sábado, 27 de agosto de 2011

ACCIONES INTERNAS

LUIS DE LA CALLE / EL UNIVERSAL
¿QUÉ MÁS?
La situación de la economía mexicana en el tercer trimestre de 2011 no es similar a la del tercer trimestre de 2008.
La turbulencia financiera de las últimas semanas es consecuencia de la aceptación por parte de los mercados de capitales de la inevitabilidad de un ajuste en las principales economías del mundo; responde al síndrome General Anaya: las economías desarrolladas entran a una zona de inestabilidad con el parque fiscal o monetario prácticamente agotado.
El supuesto optimista es que Europa y Estados Unidos van a tener un comportamiento letárgico en los próximos años. Esto tiene serias consecuencias para México.
Se pueden adoptar dos actitudes: una, echarle la culpa al entorno internacional para justificar que la economía no crece de manera adecuada; otra, usar la crisis como una oportunidad para realmente modernizar la economía y sentar las bases para un crecimiento sostenido, aun en un contexto mundial desfavorable.
Si no lo estaba, debe quedar más que claro que el crecimiento de Estados Unidos no va a ser la locomotora del desarrollo de México. El reto del país en esa economía es no sólo crecer con el mercado sino aumentar de manera importante la participación de las exportaciones mexicanas allí; de hecho, incrementarla a 15 por ciento y superar a Canadá en tres o cuatro años. Además, hay que convencer a los corporativos multinacionales que utilicen a México como plataforma para incrementar las exportaciones de América del Norte, sobre todo a Asia, y se contribuya a disminuir el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos.
Ahora bien, la situación de la economía mexicana en el tercer trimestre de 2011 no es igual a la del tercer trimestre de 2008, por varias razones:
El principal mecanismo de transmisión de la crisis de 2008-09 fue la severa restricción crediticia y no el desplome de las exportaciones como generalmente se piensa. Esta restricción fue producto del colapso post Lehman Brothers que cerró los mercados financieros a empresas multinacionales y mexicanas en Nueva York, lo que implicó el uso de caja por subsidiarias y nacionales como sustituto, el endeudamiento en pesos de grandes corporativos que desplazaron al resto y la devaluación del peso agravada por la fuga a la calidad.
La restricción crediticia fue empeorada por circunstancias internas: el abuso de derivados que canceló fuentes de financiamiento y una política monetaria procíclica que mucho contribuyó a la caída precipitada del consumo y la inversión. En la gráfica anexa se muestra cómo en 2008 Banco de México tuvo una política monetaria procíclica, y contraria a la expansionista de la Reserva Federal, en la que durante poco más de un año endureció o mantuvo restrictiva la liquidez para tratar de evitar que el incremento en el precio de los alimentos nutriera la formación de expectativas de inflación.
Tasas de interés objetivo de Banxico y Reserva Federal
En 2008, la economía mexicana se vio sujeta a una serie inusitada de golpes: crisis crediticia internacional y doméstica, desapalancamiento de hogares mexicanos, derivados, influenza porcina, menores volúmenes de petróleo, menores remesas, sequía, incremento en la inseguridad.
Aunque varios de estos factores están presentes en 2011-12, su naturaleza no es la misma: la crisis internacional no es por falta de liquidez, sino de crecimiento letárgico; el Banco de México no va a tener una política restrictiva por el momento; el consumo y la inversión en México crecen, aunque a tasas modestas e insuficientes, en lugar de decrecer como en 2008; el crédito a hogares y empresas se expande a más de diez por ciento; el empleo crece; la caída de producción de Pemex se ha moderado. La inseguridad sigue siendo el principal reto interno y es un obstáculo al crecimiento.
Lo que se requiere para asegurar el crecimiento es incrementar la competitividad. México no debe caer en el error de pensar que las medidas contracíclicas macroeconómicas que pudiera tomar serían suficientes para evitar una recaída. La situación internacional que se enfrenta no es coyuntural ni durará sólo unos meses. Mucho se ha invertido en la estabilidad para ponerla ahora en riesgo. La clave es preservarla con el objetivo de contar con las condiciones para transformar la economía. El crecimiento sostenido sólo vendrá del incremento de la productividad de cada trabajador, cada campesino, cada empresa, cada empresario. Para muchos esto implica dejar la actividad presente de baja productividad para transitar a una de mayor valor agregado. Esto no sucederá sin estabilidad macroeconómica y sin estabilidad jurídica. Aunque suene contradictorio, se requiere estabilidad para promover el cambio. Los que promueven la inestabilidad lo que quieren es evitar o posponer el cambio.
Para crecer realmente, el país debe cambiar. Si antes podían colgarse esperanzas en un nuevo yacimiento o en la pujanza de la economía de Estados Unidos, ahora el crecimiento depende de hacer bien las cosas aquí.
Esperar hasta 2013 para que un nuevo gobierno siente las condiciones para promover el cambio puede resultar demasiado caro para ese nuevo gobierno y la sociedad.

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