Alberto Aziz Nassif / El Universal
No se necesitó mucho para generar una tragedia, un asesinato masivo de 52 personas en un casino de Monterrey, sólo un pequeño comando con bidones de gasolina que actuaron en completa impunidad. La crisis que ha generado la matanza del Casino Royale es otra más, pero cambia la escala de la guerra en la que estamos atrapados. Es una acción que escala el conflicto: se hizo a plena luz del día y en una céntrica zona de la segunda ciudad más importante del país. Genera miedo, terror en la población, ese es su objetivo y sólo se necesitó de un bidón de gasolina y de mucha impunidad. Pero antes de Casino Royale se habían establecido Los Zetas en Monterrey y empezaron el negocio; ha habido muchos asesinatos de civiles, de presidentes municipales en esa zona, las redes de complicidad estructuran los negocios y el lavado de dinero ha florecido. ¿Y la autoridad qué hacía?
El discurso de Calderón al día siguiente de la tragedia de Monterrey es síntesis de lo que pasa con la inseguridad, con su estrategia fallida y las perspectivas anímicas de este gobierno que agoniza. Es un gobernante reiterativo que por momentos se quiere ubicar como si fuera simple ciudadano. Hay un recuento de lo que no se ha hecho y de lo que falta, lo que explica por qué no ha podido ser eficaz la estrategia actual. En julio, en el Castillo de Chapultepec, Calderón le dijo a Javier Sicilia que era preferible hacer lo que han hecho estos años que no haber actuado, a pesar de no tener las instituciones y los instrumentos necesarios. Pero justo ahí está el problema. El 26 de agosto el Presidente hace un balance de lo que falta: recorre desde lo que no ha legislado el Congreso, la corrupción en las instituciones de justicia, la penetración del crimen en las corporaciones policiacas, los jueces, el Poder Judicial, hasta la enorme impunidad que domina. Pero el gobierno federal forma parte del cuadro. Un país plagado de agujeros por donde entra y sale el crimen organizado.
¿Hasta dónde se podrá llegar? Muchas veces se ha pensado que ya tocamos el fondo, pero con cada acto de barbarie el crimen siempre nos sorprende con más salvajismo. Muertes inocentes que se acumulan impunes en Salvárcar, La Marquesa, Creel, en el Zócalo de Morelia, en Cuernavaca, en San Fernando, en Monterrey. Muertes que se cuentan por decenas y suman cientos y miles, hasta rebasar ya los 50 mil. ¿Para qué? Para que los negocios de la droga sigan, para que los consumidores en EU tengan sus dosis, para que se hagan negocios. ¿Ha valido la pena? ¿Tenemos hoy más seguridad? ¿Hay menos consumo? ¿Existen mejores cuerpos policiacos? ¿Se combate el lavado de dinero? ¿Hay mejor regulación de giros negros? A cada pregunta corresponde una respuesta negativa. Pero cuando el discurso de Calderón llegó a la pregunta más importante, ¿qué sigue?, la respuesta fue completamente anticlimática, como el signo de este gobierno: más de lo mismo: “redoblar el esfuerzo […] no nos vamos a rendir”.
No estamos ante un país legal y otro real, sino en el de los gobernantes y el de los gobernados. Seguirán discursos de lo que se hace, de los capos atrapados, de la droga incautada, la historia de los spots valientes y triunfalistas, del país de los políticos, porque en el de los ciudadanos están víctimas, miedo y muerte. Desde el otro lado de la calle lo que se ve es un gobierno incapaz de garantizar seguridad, instituciones que nadan en burocratismo y corrupción, acciones que llevan a expedientes incompletos donde los inculpados terminan exonerados. Calderón aprovechó el discurso de duelo por Monterrey para hacer sus reclamos, a los poderes de la república, a gobiernos locales, a autoridades y, por supuesto, a Estados Unidos, para que detenga el tráfico de armas y haga algo con sus redes de narco y sus consumidores.
