lunes, 29 de agosto de 2011

MI PRONÓSTICO MUNDIAL: MUCHO SOL

Bill Emmott / elEconomista.es
Una noticia que podría despejar este sombrío mes de agosto es que la economía mundial no está a punto de entrar en otra recesión. La razón principal de este pronóstico audaz (que no imprudente) tal vez no guste a los europeos y americanos, aunque debería: ya no somos el centro del mundo ni económico ni político y, vistas las cosas desde China, India, Brasil o incluso Sudáfrica, las perspectivas económicas siguen teniendo buena pinta. El índice actual de crecimiento global, al 4 por ciento más o menos, no es exactamente un desplome.
Si los cuatro años que llevamos desde que empezó la crisis occidental de la deuda nos han enseñado algo es que los sistemas financieros son vulnerables a bombas ocultas de relojería o vaivenes de la psicología que acaban hundiendo bancos y pueden empeorar mucho las cosas. Este mes, los mercados han estado preocupados por la posibilidad de una segunda recesión occidental o los problemas en un banco europeo lastrado con deuda soberana, o la emulación por parte de Estados Unidos y Europa del estancamiento deflacionario japonés de los 90. Sin embargo, fijémonos por un momento en el sol y no en las nubes. Busquemos lo que puede salir bien.
Todo empieza en Asia, a pesar de la ralentización china e india. El rápido crecimiento de ambos gigantes, por encima del 10 por ciento en 2010, es lo que ha mantenido el mundo en marcha, aunque también han empujado la inflación, gracias a su demanda urbanizadora e industrializadora de petróleo, cobre, mineral de hierro, alimentos y otras materias primas. Con nuestra demanda floja y el desempleo alto, ni Europa ni Estados Unidos habrían visto una inflación del 2 al 5 por ciento anual, si no hubiera sido por el auge asiático.
La inflación en China (del 6,5 por ciento el mes pasado), India (8,6 por ciento) y Brasil (6,9 por ciento) ha sido uno de los factores que podría haber fallado, ya fuese por el hecho de provocar una crisis económica local o incluso disturbios políticos. La buena noticia es que no se ha producido ninguna crisis ni aterrizaje forzoso en esos grandes países, pese a un ajuste crediticio de entre seis y nueve meses, sino que el crecimiento se dirige hacia unos niveles aún impresionantes pero menos inflacionistas.
Los disturbios políticos siempre son posibles, como han demostrado las recientes manifestaciones contra la corrupción en India y los levantamientos en Xinjiang, una parte mayoritariamente separatista y musulmana de China, así como en otros lugares, pero en ninguno de los casos parecen acercarse a las dimensiones sirias o incluso egipcias.
En términos políticos, el rápido crecimiento en Asia suele considerarse perjudicial para Europa y Estados Unidos porque nos hace pensar que somos historia, y se tacha de económicamente irrelevante para Occidente porque China dispone de un gran excedente comercial y no importa muchos bienes y servicios.
Sin embargo, nada de lo anterior es cierto. Si nos hundimos será por nuestros propios fallos y debilidades, no por la nueva riqueza de China que, por cierto, es el segundo mayor importador del mundo, después de Estados Unidos. De todos modos, la respuesta de Pekín a la inflación y su temor a los disturbios auguran un refuerzo de sus importaciones. Esto es: para evitar el descontento, se permite que los salarios suban más deprisa, lo que aumentará el consumo. Al mismo tiempo, para controlar la inflación, se está revaluando gradualmente el yuan frente al dólar y el euro, lo que ralentizará el crecimiento económico a un nivel más sano y sostenible del 8 ó 9 por ciento al año.
Otra posible buena noticia procedente de Asia consiste en la futura recuperación de Japón. La tercera economía del mundo (y el cuarto importador) ha atravesado tres trimestres de contracción, especialmente por el devastador maremoto que sufrió en marzo, pero ahora empieza a sorprender a los economistas favorablemente y no al contrario. Con el gasto de la reconstrucción en marcha, es probable que se propicie una recuperación marcada durante el resto del año.
La subida del yen en plena devastación de los mercados va a perjudicar a los exportadores japoneses pero, como señala Nomura Securities, el principal banco de inversiones del país, cuando se ajusta a la deflación, la moneda se acerca a su nivel medio histórico y no a las alturas excepcionales que implican los números por sí solos. Y si además el yuan chino continúa aumentando su valor, entonces ayudará también a los exportadores japoneses, ya que China es su principal mercado.
La mejor noticia en general para occidente sería una caída de los precios globales de la energía y las materias primas. La elevada deuda de los hogares y un desempleo obstinadamente alto implican que el gasto de los consumidores no va a ser boyante ni en Gran Bretaña ni en EEUU durante mucho tiempo, pero la inflación ha actuado como un impuesto más para los consumidores. Desde un desagradable pico en junio a 120 dólares el barril de crudo, la cotización del Brent ha caído menos de un 10 por ciento. La ralentización de la demanda debería haber bajado más el precio, pero los factores geopolíticos (en concreto los conflictos en Libia y Siria) lo han mantenido alto.
Esos sucesos son inherentemente impredecibles y, como ha demostrado Irak desde la invasión de 2003, puede hacer falta mucho tiempo para reparar y reiniciar la producción de petróleo y gas una vez interrumpida. Aun así, la caída de Gadafi en Libia y, más aún, la destitución bastante menos inminente en apariencia de Assad en Siria cambiarán, sin duda, los ánimos de los comerciantes petroleros, al menos a corto plazo. Querer pronosticar el precio del petróleo sería un timo, aunque en nuestra búsqueda de un rayo de luz podría aportar un buen estímulo a las economías occidentales.
En vista de la situación, una caída de la inflación en Europa y EEUU podría interpretarse como un paso más en la dirección japonesa del estancamiento deflacionario, que es lo que los mercados de bonos estatales británico, estadounidense y alemán parecen haber advertido desde la pasada quincena. Sin embargo, Nomura Securities subraya varias diferencias importantes entre Japón en los 90 y Estados Unidos hoy (y siendo japoneses deberían saberlo).
Una de ellas es que los bancos americanos admitieron enseguida sus problemas en 2008-2010 y se recapitalizaron también deprisa, evitando el error de la negación en el que incurrieron en Tokio (algo que los europeos sí se acercan a emular). Otra distinción radica en que mientras que el Banco de Japón se mostró erróneamente lento y reacio a imprimir dinero para mantener la economía a flote, la Reserva Federal no ha hecho gala de la misma reticencia.
En la reunión anual de banqueros centrales de Jackson Hole (Wyoming, EEUU), el presidente de la Fed, Ben Bernanke, ha confirmado que se está planteando la posibilidad de imprimir más dinero en otoño si la economía americana necesita un empujón. Rick Perry, gobernador de Texas y candidato a la presidencia, ha dicho que Bernanke sería "traicionero" si lo hace, porque beneficiaría a las perspectivas de reelección del presidente Obama. Resulta raro llamarlo traición, pero si con eso el gobernador Perry quiere decir que la economía americana recibirá un impulso, seguramente esté en lo cierto. Ésa podría ser otra buena noticia.

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