Jacobo Zabludovsky / El Universal
El estado que guarda el país exige una disculpa, no un informe, señor presidente Felipe Calderón. El jueves pasado marca la debacle de toda la estrategia de lucha contra la delincuencia. En el mismo día un periodista de Sinaloa es ejecutado de un tiro en la nuca y 52 personas mueren en Monterrey por un ataque de la más desafiante crueldad a un garito corrupto. Se combate en todos los frentes. Como si se hubiera planeado, la violencia crónica asciende a violencia crítica precisamente ocho días antes del informe. Basta de triunfalismos ridículos ante la pavorosa realidad que ha puesto a México, desde hace cinco años, en el camino de una agonía terminal. Es hora de pedir disculpas y asumir responsabilidades. Basta de reuniones inútiles y atoles con el dedo. Si la Constitución obliga a presentar un informe sobre “el estado general que guarda la administración pública”, habrá que pedir disculpas no solo por declarar una guerra sin saber las características del enemigo, sino por fallar en todas las ramas de la mentada administración.
No cabe el mínimo alarde de vanagloria por nuestra situación económica. El sexenio empezó con un dólar a nueve pesos, más o menos, subió hasta 15 y se ha mantenido en 12 y pico, una devaluación de 30%. El producto interno bruto en estos 10 años promedia 1%. Otros países latinoamericanos, Chile, por ejemplo, crecerá este año un 6%. La Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares 2010 revela una baja del 27% de las remesas del exterior, equivalente a medio millón de familias que perdieron ese sustento. La inversión directa extranjera en el primer semestre de este año cayó 32.6% respecto al mismo periodo de 2010, según datos oficiales. El desempleo agobia a dos millones 700 mil adultos desesperados.
Después de cinco años y más de 40,000 muertos y números incalculables de secuestrados, mutilados, desaparecidos y desplazados, se puede alegar que sin la guerra contra la delincuencia el saldo trágico sería mayor, presunción indemostrable, porque lo real es la extensión del problema a todo el país y el aumento constante de bajas humanas, el incremento del tránsito de la droga hacia los Estados Unidos y el de su consumo en México. Aparte del daño al Ejército: se le ha perdido el respeto que muchos mexicanos le tenían. Otro daño colateral, el desplome de los centros turísticos. Acapulco es una ruina.
El despilfarro del dinero público alcanza niveles sin precedentes. El gasto en publicidad oficial satura todos los medios, especialmente los más influyentes y poderosos, y supera el de cualquier producto de la iniciativa privada, como refresco o dentífrico, cuya venta depende de los anuncios. Este exceso, unido a la corrupción y la ineptitud, aborta obras tan estrafalarias, inútiles y absurdas como esa megapaleta Mimí, conocida también como Estela de Luz, que con el mazacote de los senadores está en el lugar más inadecuado del mapa urbano. Sería de agradecer una explicación detallada de la peculiar manera de invertir en adefesios nuestros escasos caudales, apremiantes para la satisfacción de necesidades básicas de millones de miserables.
En el siglo panista primero fue la farsa y luego la tragedia. Observamos con asombro a los únicos líderes, las únicas figuras, los únicos personajes, sin excepción, surgidos en esta década: padres que enterraron a sus hijos asesinados por criminales. Isabel Miranda de Wallace, Alejandro Martí y Javier Sicilia son símbolos de una sociedad agraviada, indignada ante la injusticia, la violencia ilimitada y la impotencia general en medio de una catástrofe compartida. La herida abierta de estos tres compatriotas nos duele a todos. La desgracia los convierte en héroes. Su voz es la de un México cuya capacidad de tolerancia y sufrimiento está puesta a prueba.
Así llegamos al Informe. El jueves un propio entregará a los diputados algunas cajas de cartón llenas de papeles. Al día siguiente los habituales ocuparán sus pupitres en el Auditorio Nacional para aplaudir, cada vez que una coma lo provoque, el Informe del presidente Calderón. La televisión y la radio amelcocharán la ceremonia y los periódicos dedicarán sus planas primeras y editoriales al detalle y análisis de las lecciones del jefe del Ejecutivo. La orgía del spot y el ditirambo hasta el hartazgo.
El año que entra elegiremos su sucesor. El semanario The Economist pronostica que el PAN no sólo perderá sino que descenderá al tercer lugar. El veredicto de los mexicanos será de castigo. Ante tantos palos de ciego pedir disculpas no basta y nada soluciona. Pero sería un gesto inesperado de humildad y franqueza que justificaría el presupuestado aplauso final.
