martes, 16 de agosto de 2011

¿HACIA UNA DOBLE INMERSIÓN?

Economist Intelligence Unit

Estados Unidos

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Especialistas de Washington reconocen que la débil recuperación estadunidense se está extinguiendoFoto Reuters
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Especialistas de Washington reconocen que la débil recuperación estadunidense se está extinguiendo. Foto Reuters

La semana pasada debía haber sido buena para la economía estadunidense. Los líderes del país terminaron por fin un ridículamente irresponsable duelo de tozudez fiscal, conjurando la amenaza de un Armagedón financiero mundial al acordar elevar el techo de endeudamiento federal. Sin embargo, lejos de dejar escapar un suspiro de alivio, los inversionistas están nerviosos. Los mercados de valores se han estremecido.
El 2 de agosto, día en que se firmó el acuerdo, el índice S&P 500 tuvo su caída más grande en un solo día en más de un año, y los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años cayeron a 2.6%, su nivel más bajo en nueve meses, mientras los inversionistas buscaban valores más seguros.
No todo tiene que ver con EU: la zona euro es un desastre y en todas partes la industria manufacturera parece desacelerar. Pero las perspectivas estadunidenses se han oscurecido de pronto. Las revisiones estadísticas y algunas nuevas cifras desalentadoras han revelado una recuperación más débil de lo previsto, casi hasta llegar a un alto.
Una vez estancada, una economía puede fácilmente recaer en recesión, en particular si es golpeada por un nuevo choque, como le ocurrirá a EU gracias a una pesada dosis de contracción fiscal empeorada por el acuerdo sobre la deuda. Las probabilidades de una doble inmersión en el curso del año próximo son incómodamente altas, tal vez hasta de 50 por ciento.
La recuperación de EU a partir de una recesión siempre ha estado destinada a ser vacilante y frágil. Y sus males no necesitan caer sobre la economía mundial, gracias a la fortaleza de los mercados emergentes. Pero la irracionalidad del acuerdo sobre la deuda –notablemente al no enfrentar ninguna de las fuentes reales de los problemas fiscales del país– plantea una preocupación mayor. ¿Se puede confiar en que los políticos estadunidenses, tan polarizados y dispuestos a jugar con la economía, no convertirán lo que siempre fue un inevitable periodo de tirantez en un estancamiento más prolongado?
Empecemos con el estado de la recuperación. El 29 de julio los especialistas del gobierno de Washington publicaron revisiones de las estadísticas del PIB de varios años anteriores. Mostraron que la recesión de 2008 fue más profunda de lo que se creía, y la recuperación, menos firme. La producción no ha recobrado su punto más alto anterior a la recesión. Y la débil recuperación se está extinguiendo. La producción del año anterior creció apenas 1.6%, muy debajo de lo que la mayoría de los analistas consideran la tasa de crecimiento mínima para sostener la economía, y a un ritmo que en el pasado ha sido seguido casi siempre por una recesión.
En los seis meses pasados EU ha logrado con trabajos un crecimiento anualizado de apenas 0.8%. Incluso observadores que, como nosotros, esperaban que Washington anduviera tocando fondo por un tiempo, no preveían un crecimiento tan bajo.
Los factores temporales también han contado. El alza de precios del petróleo redujo el gasto de consumo. El terremoto en Japón interrumpió las cadenas de suministro. En algunas industrias, sobre todo la automotriz, hay un claro repunte, pero la economía general es ahora tan débil que pasará mucho tiempo para que vuelva a crecer a un ritmo razonable. Y existen algunos signos de que las perturbaciones temporales han dejado una marca más duradera en la sique de empresas y compradores. Por eso las cifras más recientes son tan desconcertantes.
El gasto de consumo cayó en junio; la confianza del consumidor tuvo un bache en julio, al igual que los pedidos de manufacturas. Desde luego, se trata de instantáneas tempranas e incompletas, pero las probabilidades de una doble inmersión el año próximo, que parecían relativamente pequeñas hace apenas un mes, se han elevado en forma alarmante.

Si eso ocurre, los políticos estadunidenses tendrán gran parte de la culpa. Su receta para una economía débil fue una gran dosis de austeridad. Gracias a la expiración de un crédito al impuesto sobre nóminas y a la extensión de los beneficios por desempleo en diciembre, EU está en el curso de una contracción fiscal equivalente a 2% del PIB el año próximo, la mayor de cualquier economía grande... y suficiente para arrastrar a una débil a la recesión.
El acuerdo sobre la deuda, que implica sólo modestos recortes de gasto a corto plazo, no es la causa principal de esto. Pero el Congreso estadunidense pudo y debió detener esta trayectoria potencialmente ruinosa. Había que lograr este acuerdo: mantener alto el gasto a corto plazo, con énfasis en la muy necesaria inversión en infraestructura, y extender los recortes temporales de impuestos, a cambio de una reducción grande del déficit a mediano plazo, centrada en los beneficios de jubilación y la reforma fiscal. Los legisladores hicieron exactamente lo opuesto: no apoyaron la economía ahora ni encontraron suficientes recortes en el curso de la próxima década para estabilizar la deuda.
Las decisiones difíciles se han dejado a una comisión, salida fácil que condena a trabajadores y empresas a una incertidumbre más paralizante acerca de cómo se enfrentará el desbarajuste fiscal del país. ¿Construiría el lector una fábrica hoy si supiera que los impuestos se elevarán a la larga, pero no sabe cuáles?
Peor aún, la venenosa grilla de las semanas pasadas ha creado nuevas formas de incertidumbre. Ahora que a los del Tea Party les ha salido bien usar la moratoria como arma política, sin duda la volverán a usar. La negativa a transigir, que se volvió con rapidez asunto de honor para ambos partidos, provoca daños en otras partes, al precipitar el cierre parcial de la Administración Federal de Aviación y posponer iniciativas de comercio. En el mejor de los casos, los políticos han detenido una vacilante expansión; en el peor, habrán acabado con la recuperación e infligido un daño perdurable a la máquina de prosperidad más impresionante del planeta.
En tierra de ciegos la Fed...
Barack Obama o uno de sus contendientes republicanos puede aún encontrar valor para decir la verdad sobre la economía estadunidense en la campaña presidencial del año próximo. Pero dada la actual inutilidad de los políticos, la única institución que tiene el poder para conjurar el peligro es la Reserva Federal (Fed). Con las tasas de interés tan bajas, eso significa más liberación de efectivo al mercado. Imprimir dinero se justifica en las circunstancias actuales, pero sigue siendo un instrumento de rendimientos decrecientes. Un apoyo fiscal habría sido mucho mejor.
Si EU logra evitar la recesión y comienza a salir del pozo, será por sus fortalezas subyacentes. Aún tiene enormes ventajas sobre otros países ricos: una población más joven y con menor carga impositiva, una economía más innovadora y, al menos por ahora, el dólar como divisa mundial de reserva. Lástima que no tenga los políticos que necesita.
Fuente: la Jornada
Traducción de texto: Jorge Anaya

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