Rogelio Ramírez de la O / El Universal
La economía entró en trayectoria de bajo crecimiento, probablemente entre 2% y 2.5%, aparte del año electoral 2012. Ya mostraba desaceleración desde mayo, aun cuando el gobierno y varios bancos sostenían que crecería en 5% durante 2011.
Esto se debe a que Estados Unidos cayó en desaceleración de 1% en el segundo trimestre y en particular su consumo personal bajó a 0.4% a tasa anual. Es muy obvia la rapidez con la que su desaceleración se transmitió a México.
De esto se desprende que la economía doméstica no tenga nada que pueda llamarse mercado interno, cuando menos como colchón a la desaceleración de la exportación.
La falta de una demanda impulsada por el músculo interno hace ver los llamados de los políticos a que el gobierno aplique un blindaje como expresiones vacías de sentido programático. En muchos casos ni siquiera saben lo que dicen. Algunos, de buena fe, quisieran que la economía estuviera más diversificada, para que si Estados Unidos se debilita México pueda seguir creciendo: sólo buenos deseos.
Lo que la mayoría no quiere admitir es que, como está formulado el llamado “modelo” de la economía, no ofrece espacio para introducir ningún nuevo ingrediente sin que descomponga el objetivo de la estabilidad.
Este objetivo sólo incluye inflación, equilibrio de las finanzas públicas y un peso fuerte contra el dólar. Todo lo demás, crecimiento, distribución, empleo o exportaciones son residuales a la prioridad de estabilidad. Si, por ejemplo, Estados Unidos crece a tasas altas y con ello facilita las exportaciones, el empleo y el crecimiento, qué bueno. Pero si no lo hace, ni modo.
Con el solo objetivo de estabilidad, un aumento repentino del gasto público para suavizar la caída estadounidense causaría más inflación por la poca capacidad de oferta interna e infraestructura, o simplemente más importaciones y mayor déficit externo, por la falta de competitividad. Por eso el gobierno no hace nada para impulsar la demanda interna y ahí está su respuesta al blindaje.
La insatisfacción de los políticos con este estado de las cosas es puramente superficial, pues ellos han sido parte del consenso político, sobre todo entre el PRI y el PAN, para aplicar este modelo sexenio tras sexenio. Después de años de estabilidad sin crecimiento, su explicación clásica es la falta de reformas estructurales.
Tampoco se quieren dar cuenta de que las principales reformas estructurales ya ocurrieron y que en lugar de impulsar el crecimiento redujeron su potencial, incluso cuando varias de ellas tenían la apariencia de modernizadoras.
Por ejemplo, las privatizaciones, en su gran mayoría, convirtieron monopolios públicos en monopolios u oligopolios privados que restaron competitividad a la economía. También ellos toleran toda la legislación y regulación que mantiene a la banca como un sector que gana mucho, pero no prestando a las empresas, sino cobrando muy caro sus servicios.
Igualmente aprobaron todos los presupuestos en los cuales se triplicó el gasto, de 1.2 billones de pesos al comenzar Vicente Fox, a 3.6 billones que se planea para 2012. Esto, a pesar de que no han hecho mayores obras públicas. Hoy sólo las rencillas causan reclamos del PRI por los altos sueldos de la burocracia gubernamental, pero no plantean ninguna austeridad en serio.
Si el objetivo fuera el crecimiento, y el equilibrio de las finanzas públicas no fuera el objetivo sino sólo una restricción, entonces el gobierno estaría obligado a hacer más obra con los mismos recursos que ya tiene y, por lo tanto, reduciría el gasto burocrático. Ese cambio no se incluye en los llamados a un supuesto blindaje.
Economista
La economía entró en trayectoria de bajo crecimiento, probablemente entre 2% y 2.5%, aparte del año electoral 2012. Ya mostraba desaceleración desde mayo, aun cuando el gobierno y varios bancos sostenían que crecería en 5% durante 2011.
Esto se debe a que Estados Unidos cayó en desaceleración de 1% en el segundo trimestre y en particular su consumo personal bajó a 0.4% a tasa anual. Es muy obvia la rapidez con la que su desaceleración se transmitió a México.
De esto se desprende que la economía doméstica no tenga nada que pueda llamarse mercado interno, cuando menos como colchón a la desaceleración de la exportación.
La falta de una demanda impulsada por el músculo interno hace ver los llamados de los políticos a que el gobierno aplique un blindaje como expresiones vacías de sentido programático. En muchos casos ni siquiera saben lo que dicen. Algunos, de buena fe, quisieran que la economía estuviera más diversificada, para que si Estados Unidos se debilita México pueda seguir creciendo: sólo buenos deseos.
Lo que la mayoría no quiere admitir es que, como está formulado el llamado “modelo” de la economía, no ofrece espacio para introducir ningún nuevo ingrediente sin que descomponga el objetivo de la estabilidad.
Este objetivo sólo incluye inflación, equilibrio de las finanzas públicas y un peso fuerte contra el dólar. Todo lo demás, crecimiento, distribución, empleo o exportaciones son residuales a la prioridad de estabilidad. Si, por ejemplo, Estados Unidos crece a tasas altas y con ello facilita las exportaciones, el empleo y el crecimiento, qué bueno. Pero si no lo hace, ni modo.
Con el solo objetivo de estabilidad, un aumento repentino del gasto público para suavizar la caída estadounidense causaría más inflación por la poca capacidad de oferta interna e infraestructura, o simplemente más importaciones y mayor déficit externo, por la falta de competitividad. Por eso el gobierno no hace nada para impulsar la demanda interna y ahí está su respuesta al blindaje.
La insatisfacción de los políticos con este estado de las cosas es puramente superficial, pues ellos han sido parte del consenso político, sobre todo entre el PRI y el PAN, para aplicar este modelo sexenio tras sexenio. Después de años de estabilidad sin crecimiento, su explicación clásica es la falta de reformas estructurales.
Tampoco se quieren dar cuenta de que las principales reformas estructurales ya ocurrieron y que en lugar de impulsar el crecimiento redujeron su potencial, incluso cuando varias de ellas tenían la apariencia de modernizadoras.
Por ejemplo, las privatizaciones, en su gran mayoría, convirtieron monopolios públicos en monopolios u oligopolios privados que restaron competitividad a la economía. También ellos toleran toda la legislación y regulación que mantiene a la banca como un sector que gana mucho, pero no prestando a las empresas, sino cobrando muy caro sus servicios.
Igualmente aprobaron todos los presupuestos en los cuales se triplicó el gasto, de 1.2 billones de pesos al comenzar Vicente Fox, a 3.6 billones que se planea para 2012. Esto, a pesar de que no han hecho mayores obras públicas. Hoy sólo las rencillas causan reclamos del PRI por los altos sueldos de la burocracia gubernamental, pero no plantean ninguna austeridad en serio.
Si el objetivo fuera el crecimiento, y el equilibrio de las finanzas públicas no fuera el objetivo sino sólo una restricción, entonces el gobierno estaría obligado a hacer más obra con los mismos recursos que ya tiene y, por lo tanto, reduciría el gasto burocrático. Ese cambio no se incluye en los llamados a un supuesto blindaje.
Economista
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