El estado que guarda el país exige una disculpa, no un informe, señor presidente Felipe Calderón. El jueves pasado marca la debacle de toda la estrategia de lucha contra la delincuencia. En el mismo día un periodista de Sinaloa es ejecutado de un tiro en la nuca y 52 personas mueren en Monterrey por un ataque de la más desafiante crueldad a un garito corrupto. Se combate en todos los frentes. Como si se hubiera planeado, la violencia crónica asciende a violencia crítica precisamente ocho días antes del informe. Basta de triunfalismos ridículos ante la pavorosa realidad que ha puesto a México, desde hace cinco años, en el camino de una agonía terminal. Es hora de pedir disculpas y asumir responsabilidades. Basta de reuniones inútiles y atoles con el dedo. Si la Constitución obliga a presentar un informe sobre “el estado general que guarda la administración pública”, habrá que pedir disculpas no solo por declarar una guerra sin saber las características del enemigo, sino por fallar en todas las ramas de la mentada administración.
No cabe el mínimo alarde de vanagloria por nuestra situación económica. El sexenio empezó con un dólar a nueve pesos, más o menos, subió hasta 15 y se ha mantenido en 12 y pico, una devaluación de 30%. El producto interno bruto en estos 10 años promedia 1%. Otros países latinoamericanos, Chile, por ejemplo, crecerá este año un 6%. La Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares 2010 revela una baja del 27% de las remesas del exterior, equivalente a medio millón de familias que perdieron ese sustento. La inversión directa extranjera en el primer semestre de este año cayó 32.6% respecto al mismo periodo de 2010, según datos oficiales. El desempleo agobia a dos millones 700 mil adultos desesperados.
Después de cinco años y más de 40,000 muertos y números incalculables de secuestrados, mutilados, desaparecidos y desplazados, se puede alegar que sin la guerra contra la delincuencia el saldo trágico sería mayor, presunción indemostrable, porque lo real es la extensión del problema a todo el país y el aumento constante de bajas humanas, el incremento del tránsito de la droga hacia los Estados Unidos y el de su consumo en México. Aparte del daño al Ejército: se le ha perdido el respeto que muchos mexicanos le tenían. Otro daño colateral, el desplome de los centros turísticos. Acapulco es una ruina.
El despilfarro del dinero público alcanza niveles sin precedentes. El gasto en publicidad oficial satura todos los medios, especialmente los más influyentes y poderosos, y supera el de cualquier producto de la iniciativa privada, como refresco o dentífrico, cuya venta depende de los anuncios. Este exceso, unido a la corrupción y la ineptitud, aborta obras tan estrafalarias, inútiles y absurdas como esa megapaleta Mimí, conocida también como Estela de Luz, que con el mazacote de los senadores está en el lugar más inadecuado del mapa urbano. Sería de agradecer una explicación detallada de la peculiar manera de invertir en adefesios nuestros escasos caudales, apremiantes para la satisfacción de necesidades básicas de millones de miserables.
En el siglo panista primero fue la farsa y luego la tragedia. Observamos con asombro a los únicos líderes, las únicas figuras, los únicos personajes, sin excepción, surgidos en esta década: padres que enterraron a sus hijos asesinados por criminales. Isabel Miranda de Wallace, Alejandro Martí y Javier Sicilia son símbolos de una sociedad agraviada, indignada ante la injusticia, la violencia ilimitada y la impotencia general en medio de una catástrofe compartida. La herida abierta de estos tres compatriotas nos duele a todos. La desgracia los convierte en héroes. Su voz es la de un México cuya capacidad de tolerancia y sufrimiento está puesta a prueba.
Así llegamos al Informe. El jueves un propio entregará a los diputados algunas cajas de cartón llenas de papeles. Al día siguiente los habituales ocuparán sus pupitres en el Auditorio Nacional para aplaudir, cada vez que una coma lo provoque, el Informe del presidente Calderón. La televisión y la radio amelcocharán la ceremonia y los periódicos dedicarán sus planas primeras y editoriales al detalle y análisis de las lecciones del jefe del Ejecutivo. La orgía del spot y el ditirambo hasta el hartazgo.
El año que entra elegiremos su sucesor. El semanario The Economist pronostica que el PAN no sólo perderá sino que descenderá al tercer lugar. El veredicto de los mexicanos será de castigo. Ante tantos palos de ciego pedir disculpas no basta y nada soluciona. Pero sería un gesto inesperado de humildad y franqueza que justificaría el presupuestado aplauso final.
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