José Carreño Carlón / El Universal
Son hechos que marcan épocas y gobiernos. Quedó ya en el mapa de la infamia del sexenio el acto de terror de Monterrey, junto al espanto de las fosas de San Fernando y la calcinación de los bebés de la guardería de Hermosillo. Y los tres episodios pasaron a integrarse al cuadro del horror nacional del pasado todavía reciente, que incluye la matanza de Acteal en 1997, en Chiapas, o las ya más lejanas, pero todavía presentes en la memoria colectiva, del 10 de junio de 1971 en San Cosme, o del 2 de octubre del 68 en Tlatelolco.
Pero junto a los efectos todavía inabarcables de nuestra ancha y profunda crisis de inseguridad que aparece fuera de control en esta época —de cara, además, a las nuevas condiciones de debilidad de las instituciones del Estado — aparece, también inabarcable, fuera de control, la debilidad de nuestro debate público.
Un caso patético fue el espectáculo de intercambio de puyas entre el presidente Calderón y el ex presidente Fox a raíz del terror por la matanza del Casino Royale. Y es que sobre las supuestas trampas de las puertas trabadas o los permisos presuntamente trampeados por dueños del casino, Presidente y ex presidente describen y fortalecen la percepción de que el país está en una doble trampa tendida por ellos: estamos mal porque no se actuó en el pasado, según Calderón y sus repetidoras. Pero estamos peor porque se actúa en el presente —o por la forma en que se actúa— de acuerdo con Fox y sus seguidores o inspiradores.
Anticlímax
Esos son los mensajes dominantes dentro del tema primordial en la agenda pública, en esta víspera de la obligada entrega del V Informe presidencial, el último antes de la elección para el relevo del mando. Y de acuerdo con la encuesta de antier de Ulises Beltrán, el tema de la inseguridad es también el que despierta mayores expectativas de información u orientación por parte del Presidente, en su mensaje sobre el estado de cosas del país. Sí. Por encima de todos los temas, incluyendo los de la inseguridad económica y el desempleo, la pobreza o los problemas de educación o la salud, ya no digamos sobre los grandes logros de infraestructura y obra pública.
En estas condiciones, resulta por demás anticlimática la campaña de promoción del informe, con una serie de actores y actrices que desempeñan una serie de conversaciones con el Presidente en paisajes idílicos, sobre los idílicos resultados de su gobierno.
Esto constituiría una verdadera violación a las expectativas de la mayoría de la gente respecto del Informe. Y el asunto se paga con el poder o la potestad de la “percepción selectiva” que ejerce la gente a la hora de procesar los mensajes que les transmiten los medios. Conforme a este concepto, la gente atiende selectivamente los mensajes que conectan con sus expectativas, valores o creencias. Y desatiende los que no conectan, por bien filmados que estén los puentes, las carreteras y los hospitales, o por bien escritos que estén los diálogos de los actores con el Presidente, lo cual tampoco es el caso.
“Catch 22”
Pero, además, la gente también retiene esos mensajes de acuerdo con los mismos mecanismos de selección, por lo que, incluso si los spots del Informe lograran su atención, por la buena factura de las filmaciones o por los efectos de saturación que genera la repetición al infinito de las transmisiones, su poder de recordación puede durar justamente los días permitidos para su difusión, que se agotan la primera semana de septiembre.
La misma violación de expectativas se puede producir si el Informe de mañana y el mensaje de pasado mañana repiten el tono de los promocionales. Y es que la gente parecería ahora demandar un mensaje que rompa la doble trampa repetida por Fox y ahora por Calderón ante los escombros del Casino Royale. “Catch 22”, llaman en EU a esta dilema sin salida que los ex presidente panistas han implantado en las percepciones nacionales: estamos mal porque uno no actuó y estamos peor porque el otro actuó como actuó. Y todavía peor: los dos tienen razón.
Académico
Son hechos que marcan épocas y gobiernos. Quedó ya en el mapa de la infamia del sexenio el acto de terror de Monterrey, junto al espanto de las fosas de San Fernando y la calcinación de los bebés de la guardería de Hermosillo. Y los tres episodios pasaron a integrarse al cuadro del horror nacional del pasado todavía reciente, que incluye la matanza de Acteal en 1997, en Chiapas, o las ya más lejanas, pero todavía presentes en la memoria colectiva, del 10 de junio de 1971 en San Cosme, o del 2 de octubre del 68 en Tlatelolco.
Pero junto a los efectos todavía inabarcables de nuestra ancha y profunda crisis de inseguridad que aparece fuera de control en esta época —de cara, además, a las nuevas condiciones de debilidad de las instituciones del Estado — aparece, también inabarcable, fuera de control, la debilidad de nuestro debate público.
Un caso patético fue el espectáculo de intercambio de puyas entre el presidente Calderón y el ex presidente Fox a raíz del terror por la matanza del Casino Royale. Y es que sobre las supuestas trampas de las puertas trabadas o los permisos presuntamente trampeados por dueños del casino, Presidente y ex presidente describen y fortalecen la percepción de que el país está en una doble trampa tendida por ellos: estamos mal porque no se actuó en el pasado, según Calderón y sus repetidoras. Pero estamos peor porque se actúa en el presente —o por la forma en que se actúa— de acuerdo con Fox y sus seguidores o inspiradores.
Anticlímax
Esos son los mensajes dominantes dentro del tema primordial en la agenda pública, en esta víspera de la obligada entrega del V Informe presidencial, el último antes de la elección para el relevo del mando. Y de acuerdo con la encuesta de antier de Ulises Beltrán, el tema de la inseguridad es también el que despierta mayores expectativas de información u orientación por parte del Presidente, en su mensaje sobre el estado de cosas del país. Sí. Por encima de todos los temas, incluyendo los de la inseguridad económica y el desempleo, la pobreza o los problemas de educación o la salud, ya no digamos sobre los grandes logros de infraestructura y obra pública.
En estas condiciones, resulta por demás anticlimática la campaña de promoción del informe, con una serie de actores y actrices que desempeñan una serie de conversaciones con el Presidente en paisajes idílicos, sobre los idílicos resultados de su gobierno.
Esto constituiría una verdadera violación a las expectativas de la mayoría de la gente respecto del Informe. Y el asunto se paga con el poder o la potestad de la “percepción selectiva” que ejerce la gente a la hora de procesar los mensajes que les transmiten los medios. Conforme a este concepto, la gente atiende selectivamente los mensajes que conectan con sus expectativas, valores o creencias. Y desatiende los que no conectan, por bien filmados que estén los puentes, las carreteras y los hospitales, o por bien escritos que estén los diálogos de los actores con el Presidente, lo cual tampoco es el caso.
“Catch 22”
Pero, además, la gente también retiene esos mensajes de acuerdo con los mismos mecanismos de selección, por lo que, incluso si los spots del Informe lograran su atención, por la buena factura de las filmaciones o por los efectos de saturación que genera la repetición al infinito de las transmisiones, su poder de recordación puede durar justamente los días permitidos para su difusión, que se agotan la primera semana de septiembre.
La misma violación de expectativas se puede producir si el Informe de mañana y el mensaje de pasado mañana repiten el tono de los promocionales. Y es que la gente parecería ahora demandar un mensaje que rompa la doble trampa repetida por Fox y ahora por Calderón ante los escombros del Casino Royale. “Catch 22”, llaman en EU a esta dilema sin salida que los ex presidente panistas han implantado en las percepciones nacionales: estamos mal porque uno no actuó y estamos peor porque el otro actuó como actuó. Y todavía peor: los dos tienen razón.
Académico
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