¿Serán capaces los países asiáticos de sustituir la demanda externa por demanda interna?
¿Tendrán acceso a financiación masiva, tal y como han tenido las economías desarrolladas?
JORGE BLÁZQUEZ / EL PAÍS
La crisis financiera, que tantos titulares está dando, es el reflejo de una crisis económica, a mi juicio, mucho más profunda. En los últimos 10 años, el mundo se ha caracterizado por un comportamiento dual. Por un lado, las economías desarrolladas han crecido relativamente poco, en particular cuando se compara su crecimiento con el de las economías emergentes. Así, en el periodo 1999-2010, las economías más avanzadas crecieron en promedio anual un 1,9%, frente al 6,2% de las economías emergentes. Además, los países desarrollados afrontaron dicho crecimiento con un abultado déficit exterior, que era financiado por las economías emergentes y en desarrollo. En el año 2008, las economías desarrolladas, sin Japón ni Alemania, acumularon un déficit por cuenta corriente de 875.000 millones de dólares, frente a un superávit de los emergentes de 704.000 millones. Con la crisis financiera, estas abultadas cifras se han reducido a la mitad, aproximadamente.
Durante la pasada década nos acostumbramos a este modelo de crecimiento, pero el mundo era muy diferente antes de 1999. Si analizamos el periodo 1980-1999, observamos que el crecimiento mundial era mucho más homogéneo y que el comportamiento del déficit exterior era similar para ambas áreas del mundo. El crecimiento en dicho periodo de tiempo fue del 2,9% en los países desarrollados y del 3,6% en las economías emergentes y en desarrollo.
A partir de 1999, el mundo sufre un cambio y progresa con un modelo estructuralmente inestable. El actual modelo económico, muy simplificado, funcionaría de la siguiente manera: por un lado, las economías desarrolladas actúan de motores del crecimiento mundial. A pesar de tener un crecimiento económico relativamente bajo, sus familias y empresas tienen una elevada capacidad de consumo que destinan a comprar productos en el extranjero. Esta capacidad para consumir masivamente proviene de su capacidad para endeudarse, aparentemente sin límites. Por su parte, las economías emergentes aprovechan esta demanda de último recurso para crecer a base de exportaciones y al mismo tiempo financian el endeudamiento de los agentes privados del mundo desarrollado. Pues bien, la actual crisis financiera es el síntoma de que este modelo de crecimiento mundial se ha agotado. La capacidad para endeudarse de las economías ricas tiene un límite, límite que hemos alcanzado.
La historia reciente es más conocida. En el año 2008, la demanda privada de las economías desarrolladas colapsa, y los Gobiernos llevan a cabo políticas que sustituyen parcialmente dicha demanda privada por demanda pública para minimizar el impacto de la crisis económica sobre el empleo. Tres años después, y a pesar de haber llevado a cabo políticas coherentes con la crisis, y además pedidas por los mercados, en 2011 los propios mercados consideran casi irrelevante si el endeudamiento es público o privado y simplemente parecen castigar lo que consideran una demanda interna (o consumo, si se prefiere) excesiva. A modo de anécdota merece la pena mencionar que en 2010 los cuatro países del mundo con un déficit exterior más elevado eran Estados Unidos, Italia, España y Reino Unido, y por este orden.
Es muy complicado anticipar cómo se va a resolver la actual crisis. Sospecho que los mercados, es decir, los inversores, no van a estar satisfechos hasta que los países implicados en la crisis dejen de necesitar financiación internacional adicional. O en términos macroeconómicos, los países con excesivo déficit exterior o excesiva apelación a los mercados internacionales deben cerrar suficientemente la brecha exterior. Creo que no va quedar otra, a corto plazo, que ajustar más la demanda interna, es decir, más ajuste económico.
