GILBERTO SERNA / EL SIGLO DE TORREÓN
Esto, la trama en que se vio envuelto Dominique, tenía todos los visos de una conjura, se notaba a leguas. Sólo faltaba que la policía neoyorquina lo arrastrara como un fardo hasta el interior de una crujía. Así fue, al igual que Edmond Dantés es arrojado a pudrirse en un calabozo en el Castillo de If, en la novela de Alejandro Dumas, intitulada el Conde de Montecristo, así Dominique es expuesto al morbo de la gente en la prensa mundial como autor del delito de violación, imponiéndole un brazalete con el propósito de que impedir que abandonará una elegante mansión que le serviría de reclusorio (aquí cabe aquello de que aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión). Ambos eran inocentes de los cargos formulados por las autoridades. Debido a envidias y rencores son acusados injustamente de crímenes que no cometieron. Una mujer rodea en cada una de las historias. A Edmundo Dantés que está a punto de contraer nupcias, es denunciado como traidor y enviado a prisión, con el fin de ganarle la novia; Strauss Kahn funge como director del Fondo Monetario Internacional y es pretendiente a ocupar la presidencia de Francia, cuando es detenido por la policía acusado, por una mujer, de abuso sexual.
Es tal el influjo de la pluma del genial escritor, que El Conde de Montecristo parece un personaje de la vida real, en tanto el truculento episodio que vivió Dominique es el argumento ideal para una novela con tintes políticos. La política es perversa, aunque en realidad los depravados somos los hombres que en estos y otros tiempos hacemos de la política un maratón de porquería y desenfreno, prostituyendo lo que debería de ser puro y limpio. ¿Pruebas, me pide usted amable lector? Es tan claro lo que sucede allá en la calle, que por sabido se calla ¿pruebe que las estrellas en el firmamento están ardiendo desde el principio de los tiempos? y le diré que no me consta pero dicen los científicos que así es y con eso me basta y me sobra. Hay cosas en este mundo que no requieren de más demostración que la existencia del hecho. Cualquier excusa es pretender tapar el sol con un dedo. Lo que suele pasar, decía con tristeza un hombre que se jactaba a sus noventa y cinco años de edad, de haberlo visto todo, que somos tan mal pensados que apenas vemos a una pareja salir de un hotel y de inmediato concluimos que son novios. Ese es el pecado y la penitencia de los seres humanos desde que Eva le dio a probar a Adán uno de los frutos del árbol de la vida y de la ciencia.
Pero en este caso no estamos seguros de qué fue lo que pasó. Porque no ha pasado. Si bien es cierto que se retiró en EE.UU. la acusación de agresión sexual, en Francia se presenta ahora una denuncia de una escritora, Tristane Banon que dice que el mismo Dominique intentó violarla en la Ciudad de París en el año de 2003, lo que podría suponer otro obstáculo a un posible intento de volver al terreno político. En efecto, se está envenenando el periodo previo a las elecciones presidenciales de abril de 2012 en el que nuestro personaje que ha venido siendo vapuleado como un peligroso delincuente sexo-maniaco. No creo que haya sido una casualidad la manera perruna en que se le ha venido persiguiendo. Sin más ni más ha sido objeto de una agria disputa en que virtualmente sus pantalones no los ha descolgado del clóset, paseando por los pasillos de hoteles, con sus vergüenzas de fuera, en busca de una dama a cual deshonrar. Ya me parece verlos en sesión permanente preguntándose ¿cómo evitar que Dominiqui sea candidato? cuando sabemos que es un hombre que en la geometría política de su país es de las izquierdas. Recordemos que el bloque de izquierdas entrando el Siglo XX proclamó la separación de la Iglesia y el Estado. Ya me parece oírlos: atícenle, hasta que hayan transcurrido los periodos electorales. Es un hombre muy peligroso. En lo que hasta ahora hemos hecho lo único que hemos logrado es elevar su popularidad. Díganle a la escritora que si este hombre se quiso propasar, no se requieren más pruebas que su palabra, nuestra pretensión es inhabilitarlo, después ya veremos.
Desde ahora pronosticamos que ganará la presidencia. El actual presidente de Francia, Nicolás Sarkosy es capaz de decir que se vio en dificultades cuando Dominiqui le pidió que se volteara, sin saber que se refería a su status político. Lo que reitera el dicho de que el destino de Strauss-Kahn le ha sido arrebatado. Sus simpatizantes de izquierda están furiosos, lanzando espuma por la boca. No se explican cómo es que un director del FMI y candidato presidencial haya caído en una sucia ergástula. En fin, izquierdas y derechas se están dando hasta con la cubeta y ni siquiera Strauss Kahn ha subido al encordado, lo que según las izquierdas habla de una conspiración. El que aquí escribe hace un alto, para recordarles a los socialistas franceses que se trata de eliminar de la contienda electoral a un enemigo. Es una guerra más cruenta que las de verdad. Las derechas ven amenazados sus intereses por lo que son capaces de todo lo imaginable. Ya lo decía Napoleón Bonaparte, las guerras se ganan con tres cosas: dinero, dinero y más dinero. Y eso le sobra a Nicols Sarkosí y sus aliados.
