En el tema migratorio, ratificó su desacuerdo con la ley migratoria de Arizona; Beatriz Paredes, Navarrete y demócratas lo ovacionan
Jorge Ramos y Jaime Hernández / Enviado y corresponsal El Universal
La petición del presidente Felipe Calderón al Congreso de Estados Unidos para que vuelva a instaurar la prohibición a la venta de armas de asalto y las críticas que hizo a la ley antiinmigrantes de Arizona generó entre políticos conservadores un fuerte rechazo al mandatario mexicano.
Al dirigirse en sesión solemne al Congreso General de Estados Unidos, Calderón se refirió al combate al crimen organizado que realiza su gobierno, lo que aprovechó para lanzar un llamado de cooperación:
“Existe un tema donde México necesita de su ayuda: detener el flujo de armas de alto poder y otro armamento legal a través de la frontera”.
Pidió a los congresistas reconsiderar la restitución de la prohibición a la venta de armas de asalto, que fue derogada en 2004. “Entiendo que la Segunda Enmienda garantiza a todos los buenos ciudadanos americanos la capacidad de defenderse a sí mismos. Pero créanme que muchas de estas armas no están terminando en manos de americanos honestos (...) están terminando en manos de criminales”, explicó.
En el tema migratorio, ratificó su desacuerdo con la ley migratoria de Arizona.
“No sólo ignora una realidad que no puede borrar por decreto, sino que también introduce una terrible idea de usar los rasgos raciales como base para aplicar la ley”, dijo mientras recibía el aplauso sólo del ala demócrata. Se dijo convencido de la necesidad de una “reforma migratoria integral”, para lograr una frontera común segura.
En su intervención, de 36 minutos, el Presidente fue ovacionado al menos 27 veces. La fracción demócrata no regateó los aplausos ni la dirigente del PRI, Beatriz Paredes, o el senador Carlos Navarrete, del PRD.
Al final de la sesión varios legisladores republicanos consideraron “inapropiado” e “injerencista” el discurso.
El senador por Texas, John Cornyn, dijo que los estadounidenses no tienen que sacrificar sus libertades para resolver problemas de otras naciones.
Orrin Hatch, de Utah, consideró inapropiado que un jefe de Estado cuestione leyes de su país. Jeff Sessions, de Alabama, señaló que la solución es un muro fronterizo. “Así no pasarían armas al sur ni indocumentados o drogas al norte”.
Jorge Ramos y Jaime Hernández / Enviado y corresponsal El Universal
La petición del presidente Felipe Calderón al Congreso de Estados Unidos para que vuelva a instaurar la prohibición a la venta de armas de asalto y las críticas que hizo a la ley antiinmigrantes de Arizona generó entre políticos conservadores un fuerte rechazo al mandatario mexicano.
Al dirigirse en sesión solemne al Congreso General de Estados Unidos, Calderón se refirió al combate al crimen organizado que realiza su gobierno, lo que aprovechó para lanzar un llamado de cooperación:
“Existe un tema donde México necesita de su ayuda: detener el flujo de armas de alto poder y otro armamento legal a través de la frontera”.
Pidió a los congresistas reconsiderar la restitución de la prohibición a la venta de armas de asalto, que fue derogada en 2004. “Entiendo que la Segunda Enmienda garantiza a todos los buenos ciudadanos americanos la capacidad de defenderse a sí mismos. Pero créanme que muchas de estas armas no están terminando en manos de americanos honestos (...) están terminando en manos de criminales”, explicó.
En el tema migratorio, ratificó su desacuerdo con la ley migratoria de Arizona.
“No sólo ignora una realidad que no puede borrar por decreto, sino que también introduce una terrible idea de usar los rasgos raciales como base para aplicar la ley”, dijo mientras recibía el aplauso sólo del ala demócrata. Se dijo convencido de la necesidad de una “reforma migratoria integral”, para lograr una frontera común segura.
En su intervención, de 36 minutos, el Presidente fue ovacionado al menos 27 veces. La fracción demócrata no regateó los aplausos ni la dirigente del PRI, Beatriz Paredes, o el senador Carlos Navarrete, del PRD.
Al final de la sesión varios legisladores republicanos consideraron “inapropiado” e “injerencista” el discurso.
El senador por Texas, John Cornyn, dijo que los estadounidenses no tienen que sacrificar sus libertades para resolver problemas de otras naciones.
Orrin Hatch, de Utah, consideró inapropiado que un jefe de Estado cuestione leyes de su país. Jeff Sessions, de Alabama, señaló que la solución es un muro fronterizo. “Así no pasarían armas al sur ni indocumentados o drogas al norte”.
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