Los rebeldes controlan casi la totalidad de Trípoli - Los líderes mundiales llaman al régimen a rendirse - EE UU cree que el dictador no ha huido de Libia
Las deserciones de los gadafistas fueron clave en el rápido avance rebelde
Egipto reconoce al Consejo Nacional y China y Rusia dan la espalda al régimen
JUAN MIGUEL MUÑOZ / EL PAÍS
Hace cinco meses Muamar el Gadafi hablaba de "aplastar a las ratas" en Bengasi, feudo de los sublevados contra el dictador libio, y de perseguir a los rebeldes "palmo a palmo" y "callejón a callejón". Y no podía decirse anoche que el coronel, tras 42 años en el poder absoluto, era ya historia de Libia, como lo son Zine el Abidine ben Ali, en Túnez, y Hosni Mubarak, en Egipto. Pero el ritmo trepidante de los acontecimientos bélicos, la detención de tres de sus hijos, y las deserciones de relevantes figuras de su camarilla colocan a Gadafi -en paradero desconocido pero aún en Libia, según EE UU- en una tesitura insostenible. Aunque sus militares continuaban ayer combatiendo en Trípoli y cerca de la frontera tunecina contra unos insurgentes crecidos por la súbita conquista de la capital, el régimen se desmorona irremediablemente.
Las consecuencias políticas de la revuelta libia palidecen cuando se compara con los efectos a medio plazo que puede tener la caída del rais egipcio o los que puede desencadenar la desaparición política del sirio Bachar el Asad. Pero los países occidentales, agobiados por una crisis económica descomunal, desean poner punto final cuanto antes al episodio bélico en el que llevan cinco meses embarcados. Gadafi debe abandonar el poder, repiten hasta la saciedad Barack Obama, David Cameron o Nicolas Sarkozy.
No parece lejano el día. O al menos así lo piensa Mustafá Abdel Yalil, jefe del Consejo Nacional Transitorio (CNT), el Gobierno de los sublevados: "Alá ha querido que el fin sea a manos de estos jóvenes, unidos a la primavera árabe. Y ahora puedo decir que la era de Gadafi ha terminado". Miles de compatriotas refugiados en Túnez opinan lo mismo. Regresaban ayer a su país por miles. Como miles de milicianos, llegaron a la capital ayer de madrugada para dar la puntilla al régimen.
Lo que resulta evidente es que el tirano ya no ejerce el poder más allá de los acólitos y uniformados que todavía le obedecen. Los rebeldes controlaban ayer casi la totalidad de Trípoli -un 80% de la ciudad, aseguraban- y montaban patrullas para garantizar la seguridad en los barrios, mientras seguían recibiendo refuerzos de combate por mar, desde Misrata. En las inmediaciones de Bab el Azizia, el fortín de Gadafi -que fue bombardeado esta madrugada por la OTAN, según los rebeldes-, el intercambio de fuego fue potente por la mañana. Y alguna incógnita resta por despejar sobre la reacción de la población de la capital. En esta ciudad la influencia de la cuestión tribal se ha mitigado mucho con el paso de los años. La lealtad a la tribu ha permitido a los insurgentes conquistar determinadas regiones en un santiamén. Pero en Trípoli reside gente de todo el país que emigró a la gran ciudad en busca de una mejor educación o de empleos en el sector privado y en la Administración. Muchos perderán con la caída de Gadafi.
Las escaramuzas fueron esporádicas en varios distritos de la ciudad y muchas calles permanecían vacías después de una noche de jolgorio. Pero, a pesar de los contratiempos y del uso de tres misiles Scud por el régimen en Sirte -un lanzamiento confirmado por la OTAN-, la relación de fuerzas está decantada en favor de los rebeldes, que anunciaron también que Brega, la extensa ciudad petrolera a 235 kilómetros al suroeste de Bengasi, fundamental para el suministro de crudo, había sido completamente liberada.
Todo dependerá de la resistencia que ofrezcan los soldados fieles a Gadafi. Si plantean batalla en el escenario urbano de la capital, los choques pueden prodigarse todavía algún tiempo, al menos mientras se desconozca dónde se esconde el dictador. Ciudadanos de Trípoli temen sobre todo a los francotiradores, que ya causaron estragos en Misrata, Zauiya y otras ciudades, y a los grupos de matones en letargo que pueden aparecer en cualquier momento mientras Gadafi no claudique.