Esto, la trama en que se vio envuelto Dominique, tenía todos los visos de una conjura, se notaba a leguas. Sólo faltaba que la policía neoyorquina lo arrastrara como un fardo hasta el interior de una crujía. Así fue, al igual que Edmond Dantés es arrojado a pudrirse en un calabozo en el Castillo de If, en la novela de Alejandro Dumas, intitulada el Conde de Montecristo, así Dominique es expuesto al morbo de la gente en la prensa mundial como autor del delito de violación, imponiéndole un brazalete con el propósito de que impedir que abandonará una elegante mansión que le serviría de reclusorio (aquí cabe aquello de que aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión). Ambos eran inocentes de los cargos formulados por las autoridades. Debido a envidias y rencores son acusados injustamente de crímenes que no cometieron. Una mujer rodea en cada una de las historias. A Edmundo Dantés que está a punto de contraer nupcias, es denunciado como traidor y enviado a prisión, con el fin de ganarle la novia; Strauss Kahn funge como director del Fondo Monetario Internacional y es pretendiente a ocupar la presidencia de Francia, cuando es detenido por la policía acusado, por una mujer, de abuso sexual.
Es tal el influjo de la pluma del genial escritor, que El Conde de Montecristo parece un personaje de la vida real, en tanto el truculento episodio que vivió Dominique es el argumento ideal para una novela con tintes políticos. La política es perversa, aunque en realidad los depravados somos los hombres que en estos y otros tiempos hacemos de la política un maratón de porquería y desenfreno, prostituyendo lo que debería de ser puro y limpio. ¿Pruebas, me pide usted amable lector? Es tan claro lo que sucede allá en la calle, que por sabido se calla ¿pruebe que las estrellas en el firmamento están ardiendo desde el principio de los tiempos? y le diré que no me consta pero dicen los científicos que así es y con eso me basta y me sobra. Hay cosas en este mundo que no requieren de más demostración que la existencia del hecho. Cualquier excusa es pretender tapar el sol con un dedo. Lo que suele pasar, decía con tristeza un hombre que se jactaba a sus noventa y cinco años de edad, de haberlo visto todo, que somos tan mal pensados que apenas vemos a una pareja salir de un hotel y de inmediato concluimos que son novios. Ese es el pecado y la penitencia de los seres humanos desde que Eva le dio a probar a Adán uno de los frutos del árbol de la vida y de la ciencia.
Pero en este caso no estamos seguros de qué fue lo que pasó. Porque no ha pasado. Si bien es cierto que se retiró en EE.UU. la acusación de agresión sexual, en Francia se presenta ahora una denuncia de una escritora, Tristane Banon que dice que el mismo Dominique intentó violarla en la Ciudad de París en el año de 2003, lo que podría suponer otro obstáculo a un posible intento de volver al terreno político. En efecto, se está envenenando el periodo previo a las elecciones presidenciales de abril de 2012 en el que nuestro personaje que ha venido siendo vapuleado como un peligroso delincuente sexo-maniaco. No creo que haya sido una casualidad la manera perruna en que se le ha venido persiguiendo. Sin más ni más ha sido objeto de una agria disputa en que virtualmente sus pantalones no los ha descolgado del clóset, paseando por los pasillos de hoteles, con sus vergüenzas de fuera, en busca de una dama a cual deshonrar. Ya me parece verlos en sesión permanente preguntándose ¿cómo evitar que Dominiqui sea candidato? cuando sabemos que es un hombre que en la geometría política de su país es de las izquierdas. Recordemos que el bloque de izquierdas entrando el Siglo XX proclamó la separación de la Iglesia y el Estado. Ya me parece oírlos: atícenle, hasta que hayan transcurrido los periodos electorales. Es un hombre muy peligroso. En lo que hasta ahora hemos hecho lo único que hemos logrado es elevar su popularidad. Díganle a la escritora que si este hombre se quiso propasar, no se requieren más pruebas que su palabra, nuestra pretensión es inhabilitarlo, después ya veremos.
Desde ahora pronosticamos que ganará la presidencia. El actual presidente de Francia, Nicolás Sarkosy es capaz de decir que se vio en dificultades cuando Dominiqui le pidió que se volteara, sin saber que se refería a su status político. Lo que reitera el dicho de que el destino de Strauss-Kahn le ha sido arrebatado. Sus simpatizantes de izquierda están furiosos, lanzando espuma por la boca. No se explican cómo es que un director del FMI y candidato presidencial haya caído en una sucia ergástula. En fin, izquierdas y derechas se están dando hasta con la cubeta y ni siquiera Strauss Kahn ha subido al encordado, lo que según las izquierdas habla de una conspiración. El que aquí escribe hace un alto, para recordarles a los socialistas franceses que se trata de eliminar de la contienda electoral a un enemigo. Es una guerra más cruenta que las de verdad. Las derechas ven amenazados sus intereses por lo que son capaces de todo lo imaginable. Ya lo decía Napoleón Bonaparte, las guerras se ganan con tres cosas: dinero, dinero y más dinero. Y eso le sobra a Nicols Sarkosí y sus aliados.
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