dólares en 2008 a sólo 6,400 en 2009, y 4,200 en el primer semestre de 2010. Este último, si bien representa cierta recuperación, es muy bajo para el potencial que México solía tener de atraer inversión extranjera directa.
Las cifras anteriores podrían no representar mayor riesgo, excepto por la evidencia de que muchas empresas mexicanas están invirtiendo en el exterior ante el poco atractivo del mercado interno. Éste es resultado de la falta de crecimiento de la economía y de la poca capacidad adquisitiva que tiene la mayoría de la población.
Pero, quizás más importante es el hecho de ya existe un éxodo de familias mexicanas por la falta de seguridad, sobre todo del Norte del país, para establecer su residencia en el Sur de los Estados Unidos. Quienes observan este flujo estiman que rebasa las 30 mil familias tan sólo este año. Invariablemente, lo primero que adquieren son bienes raíces. Pero el traslado de toda la familia también genera una transferencia de fondos, ya sea de una sola vez o a lo largo del tiempo, para sostener su nueva vida en un lugar seguro.
Aun más preocupante es que la mayoría de estas familias son encabezadas por empresarios, los cuales, al ir al exterior dejan de emplear personas en México para emplearlas fuera. Bajo cualquier óptica esta es una sangría enorme para un país de por sí ya muy golpeado. De no frenarse pronto, México nunca recuperará esta pérdida, como ya lo constatamos con las experiencias de otros éxodos en el siglo pasado.
Por una parte, la capacidad emprendedora tiende a quedarse en donde encuentra un ambiente propicio para desenvolverse, sobre todo seguridad y crecimiento. Por eso la sangría necesariamente reduce el potencial de crecimiento de México. Lo que el gobierno piensa, sin mucha base, que es una capacidad de crecer 4.2% por año, en realidad debe ser mucho menos en la actual situación.
El gobierno debería hacer un esfuerzo genuino para dar un mensaje de confianza a este sector de la sociedad, comenzando por admitir que su actual estrategia tiene demasiadas fallas.
Para cualquiera, es un trauma cambiar de país con todo y familia, como si salieran huyendo. Todos saben que la situación no puede cambiar de la noche a la mañana y nadie exige esto. Pero el éxodo se podría reducir mucho si tan sólo el gobierno se presentara con toda seriedad, tuviera honestidad para admitir la realidad, mostrara soluciones viables y demostrara mejoras tangibles en el interior de su propia organización. No es mucho pedir.
Analista económico
La balanza de pagos ahora distingue entre la inversión extranjera que llega a México y la que sale. En ambos casos se incluye la reinversión de utilidades o de rendimientos. La salida de capitales de México en 2009 y, sobre todo, en el primer semestre de 2010, es alarmante.
En inversiones directas de mexicanos en el exterior en 2009, salieron 7,600 millones de dólares, más de cuatro veces lo que las empresas mexicanas obtuvieron emitiendo valores en el mercado internacional. Y en sólo el primer semestre de 2010 la salida fue de 8,070 millones.
En cuanto a otras inversiones, las salidas de activos de mexicanos hacia el exterior en 2009 fueron 5,800 millones de dólares, y en el primer semestre de 2010, 6,500 millones. Es probable que esta salida incluya conceptos que no siempre son fuga permanente de capitales. Pero no hay duda de que la inversión extranjera de mexicanos en el exterior ha crecido mucho y en muy corto tiempo.
De ahí que la contribución neta de la inversión extranjera directa haya caído tanto como de 23,100 millones de dólares en 2008 a sólo 6,400 en 2009, y 4,200 en el primer semestre de 2010. Este último, si bien representa cierta recuperación, es muy bajo para el potencial que México solía tener de atraer inversión extranjera directa.
Las cifras anteriores podrían no representar mayor riesgo, excepto por la evidencia de que muchas empresas mexicanas están invirtiendo en el exterior ante el poco atractivo del mercado interno. Éste es resultado de la falta de crecimiento de la economía y de la poca capacidad adquisitiva que tiene la mayoría de la población.
Pero, quizás más importante es el hecho de ya existe un éxodo de familias mexicanas por la falta de seguridad, sobre todo del Norte del país, para establecer su residencia en el Sur de los Estados Unidos. Quienes observan este flujo estiman que rebasa las 30 mil familias tan sólo este año. Invariablemente, lo primero que adquieren son bienes raíces. Pero el traslado de toda la familia también genera una transferencia de fondos, ya sea de una sola vez o a lo largo del tiempo, para sostener su nueva vida en un lugar seguro.
Aun más preocupante es que la mayoría de estas familias son encabezadas por empresarios, los cuales, al ir al exterior dejan de emplear personas en México para emplearlas fuera. Bajo cualquier óptica esta es una sangría enorme para un país de por sí ya muy golpeado. De no frenarse pronto, México nunca recuperará esta pérdida, como ya lo constatamos con las experiencias de otros éxodos en el siglo pasado.
Por una parte, la capacidad emprendedora tiende a quedarse en donde encuentra un ambiente propicio para desenvolverse, sobre todo seguridad y crecimiento. Por eso la sangría necesariamente reduce el potencial de crecimiento de México. Lo que el gobierno piensa, sin mucha base, que es una capacidad de crecer 4.2% por año, en realidad debe ser mucho menos en la actual situación.
El gobierno debería hacer un esfuerzo genuino para dar un mensaje de confianza a este sector de la sociedad, comenzando por admitir que su actual estrategia tiene demasiadas fallas.
Para cualquiera, es un trauma cambiar de país con todo y familia, como si salieran huyendo. Todos saben que la situación no puede cambiar de la noche a la mañana y nadie exige esto. Pero el éxodo se podría reducir mucho si tan sólo el gobierno se presentara con toda seriedad, tuviera honestidad para admitir la realidad, mostrara soluciones viables y demostrara mejoras tangibles en el interior de su propia organización. No es mucho pedir.
Analista económico
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