No se rindieron, como habían prometido, los hijos del dictador. Entre ellos Saif al Islam, supuesto heredero del trono, cuya detención fue anunciada por los rebeldes el domingo junto a la de sus dos hermanos, Saadi y Mohamed. Mientras se esperaba la decisión del Consejo Nacional Transitorio sobre su entrega a la Corte Penal Internacional, ya de madrugada la BBC y France Presse informaron de que Saif se había presentado en el hotel Rixos, donde se alojan los periodistas extranjeros, para desmentir su arresto.
Horas antes Musa Ibrahim, portavoz del Gobierno, había asegurado que tanto Gadafi como sus hijos siguen en Libia. Pero el primer ministro, Mahmudi al Baghdadi, reposa en el balneario tunecino de Yerba acompañado por Abdalá Mansur, director de la televisión oficial. Otra cadena pública, Jamahiriya, fue tomada ayer por los rebeldes. Las deserciones no fueron tan abundantes como los insurgentes auguraban días después de estallar la guerra, cuando Musa Kusa, exjefe de los servicios de inteligencia, se fugó a Londres. Pero no fueron multitud quienes abandonaron el barco a las primeras de cambio. Probablemente ahora es distinto. Portavoces del Consejo Nacional aseguraban el domingo que la guardia personal de Gadafi había pactado su rendición con los sublevados según estos pisaran Trípoli. Y cumplieron su palabra.
Gadafi está muy aislado militarmente, sometido a un régimen de sanciones económicas durísimo, y políticamente en la soledad casi absoluta: incluso China y Rusia dan la espalda al régimen. Egipto y Marruecos se sumaron ayer a los países que reconocen al Consejo Nacional como el representante legítimo del pueblo libio, y el Gobierno turco, hiperactivo en Oriente Próximo y el Magreb, advirtió por boca de su ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu: "Lo que está ocurriendo en Libia es una lección para los dirigentes de la región. Demuestra que los que no escuchan a su pueblo no pueden permanecer en el poder".
El CNT planifica ya el futuro. Varios de sus representantes señalaban ayer que el futuro Gobierno no permitirá la instalación de bases de la OTAN, otros decían que la misión militar aliada debe concluir inmediatamente.
Las deserciones de los gadafistas fueron clave en el rápido avance rebelde
Egipto reconoce al Consejo Nacional y China y Rusia dan la espalda al régimen
JUAN MIGUEL MUÑOZ / EL PAÍS
Hace cinco meses Muamar el Gadafi hablaba de "aplastar a las ratas" en Bengasi, feudo de los sublevados contra el dictador libio, y de perseguir a los rebeldes "palmo a palmo" y "callejón a callejón". Y no podía decirse anoche que el coronel, tras 42 años en el poder absoluto, era ya historia de Libia, como lo son Zine el Abidine ben Ali, en Túnez, y Hosni Mubarak, en Egipto. Pero el ritmo trepidante de los acontecimientos bélicos, la detención de tres de sus hijos, y las deserciones de relevantes figuras de su camarilla colocan a Gadafi -en paradero desconocido pero aún en Libia, según EE UU- en una tesitura insostenible. Aunque sus militares continuaban ayer combatiendo en Trípoli y cerca de la frontera tunecina contra unos insurgentes crecidos por la súbita conquista de la capital, el régimen se desmorona irremediablemente.
Las consecuencias políticas de la revuelta libia palidecen cuando se compara con los efectos a medio plazo que puede tener la caída del rais egipcio o los que puede desencadenar la desaparición política del sirio Bachar el Asad. Pero los países occidentales, agobiados por una crisis económica descomunal, desean poner punto final cuanto antes al episodio bélico en el que llevan cinco meses embarcados. Gadafi debe abandonar el poder, repiten hasta la saciedad Barack Obama, David Cameron o Nicolas Sarkozy.
No parece lejano el día. O al menos así lo piensa Mustafá Abdel Yalil, jefe del Consejo Nacional Transitorio (CNT), el Gobierno de los sublevados: "Alá ha querido que el fin sea a manos de estos jóvenes, unidos a la primavera árabe. Y ahora puedo decir que la era de Gadafi ha terminado". Miles de compatriotas refugiados en Túnez opinan lo mismo. Regresaban ayer a su país por miles. Como miles de milicianos, llegaron a la capital ayer de madrugada para dar la puntilla al régimen.
