México SA
México, el más desigual de la OCDE
Cayó Bazbaz, ¿cuántos por el caso ABC?
Carlos Fernández-Vega / La Jornada
Todo indica que buena parte del gabinetazo calderonista, y el propio inquilino de Los Pinos, tiene severos problemas de lectura (analfabetismo político-funcional), porque en los análisis y reportes internacionales sobre la realidad mexicana sólo alcanzan a leer las palabras en color de rosa; el resto, especialmente las de color rojo, de plano no. Así, por ejemplo, el carismático Javier Lozano, secretario del Trabajo, gusta presumir que “en México hay menos desempleo que en los países industrializados de la OCDE” y que aquí las plazas laborales crecen como conejos, pero por la citada incapacidad no alcanzó a leer que esa misma organización advierte que “de noviembre de 2008 a abril de 2010 se perdieron 212 mil empleos formales”, y que quienes los ocupaban terminaron en el sector informal de la economía, “donde ya se encontraba una porción significativa de los trabajadores asalariados”.
Otro ejemplo, para no recurrir a los que cotidianamente aporta el inquilino de Los Pinos, es el sonriente secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, quien alegremente asegura que con Calderón “tenemos la mitad de mexicanos en condiciones de pobreza que teníamos a mitad de los 90”, por mucho que la Cepal advierta que con la crisis de 2009 “el único país en América Latina en el que se registró un empeoramiento en la situación de la pobreza fue México”, y que sólo en el primer bienio del actual sexenio el número de pobres en el país –cifras oficiales– se incrementó en cerca de 6 millones de personas.
Pues bien, mientras los del gabinetazo aprenden a leer de corridito, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) divulgó ayer sus perspectivas sobre México, de las que se toman los siguientes elementos, que sin duda aportan muchísimo más que la limitada lectura y la eterna sonrisa del “cambio” con “continuidad”. Van pues.
Los niveles de desigualdad en México se mantienen como los más altos de la OCDE. Una y media veces más que el promedio de la Organización, y dos veces por arriba con respecto a los países de baja desigualdad, como Dinamarca. Los ingresos medios del 10 por ciento más pobre se sitúan por debajo de los mil dólares (en paridad de compra, PPC), inferior a cualquier otro de los países integrantes. En las naciones miembros de esta agrupación, los ingresos del decil más rico son, en promedio, casi nueve veces superiores de los del decil más pobre; en México la diferencia es 25 veces superior. El 10 por ciento más pobre en México acumula cerca de 1.5 por ciento del total del ingreso disponible, mientras que el 10 por ciento más rico concentra cerca de 36 por ciento.
A pesar del progreso realizado durante las últimas décadas, la pobreza crece de nuevo. Entre 2006 y 2008 la pobreza extrema se duplicó: del 2 al 4 por ciento de la población mexicana (personas que sobreviven con menos de 1.25 dólares diarios, algo así como 16 pesos al tipo de cambio actual), y de 4.8 a 8.2 por ciento entre aquellos que viven con menos de 2 dólares por día (alrededor de 26 pesos). Las cifras oficiales sobre la pobreza absoluta aumentaron considerablemente. El alto índice de pobreza absoluta también se ve reflejado en otros indicadores de las condiciones de vida, como la tasa de mortalidad infantil –que triplica la tasa promedio de la OCDE– y un índice de analfabetismo superior al de la media de la Organización, dentro de la cual México reporta la mayor desigualdad.
México se distancia de otros países de la OCDE en la forma general de distribución del ingreso familiar disponible: la mayoría de la clase media tiene un salario mucho más cercano a los trabajadores de base que a los de la cima. Mientras que la tendencia de la década pasada (los ingresos ganan en el quintil inferior y pierden en el quintil superior) ha disminuido las desigualdades, el reto es acelerar las percepciones de los grupos de menores ingresos en un contexto de recuperación en el ingreso real per cápita. Dado que la población mexicana es relativamente joven, los niños representan aproximadamente la mitad de todo el sector afectado por la pobreza. Así, la probabilidad de que la pobreza tenga consecuencias duraderas es más alta en México que en otros países de la OCDE. La pobreza entre la población de mayor edad se acentúa entre los más ancianos. La tasa de pobreza entre las personas de 75 y más años (31 por ciento) es casi el doble del promedio. Además, como la población mexicana está envejeciendo, existe el riesgo de que aumente la proporción de ancianos pobres.
El sistema de protección social de México sigue siendo limitado, dejando desprotegidos a la mayoría de sus ciudadanos vulnerables. El gasto público social como proporción del PIB ha aumentado desde menos de 2 por ciento en 1985 a 7.4 por ciento en 2005, pero sólo supone poco más de un tercio del nivel observado en otros países de la OCDE. La proporción del gasto público en programas sociales con respecto al PIB de México es modesta, no sólo en términos absolutos, sino también en términos de PIB per cápita. Las transferencias sociales consiguen poco a la hora de reducir la pobreza en México. Los apoyos públicos en efectivo constituyen únicamente 6 por ciento del ingreso familiar disponible. La mayor parte de este gasto beneficia a la parte superior de la distribución, con menos de 10 por ciento destinado al 20 por ciento más pobre de la población. Por lo tanto, es prioritario que el sistema de seguridad social sea más progresivo y amplíe su cobertura.
