domingo, 7 de agosto de 2011

LOS ACREEDORES DEL GRAN DEUDOR

José Antonio Rojas Nieto / La Jornada
¿A quiénes "deben" nuestros sufridos vecinos su enorme deuda de 52.3 billones de dólares? Sí, de 52 millones de millones de dólares, es decir, 52.3 billones nuestros. Sí, ¿a quiénes? ¿Quiénes son esos que –aparentemente– sufren por el riesgo de que sus deudores estadunidenses no paguen? Veamos. De ese gran total, 37.5 billones (71.7 por ciento) se lo deben a bancos (9.1 billones); a agencias gubernamentales de crédito (6.3 billones, básicamente para hipotecas); a compañías de seguros y fondos mutualistas (3.2 billones en ambos casos); a autoridades monetarias (2.5 billones); a tenedoras de bonos respaldados con activos (2.3 billones); y a otros tipos de acreedores asociados a financieras, casas de bolsa, casas de cambio, compañías de seguros, instituciones de ahorro y fondos de inversión estadunidenses, que en conjunto concentran 10.9 billones más, con los que se ajusta esa deuda interna de los estadunidenses a múltiples y diversos organismos financieros.
Además, este endeudamiento interno –en este caso a esa pléyade de instituciones– se complementa 6.6 billones más (12.6 por ciento más del total), que se adeudan a los llamados organismos no financieros. Con ello, la deuda denominada interna suma un total de 44 billones de dólares, equivalente a 84.3 por ciento de la deuda total.
¿Y la deuda externa? Pues la deuda externa concentra el resto, 15.7 por ciento restante. Así, es de "sólo" 8.5 billones de dólares. Sí, sólo eso, que por poco que parezca –dado el contexto de la enorme deuda– equivale al 60 por ciento de su producto anual. En este marco no hay que olvidar que 4.5 billones de esos 8.5 que se deben a organismos y gobiernos del exterior, corresponden a deuda del gobierno federal. ¿A qué organismos externos debe el gobierno de Estados Unidos esos 4.5 billones de dólares? La cuarta parte, equivalente a 1.2 billones de dólares, la debe el gobierno federal estadunidense a China. Una quinta parte más a Japón, lo que prácticamente representa un billón de dólares más. Y con lo que se le debe al Reino Unidos, 0.35 billones, es decir, 350 mil millones de dólares, se completa poco más de la mitad de la deuda externa gubernamental estadunidense.
A los países exportadores de petróleo se les deben 230 mil millones de dólares. A Brasil un monto similar, aunque ligeramente menor, 211 mil millones de dólares. Y así sucesivamente, podemos citar una lista de no menos de 20 países más, que acumula montos de deuda externa estadunidense hasta concentrar 95 por ciento de ese total. Al cierre del primer trimestre de este año, ese total alcanzó esos 4.5 billones de dólares señalados. Pero el sector privado estadunidense debe externamente otros 4 billones de dólares más.
Por eso la deuda externa del vecino país acumula 8.5 billones, que representan –como lo he señalado– 16 por ciento del endeudamiento total de Estados Unidos. Si a la parte correspondiente al endeudamiento público externo sumamos los 8.8 billones que el gobierno debe internamente a inversionistas privados y a la Reserva Federal, obtenemos los 14.3 billones de deuda pública, justamente 27 por ciento de la deuda total estadunidense.
El sainete reciente sobre el techo del endeudamiento público en Estados Unidos se concentra, precisamente, en estos 14.3 billones que debe el gobierno federal. En su ampliación o reducción. En las formas en que se pagará, que una vez tomada la resolución del Congreso, representa una baja sustancial a diversos programas gubernamentales cuyo freno generará muchísimo problemas en los próximos años. En particular se verán muchos efectos nocivos por el deterioro al programa de salud. Aunque no sólo. La infraestructura también se verá muy afectada. En todas las teorías económicas se afirma que la inversión es el motor de todo desarrollo. Y también prácticamente en todas se reconoce el papel fundamental de la inversión y el gasto públicos para impulsar o frenar no sólo la inversión privada, sino las condiciones sociales de la vida de los trabajadores.
La decisión que acaba de tomar el Congreso –con el pírrico triunfo de la miopía republicana que araña todo lo que puede para ganar las próximas elecciones– no es sino una circunstancia más que dificulta y agrava los términos de una recuperación económica compleja, difícil y lenta muy lenta, de la economía vecina. Y frente a ese panorama, el futuro próximo nuestro no puede será –independientemente de la demagogia de unos y otros– sencillo.
¡Nunca como ahora deberemos cuidarnos de vendedores de espejitos y de canicas! Nuestros vecinos han optado por atender antes que nada a sus acreedores y cuidar su déficit. Y eso, eso, nos está afectando mucho. Muchísimo. Pronto comentaremos con detalle esas afectaciones a nuestra vida económica y social. Sin duda.

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