JOSÉ-ULPIANO PÉREZ CERVANTES – EL PAÍS
José Saramago escribió: "El poder real es el económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia", y tenía razón. A esta sabia afirmación se podría añadir que sirve de muy poco que vayamos a votar con la esperanza de que algo cambie, cuando los que votamos no son los que mandan y mueven el mundo, por lo menos el de la economía.
La decisión de los cinco países europeos más amenazados y perjudicados por los especuladores financieros de no permitir que en las Bolsas respectivas se hagan operaciones "a la baja" durante 15 días no hace más que confirmar la afirmación del Nobel de Literatura, ya que la medida se ha tomado muy tarde y con límite de tiempo, lo cual anula su efectividad y solo alarga la agonía de los países afectados. Si no se toma con carácter definitivo, para evitar que los mercados financieros sean cada vez más un casino de especulación para avariciosos sin alma que no aportan nada a la economía, no servirá más que como un paño caliente que aplace males mayores como rescates y hundimientos en las Bolsas, para regocijo de los tiburones que dominan los mercados.
Y no nos olvidemos de ese otro mercado tanto o más canalla, que es el de derivados, donde se apuesta con los precios de los productos agroalimentarios, cuya subida tanto afecta al Tercer Mundo. Un ejemplo muy actual es Somalia.
José Saramago escribió: "El poder real es el económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia", y tenía razón. A esta sabia afirmación se podría añadir que sirve de muy poco que vayamos a votar con la esperanza de que algo cambie, cuando los que votamos no son los que mandan y mueven el mundo, por lo menos el de la economía.
La decisión de los cinco países europeos más amenazados y perjudicados por los especuladores financieros de no permitir que en las Bolsas respectivas se hagan operaciones "a la baja" durante 15 días no hace más que confirmar la afirmación del Nobel de Literatura, ya que la medida se ha tomado muy tarde y con límite de tiempo, lo cual anula su efectividad y solo alarga la agonía de los países afectados. Si no se toma con carácter definitivo, para evitar que los mercados financieros sean cada vez más un casino de especulación para avariciosos sin alma que no aportan nada a la economía, no servirá más que como un paño caliente que aplace males mayores como rescates y hundimientos en las Bolsas, para regocijo de los tiburones que dominan los mercados.
Y no nos olvidemos de ese otro mercado tanto o más canalla, que es el de derivados, donde se apuesta con los precios de los productos agroalimentarios, cuya subida tanto afecta al Tercer Mundo. Un ejemplo muy actual es Somalia.
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