sábado, 20 de agosto de 2011

SINCERAMENTE PEOR NO SE PUEDE HACER

Amador G. Ayora / elEconomista.es
Imagínese que usted es el consejero delegado de una empresa en dificultades que debe convencer a un grupo de bancos para que le otorguen un crédito. Pero el día en que se presenta ante ellos para explicarles su plan de negocio, se dedica a exponerles las maravillosas perspectivas del sector para la próxima década. La respuesta más probable es que se quede sin préstamo.
Después de una primera quincena de agosto terrorífica, en la que Europa había logrado tapar la herida abierta por la crisis de la deuda con la compra de bonos italianos y españoles por parte del Banco Central Europeo (BCE), la comparecencia del martes pasado de la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, era esperada como un revulsivo para la zona euro. De hecho, éste se había apreciado de manera significativa frente al dólar hasta ese momento, en casi 1,45 unidades por dólar.
Pero Merkel y Sarkozy, en lugar de abordar los problemas inmediatos de la Unión Europea, se dedicaron a poner los deberes a los demás a cambio del acceso a su cheque, con el objetivo de alcanzar un utópico y lejano "gobierno económico de la eurozona". Unas tareas cuestionables, que han dividido a los países miembros y provocado que vuelvan las tensiones.
Se quedaron en el tintero
Sin embargo, las dos peticiones de las que estaban pendientes los inversores quedaron en el tintero: la ampliación del fondo de rescate y la creación de los eurobonos. Es cierto que Merkel, por primera vez, no se pronunció en contra de éstos últimos, pero Sarkozy dejó claro que ninguno de los dos asuntos figuraba en el orden del día.
La creación de los eurobonos es vista como la única tabla de salvación del euro, ya que eliminaría las incertidumbres sobre la capacidad de países como España e Italia -además de Grecia, Irlanda y Portugal- para hacer frente a su deuda, al quedar ésta respaldada por la UE.
Las compras de deuda por parte del BCE son vistas como un parche temporal, que no puede prolongarse más allá de un año, sin necesidad de recapitalizar la institución. Los 17 miembros del euro tendrían en conjunto un déficit del 4% y una deuda de en torno al 80% de su Producto Interior Bruto (PIB). Unas cifras muy saludables, comparadas con Estados Unidos, que impulsarían al euro como la moneda de referencia frente al dólar.
Pero en lugar de ello, anunciaron un conjunto de medidas polémicas, que contribuyen al desconcierto. En primer lugar, se dieron de plazo hasta el verano del año próximo para que cada país introduzca por ley en su Constitución que el déficit público no supere el 3% del PIB. Un asunto que requiere delicadas mayorías en algunos como España, donde cambiar la Carta Magna es muy complejo, como se ha visto para otras cuestiones.
Además, prometieron caminar hacia la unificación del Impuesto de Sociedades. Otro tema controvertido, que resta competitividad a los Estados al limitar su margen para modificar el tipo del Impuesto, y que ya fue debatido dentro de la UE, como explicó elEconomista esta semana.
Lo peor, el deseo de Sarkoy por 'Tobin'
Lo peor es el deseo de Sarkozy de revitalizar la tasa Tobin a las transacciones financieras. Una vieja iniciativa que no logró sacar adelante en el G-20 por la oposición de los países emergentes. La tasa carga contra los bancos europeos, que tendrían que pagar más impuestos que sus competidores, justo en el momento en el que están más debilitados.
En el fondo, obedece a la idea acuñada en Europa de que la banca es la culpable de la crisis de liquidez actual y debe resarcir a los Estados, que se han visto obligados a entrar en su capital para evitar su quiebra. Reino Unido y Holanda, dos de las naciones que tuvieron que salir al rescate masivo de sus entidades financieras, se niegan en redondo a su implantación.
Es curioso cómo el presidente francés se pliega a los criterios de Merkel, dando la vuelta como un calcetín a su pensamiento sobre los eurobonos al ver que Francia podía perder la calificación de triple A para su deuda.
La impresión de la mayoría de los analistas financieros es que las propuestas de Merkel y Sarkozy sobre la moneda única generan tal rechazo y división entre sus miembros, que lo más probable es que el euro acabe roto. Justamente el efecto contrario que se pretendía.
O quizá no, porque hay quien empieza a pensar que tras el discurso se esconde la idea de formar una primera división de países del euro junto a Holanda, Austria o Finlandia. Craso error. Tanto la creación de una divisa franco-germana, como la posibilidad de acuñar de nuevo el marco hundirían a Alemania en la miseria. En estos momentos, el 45$ de sus exportaciones se dirige a países de la eurozona. La devaluación de las monedas del resto, los eliminaría automáticamente de la lista de clientes, además de encarecer sus exportaciones.
Si Suiza o Japón luchan a brazo partido para evitar que la apreciación del yen y el franco ahogue sus economías, la moneda germana actuaría aún más como refugio mundial. Con una demanda interna pírrica, la fortaleza alemana está en la salida al exterior de sus productos. Merkel es prisionera de su propio destino. Lo que no puede ahora es imponer sus deseos al resto bajo chantaje después de embaucar a Sarkozy. Y menos cuando la propia Alemania es la causante del desaguisado, ya que la regla del déficit se suprimió porque Berlín la quebrantó entre 2002 y 2005.
Una gloriosa contradicción
La última contradicción es la gloriosa idea de esta pareja del eje franco-alemán de amenazar con la supresión de los fondos europeos a los países que incumplan el déficit. Uno de los posibles damnificados sería Grecia, donde aproximadamente el 2% de su crecimiento actual proviene de las ayudas de la Unión Europea, que hace sólo unas semanas se elevaron tras socorrerla.
Y luego está nuestro líder, Rodríguez Zapatero, quien aprueba un plan de reformas descafeinado y electoralista (ver editorial adjunto) y pide comparecer la próxima semana en el Congreso para sacar pecho en la crisis frente a Francia y Alemania. Si a ello unimos la impopularidad de Obama y los crecientes síntomas de que EEUU se encamina hacia una segunda recesión, el panorama es espantoso.
El pasado jueves por la mañana volvieron a desplomarse los mercados tras un informe de Morgan Stanley que rebajaba las expectativas de crecimiento mundial y europeo. Entre los argumentos que cita el estudio está, textualmente, "la falta de credibilidad de los líderes políticos actuales". Sinceramente, creo que peor no se puede hacer.

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