Sin duda, y para las economías protagonistas de la crisis financiera -como España-, la resolución de la misma es un tema absolutamente crucial, pero desde una perspectiva global, la pregunta económica realmente interesante es qué modelo de crecimiento mundial tendremos cuando finalice la crisis. Las economías desarrolladas están endeudadas y van a necesitar años para reducir dicho endeudamiento o para desapalancarse, dicho en jerga financiera. Obviamente existe la opción rápida: un default o impago masivo. Pero, honestamente, creo que esta opción tiene probabilidad cero. Por tanto, y sin la demanda de último recurso por parte de los países más desarrollados y en un mundo donde ya no se toleran elevados déficits exteriores, el modelo de crecimiento vía exportaciones deja de ser una alternativa válida desde un punto de vista global.
Las economías emergentes deberán buscar otros modelos para seguir manteniendo los crecimientos actuales. Pero ¿es eso posible en los próximos dos o tres años? En particular, ¿podrán los países asiáticos reinventar sus economías y crecer de manera diferente? ¿Serán capaces de sustituir la demanda externa por demanda interna en el largo plazo? ¿Tendrán acceso las economías emergentes a financiación masiva para estimular la demanda interna, tal y como han tenido las economías desarrolladas? ¿Quiénes serán los ganadores del nuevo modelo de crecimiento global? Y China, ¿podrá seguir creciendo como lo ha hecho si Estados Unidos y Europa no pueden endeudarse como lo han hecho? A raíz de la rebaja de rating soberano por parte de Standard & Poor's, China acusó a Estados Unidos de ser adicto a la deuda... Sorprendente acusación, dado que China ha sido el país del mundo que más entusiastamente ha financiado dicha adicción.
En la última década hemos vivido en una economía globalizada donde los países emergentes ponían el crecimiento y la financiación, y los desarrollados ponían el consumo y la deuda. La crisis financiera es el reflejo de un modelo que llega a su fin. Y la pregunta que queda en el aire, cuando las sombras de la actual crisis se disipen, es: ¿Qué modelo de crecimiento será el que prevalezca y qué sectores y países serán los ganadores en el nuevo escenario?
Jorge Blázquez es doctor en Economía y presidente de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES).
¿Tendrán acceso a financiación masiva, tal y como han tenido las economías desarrolladas?
JORGE BLÁZQUEZ / EL PAÍS
La crisis financiera, que tantos titulares está dando, es el reflejo de una crisis económica, a mi juicio, mucho más profunda. En los últimos 10 años, el mundo se ha caracterizado por un comportamiento dual. Por un lado, las economías desarrolladas han crecido relativamente poco, en particular cuando se compara su crecimiento con el de las economías emergentes. Así, en el periodo 1999-2010, las economías más avanzadas crecieron en promedio anual un 1,9%, frente al 6,2% de las economías emergentes. Además, los países desarrollados afrontaron dicho crecimiento con un abultado déficit exterior, que era financiado por las economías emergentes y en desarrollo. En el año 2008, las economías desarrolladas, sin Japón ni Alemania, acumularon un déficit por cuenta corriente de 875.000 millones de dólares, frente a un superávit de los emergentes de 704.000 millones. Con la crisis financiera, estas abultadas cifras se han reducido a la mitad, aproximadamente.
Durante la pasada década nos acostumbramos a este modelo de crecimiento, pero el mundo era muy diferente antes de 1999. Si analizamos el periodo 1980-1999, observamos que el crecimiento mundial era mucho más homogéneo y que el comportamiento del déficit exterior era similar para ambas áreas del mundo. El crecimiento en dicho periodo de tiempo fue del 2,9% en los países desarrollados y del 3,6% en las economías emergentes y en desarrollo.
