lunes, 24 de mayo de 2010

CEVALLOS ¿EL FIN DEL ESTADO?

Antonio Navalón / El Universal
En cualquier país, incluso en México, los delitos comunes se persiguen de oficio, pero si el de Diego es un secuestro privado donde el Estado declara su inexistencia, estamos en graves problemas. Si Diego posee 30 años de secretos, el Estado no puede quedar como un invitado de piedra. Y si mañana secuestran a cualquiera de nosotros, a quién recurrimos, ¿a la PGR o a la familia Cevallos?
La exigencia de la familia de no intervención del gobierno aclara todo: uno, explica la rápida reacción de los organismos de seguridad —regularmente ineficientes— para decirle a Calderón que se podía ir tranquilo de gira y que el problema no tenía que ver con el narco. Dos, que el secuestro se resolverá de forma privada porque la familia sabe quién lo tiene y para qué, como lo revela la fotografía del Diego vendado.
Sabemos que en Derecho el primer bien a conservar es la vida, pero, ahora sólo podrán estar seguros quienes lleven algún chip en el cuerpo y se puedan dar el lujo de prescindir de un gobierno que ya no protege a nadie. Y si no fuera porque está confirmado que él no se encuentra ni en su casa ni en su despacho, la actuación y el aplomo de su familia nos haría pensar que no está secuestrado, que es un secuestro digital o que la omisión gubernamental es en el fondo una lección de templanza.
Hay cuestionamientos que acrecientan el enigma: ¿quién le aseguró al Presidente, en horas, que no había sido el narco?, ¿quién determinó garantizar que no habría ninguna noticia antes de que Calderón volviera de su gira?, ¿por qué un perito acepta como válido el deslinde del EPR?
Y si no han sido el narco, el EPR, su familia, ni cualquier damnificado de sus brillantes triunfos judiciales, entonces ¿quién lo tiene? ¿Es posible que con el secuestro de Cevallos esté secuestrada una parte del Estado?, ¿por qué se publica esa foto de Diego casi momificado en perfecta sincronía con el momento en que Calderón regresa a México? Los creyentes pueden rezar y los demás trataremos de entender quién lo tiene, por qué se lo llevaron, por qué disco duro lo van a intercambiar y por qué todos parecen estar tan tranquilos y seguros.
Dentro de ese aparente control absoluto de la crisis alguien está barajando el escenario, tal vez preparando algún video del Jefe Diego, el inequívoco, haciendo alguna confesión de lo hecho por sus socios en cómodas entregas de ocho minutos subidas a YouTube.
Yo agradezco a los poderes públicos que no angustiaran al pueblo de México, manejando el tema como si pudiera ser resuelto por la policía, cuando en realidad es un juego que sólo ellos conocen y pueden jugar. Mientras tanto, los demás, como pasa siempre, contenemos la respiración y presenciamos los ajustes en el cielo de los beatos, mientras sufrimos el infierno en la tierra

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