BERNARDO DE LLOBET COLLADO - EL PAÍS
Los compradores de bonos, los acreedores de deuda, es decir: fondos de pensiones, soberanos, grandes financieros, China, países árabes, etcétera no son filántropos ni hermanitas de la caridad, sino que se llevan buen beneficio de lo prestado; y no les incumbe en qué lo emplean los endeudados, si en hacer carreteras o en pagar el paro. De cualquier forma si prestan a intereses elevados se convierten en usureros.
Lo que padecemos no es una crisis del Estado de bienestar o el declive de Europa, o de su llamada Unión; sino una guerra. Después de una crisis financiera, esto se ha convertido en una guerra contra las clases trabajadoras y en paro y también contra los países más indefensos de Europa. Es la guerra de unos tiburones capitalistas contra otros; es decir todo lo contrario de la solidaridad y de la regulación económica.
Si vivieran De Gaulle, que se enfrentó a la OTAN, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, o incluso Kohl, Schröder o Mitterrand, no habría ocurrido lo de este último año. Estos mandatarios se echarían las manos a la cabeza al ver que sus seguidores han metido por medio al Fondo Monetario Internacional.
Los compradores de bonos, los acreedores de deuda, es decir: fondos de pensiones, soberanos, grandes financieros, China, países árabes, etcétera no son filántropos ni hermanitas de la caridad, sino que se llevan buen beneficio de lo prestado; y no les incumbe en qué lo emplean los endeudados, si en hacer carreteras o en pagar el paro. De cualquier forma si prestan a intereses elevados se convierten en usureros.
Lo que padecemos no es una crisis del Estado de bienestar o el declive de Europa, o de su llamada Unión; sino una guerra. Después de una crisis financiera, esto se ha convertido en una guerra contra las clases trabajadoras y en paro y también contra los países más indefensos de Europa. Es la guerra de unos tiburones capitalistas contra otros; es decir todo lo contrario de la solidaridad y de la regulación económica.
Si vivieran De Gaulle, que se enfrentó a la OTAN, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, o incluso Kohl, Schröder o Mitterrand, no habría ocurrido lo de este último año. Estos mandatarios se echarían las manos a la cabeza al ver que sus seguidores han metido por medio al Fondo Monetario Internacional.
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