A partir de 1999, el mundo sufre un cambio y progresa con un modelo estructuralmente inestable. El actual modelo económico, muy simplificado, funcionaría de la siguiente manera: por un lado, las economías desarrolladas actúan de motores del crecimiento mundial. A pesar de tener un crecimiento económico relativamente bajo, sus familias y empresas tienen una elevada capacidad de consumo que destinan a comprar productos en el extranjero. Esta capacidad para consumir masivamente proviene de su capacidad para endeudarse, aparentemente sin límites. Por su parte, las economías emergentes aprovechan esta demanda de último recurso para crecer a base de exportaciones y al mismo tiempo financian el endeudamiento de los agentes privados del mundo desarrollado. Pues bien, la actual crisis financiera es el síntoma de que este modelo de crecimiento mundial se ha agotado. La capacidad para endeudarse de las economías ricas tiene un límite, límite que hemos alcanzado.
La historia reciente es más conocida. En el año 2008, la demanda privada de las economías desarrolladas colapsa, y los Gobiernos llevan a cabo políticas que sustituyen parcialmente dicha demanda privada por demanda pública para minimizar el impacto de la crisis económica sobre el empleo. Tres años después, y a pesar de haber llevado a cabo políticas coherentes con la crisis, y además pedidas por los mercados, en 2011 los propios mercados consideran casi irrelevante si el endeudamiento es público o privado y simplemente parecen castigar lo que consideran una demanda interna (o consumo, si se prefiere) excesiva. A modo de anécdota merece la pena mencionar que en 2010 los cuatro países del mundo con un déficit exterior más elevado eran Estados Unidos, Italia, España y Reino Unido, y por este orden.
Es muy complicado anticipar cómo se va a resolver la actual crisis. Sospecho que los mercados, es decir, los inversores, no van a estar satisfechos hasta que los países implicados en la crisis dejen de necesitar financiación internacional adicional. O en términos macroeconómicos, los países con excesivo déficit exterior o excesiva apelación a los mercados internacionales deben cerrar suficientemente la brecha exterior. Creo que no va quedar otra, a corto plazo, que ajustar más la demanda interna, es decir, más ajuste económico.
Sin duda, y para las economías protagonistas de la crisis financiera -como España-, la resolución de la misma es un tema absolutamente crucial, pero desde una perspectiva global, la pregunta económica realmente interesante es qué modelo de crecimiento mundial tendremos cuando finalice la crisis. Las economías desarrolladas están endeudadas y van a necesitar años para reducir dicho endeudamiento o para desapalancarse, dicho en jerga financiera. Obviamente existe la opción rápida: un default o impago masivo. Pero, honestamente, creo que esta opción tiene probabilidad cero. Por tanto, y sin la demanda de último recurso por parte de los países más desarrollados y en un mundo donde ya no se toleran elevados déficits exteriores, el modelo de crecimiento vía exportaciones deja de ser una alternativa válida desde un punto de vista global.
Las economías emergentes deberán buscar otros modelos para seguir manteniendo los crecimientos actuales. Pero ¿es eso posible en los próximos dos o tres años? En particular, ¿podrán los países asiáticos reinventar sus economías y crecer de manera diferente? ¿Serán capaces de sustituir la demanda externa por demanda interna en el largo plazo? ¿Tendrán acceso las economías emergentes a financiación masiva para estimular la demanda interna, tal y como han tenido las economías desarrolladas? ¿Quiénes serán los ganadores del nuevo modelo de crecimiento global? Y China, ¿podrá seguir creciendo como lo ha hecho si Estados Unidos y Europa no pueden endeudarse como lo han hecho? A raíz de la rebaja de rating soberano por parte de Standard & Poor's, China acusó a Estados Unidos de ser adicto a la deuda... Sorprendente acusación, dado que China ha sido el país del mundo que más entusiastamente ha financiado dicha adicción.
En la última década hemos vivido en una economía globalizada donde los países emergentes ponían el crecimiento y la financiación, y los desarrollados ponían el consumo y la deuda. La crisis financiera es el reflejo de un modelo que llega a su fin. Y la pregunta que queda en el aire, cuando las sombras de la actual crisis se disipen, es: ¿Qué modelo de crecimiento será el que prevalezca y qué sectores y países serán los ganadores en el nuevo escenario?
Jorge Blázquez es doctor en Economía y presidente de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES).
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