Lo que resulta evidente es que el tirano ya no ejerce el poder más allá de los acólitos y uniformados que todavía le obedecen. Los rebeldes controlaban ayer casi la totalidad de Trípoli -un 80% de la ciudad, aseguraban- y montaban patrullas para garantizar la seguridad en los barrios, mientras seguían recibiendo refuerzos de combate por mar, desde Misrata. En las inmediaciones de Bab el Azizia, el fortín de Gadafi -que fue bombardeado esta madrugada por la OTAN, según los rebeldes-, el intercambio de fuego fue potente por la mañana. Y alguna incógnita resta por despejar sobre la reacción de la población de la capital. En esta ciudad la influencia de la cuestión tribal se ha mitigado mucho con el paso de los años. La lealtad a la tribu ha permitido a los insurgentes conquistar determinadas regiones en un santiamén. Pero en Trípoli reside gente de todo el país que emigró a la gran ciudad en busca de una mejor educación o de empleos en el sector privado y en la Administración. Muchos perderán con la caída de Gadafi.
Las escaramuzas fueron esporádicas en varios distritos de la ciudad y muchas calles permanecían vacías después de una noche de jolgorio. Pero, a pesar de los contratiempos y del uso de tres misiles Scud por el régimen en Sirte -un lanzamiento confirmado por la OTAN-, la relación de fuerzas está decantada en favor de los rebeldes, que anunciaron también que Brega, la extensa ciudad petrolera a 235 kilómetros al suroeste de Bengasi, fundamental para el suministro de crudo, había sido completamente liberada.
Todo dependerá de la resistencia que ofrezcan los soldados fieles a Gadafi. Si plantean batalla en el escenario urbano de la capital, los choques pueden prodigarse todavía algún tiempo, al menos mientras se desconozca dónde se esconde el dictador. Ciudadanos de Trípoli temen sobre todo a los francotiradores, que ya causaron estragos en Misrata, Zauiya y otras ciudades, y a los grupos de matones en letargo que pueden aparecer en cualquier momento mientras Gadafi no claudique.
No se rindieron, como habían prometido, los hijos del dictador. Entre ellos Saif al Islam, supuesto heredero del trono, cuya detención fue anunciada por los rebeldes el domingo junto a la de sus dos hermanos, Saadi y Mohamed. Mientras se esperaba la decisión del Consejo Nacional Transitorio sobre su entrega a la Corte Penal Internacional, ya de madrugada la BBC y France Presse informaron de que Saif se había presentado en el hotel Rixos, donde se alojan los periodistas extranjeros, para desmentir su arresto.
Horas antes Musa Ibrahim, portavoz del Gobierno, había asegurado que tanto Gadafi como sus hijos siguen en Libia. Pero el primer ministro, Mahmudi al Baghdadi, reposa en el balneario tunecino de Yerba acompañado por Abdalá Mansur, director de la televisión oficial. Otra cadena pública, Jamahiriya, fue tomada ayer por los rebeldes. Las deserciones no fueron tan abundantes como los insurgentes auguraban días después de estallar la guerra, cuando Musa Kusa, exjefe de los servicios de inteligencia, se fugó a Londres. Pero no fueron multitud quienes abandonaron el barco a las primeras de cambio. Probablemente ahora es distinto. Portavoces del Consejo Nacional aseguraban el domingo que la guardia personal de Gadafi había pactado su rendición con los sublevados según estos pisaran Trípoli. Y cumplieron su palabra.
Gadafi está muy aislado militarmente, sometido a un régimen de sanciones económicas durísimo, y políticamente en la soledad casi absoluta: incluso China y Rusia dan la espalda al régimen. Egipto y Marruecos se sumaron ayer a los países que reconocen al Consejo Nacional como el representante legítimo del pueblo libio, y el Gobierno turco, hiperactivo en Oriente Próximo y el Magreb, advirtió por boca de su ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu: "Lo que está ocurriendo en Libia es una lección para los dirigentes de la región. Demuestra que los que no escuchan a su pueblo no pueden permanecer en el poder".
El CNT planifica ya el futuro. Varios de sus representantes señalaban ayer que el futuro Gobierno no permitirá la instalación de bases de la OTAN, otros decían que la misión militar aliada debe concluir inmediatamente.
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