Las respuestas siguen pendientes. Se necesitan acciones eficaces, justicia a las víctimas y detener esta guerra, pero el gobierno sólo piensa en más de lo mismo, en lo que ha hecho en cinco años. Van 50 mil muertos y quizá terminaremos el sexenio con más de 60 mil muertos, con un desorden general y una inseguridad que dominará en muchos rincones del país. Ahora que se acerca el Quinto Informe de gobierno, ya escuchamos los tonos triunfalistas de la obra realizada, lástima que se cruzan estas tragedias que echan a perder el festejo. Llegaremos al Informe en medio del luto nacional por las muertes del Casino Royale y lo que se acumule en los próximos días…
Investigador del CIESAS
No se necesitó mucho para generar una tragedia, un asesinato masivo de 52 personas en un casino de Monterrey, sólo un pequeño comando con bidones de gasolina que actuaron en completa impunidad. La crisis que ha generado la matanza del Casino Royale es otra más, pero cambia la escala de la guerra en la que estamos atrapados. Es una acción que escala el conflicto: se hizo a plena luz del día y en una céntrica zona de la segunda ciudad más importante del país. Genera miedo, terror en la población, ese es su objetivo y sólo se necesitó de un bidón de gasolina y de mucha impunidad. Pero antes de Casino Royale se habían establecido Los Zetas en Monterrey y empezaron el negocio; ha habido muchos asesinatos de civiles, de presidentes municipales en esa zona, las redes de complicidad estructuran los negocios y el lavado de dinero ha florecido. ¿Y la autoridad qué hacía?
El discurso de Calderón al día siguiente de la tragedia de Monterrey es síntesis de lo que pasa con la inseguridad, con su estrategia fallida y las perspectivas anímicas de este gobierno que agoniza. Es un gobernante reiterativo que por momentos se quiere ubicar como si fuera simple ciudadano. Hay un recuento de lo que no se ha hecho y de lo que falta, lo que explica por qué no ha podido ser eficaz la estrategia actual. En julio, en el Castillo de Chapultepec, Calderón le dijo a Javier Sicilia que era preferible hacer lo que han hecho estos años que no haber actuado, a pesar de no tener las instituciones y los instrumentos necesarios. Pero justo ahí está el problema. El 26 de agosto el Presidente hace un balance de lo que falta: recorre desde lo que no ha legislado el Congreso, la corrupción en las instituciones de justicia, la penetración del crimen en las corporaciones policiacas, los jueces, el Poder Judicial, hasta la enorme impunidad que domina. Pero el gobierno federal forma parte del cuadro. Un país plagado de agujeros por donde entra y sale el crimen organizado.
¿Hasta dónde se podrá llegar? Muchas veces se ha pensado que ya tocamos el fondo, pero con cada acto de barbarie el crimen siempre nos sorprende con más salvajismo. Muertes inocentes que se acumulan impunes en Salvárcar, La Marquesa, Creel, en el Zócalo de Morelia, en Cuernavaca, en San Fernando, en Monterrey. Muertes que se cuentan por decenas y suman cientos y miles, hasta rebasar ya los 50 mil. ¿Para qué? Para que los negocios de la droga sigan, para que los consumidores en EU tengan sus dosis, para que se hagan negocios. ¿Ha valido la pena? ¿Tenemos hoy más seguridad? ¿Hay menos consumo? ¿Existen mejores cuerpos policiacos? ¿Se combate el lavado de dinero? ¿Hay mejor regulación de giros negros? A cada pregunta corresponde una respuesta negativa. Pero cuando el discurso de Calderón llegó a la pregunta más importante, ¿qué sigue?, la respuesta fue completamente anticlimática, como el signo de este gobierno: más de lo mismo: “redoblar el esfuerzo […] no nos vamos a rendir”.
No estamos ante un país legal y otro real, sino en el de los gobernantes y el de los gobernados. Seguirán discursos de lo que se hace, de los capos atrapados, de la droga incautada, la historia de los spots valientes y triunfalistas, del país de los políticos, porque en el de los ciudadanos están víctimas, miedo y muerte. Desde el otro lado de la calle lo que se ve es un gobierno incapaz de garantizar seguridad, instituciones que nadan en burocratismo y corrupción, acciones que llevan a expedientes incompletos donde los inculpados terminan exonerados. Calderón aprovechó el discurso de duelo por Monterrey para hacer sus reclamos, a los poderes de la república, a gobiernos locales, a autoridades y, por supuesto, a Estados Unidos, para que detenga el tráfico de armas y haga algo con sus redes de narco y sus consumidores.
Las respuestas siguen pendientes. Se necesitan acciones eficaces, justicia a las víctimas y detener esta guerra, pero el gobierno sólo piensa en más de lo mismo, en lo que ha hecho en cinco años. Van 50 mil muertos y quizá terminaremos el sexenio con más de 60 mil muertos, con un desorden general y una inseguridad que dominará en muchos rincones del país. Ahora que se acerca el Quinto Informe de gobierno, ya escuchamos los tonos triunfalistas de la obra realizada, lástima que se cruzan estas tragedias que echan a perder el festejo. Llegaremos al Informe en medio del luto nacional por las muertes del Casino Royale y lo que se acumule en los próximos días…
Investigador del CIESAS
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