Oportunidades es uno de los programas “más innovadores y exitosos”, pero la mayoría de los programas de alivio a la pobreza todavía excluyen a las familias que viven en condiciones de pobreza relativa. Los programas contra el desempleo siguen siendo rudimentarios. El programa Primer Empleo no obtuvo el impacto esperado (de hecho fue un rotundo fracaso). En un contexto económico difícil como el actual, México necesita reforzar las redes de seguridad social para evitar que las familias medianamente pobres caigan en la pobreza extrema. Los recursos destinados a los programas de empleo temporal son ocho veces menores a los canalizados a mantener bajos los precios de la energía.
Entonces, qué bueno que “el país está en franca recuperación”, según dicen los analfabetos del gabinetazo.
Las rebanadas del pastel
Si el caso Paulette tiró al procurador mexiquense, ¿cuántos deberán caer, cárcel incluida, por el caso de los 49 niños muertos y los más de 70 heridos en la guardería ABC de Hermosillo?
Cayó Bazbaz, ¿cuántos por el caso ABC?
Carlos Fernández-Vega / La Jornada
Todo indica que buena parte del gabinetazo calderonista, y el propio inquilino de Los Pinos, tiene severos problemas de lectura (analfabetismo político-funcional), porque en los análisis y reportes internacionales sobre la realidad mexicana sólo alcanzan a leer las palabras en color de rosa; el resto, especialmente las de color rojo, de plano no. Así, por ejemplo, el carismático Javier Lozano, secretario del Trabajo, gusta presumir que “en México hay menos desempleo que en los países industrializados de la OCDE” y que aquí las plazas laborales crecen como conejos, pero por la citada incapacidad no alcanzó a leer que esa misma organización advierte que “de noviembre de 2008 a abril de 2010 se perdieron 212 mil empleos formales”, y que quienes los ocupaban terminaron en el sector informal de la economía, “donde ya se encontraba una porción significativa de los trabajadores asalariados”.
Otro ejemplo, para no recurrir a los que cotidianamente aporta el inquilino de Los Pinos, es el sonriente secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, quien alegremente asegura que con Calderón “tenemos la mitad de mexicanos en condiciones de pobreza que teníamos a mitad de los 90”, por mucho que la Cepal advierta que con la crisis de 2009 “el único país en América Latina en el que se registró un empeoramiento en la situación de la pobreza fue México”, y que sólo en el primer bienio del actual sexenio el número de pobres en el país –cifras oficiales– se incrementó en cerca de 6 millones de personas.
Pues bien, mientras los del gabinetazo aprenden a leer de corridito, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) divulgó ayer sus perspectivas sobre México, de las que se toman los siguientes elementos, que sin duda aportan muchísimo más que la limitada lectura y la eterna sonrisa del “cambio” con “continuidad”. Van pues.
Los niveles de desigualdad en México se mantienen como los más altos de la OCDE. Una y media veces más que el promedio de la Organización, y dos veces por arriba con respecto a los países de baja desigualdad, como Dinamarca. Los ingresos medios del 10 por ciento más pobre se sitúan por debajo de los mil dólares (en paridad de compra, PPC), inferior a cualquier otro de los países integrantes. En las naciones miembros de esta agrupación, los ingresos del decil más rico son, en promedio, casi nueve veces superiores de los del decil más pobre; en México la diferencia es 25 veces superior. El 10 por ciento más pobre en México acumula cerca de 1.5 por ciento del total del ingreso disponible, mientras que el 10 por ciento más rico concentra cerca de 36 por ciento.
A pesar del progreso realizado durante las últimas décadas, la pobreza crece de nuevo. Entre 2006 y 2008 la pobreza extrema se duplicó: del 2 al 4 por ciento de la población mexicana (personas que sobreviven con menos de 1.25 dólares diarios, algo así como 16 pesos al tipo de cambio actual), y de 4.8 a 8.2 por ciento entre aquellos que viven con menos de 2 dólares por día (alrededor de 26 pesos). Las cifras oficiales sobre la pobreza absoluta aumentaron considerablemente. El alto índice de pobreza absoluta también se ve reflejado en otros indicadores de las condiciones de vida, como la tasa de mortalidad infantil –que triplica la tasa promedio de la OCDE– y un índice de analfabetismo superior al de la media de la Organización, dentro de la cual México reporta la mayor desigualdad.
México se distancia de otros países de la OCDE en la forma general de distribución del ingreso familiar disponible: la mayoría de la clase media tiene un salario mucho más cercano a los trabajadores de base que a los de la cima. Mientras que la tendencia de la década pasada (los ingresos ganan en el quintil inferior y pierden en el quintil superior) ha disminuido las desigualdades, el reto es acelerar las percepciones de los grupos de menores ingresos en un contexto de recuperación en el ingreso real per cápita. Dado que la población mexicana es relativamente joven, los niños representan aproximadamente la mitad de todo el sector afectado por la pobreza. Así, la probabilidad de que la pobreza tenga consecuencias duraderas es más alta en México que en otros países de la OCDE. La pobreza entre la población de mayor edad se acentúa entre los más ancianos. La tasa de pobreza entre las personas de 75 y más años (31 por ciento) es casi el doble del promedio. Además, como la población mexicana está envejeciendo, existe el riesgo de que aumente la proporción de ancianos pobres.
El sistema de protección social de México sigue siendo limitado, dejando desprotegidos a la mayoría de sus ciudadanos vulnerables. El gasto público social como proporción del PIB ha aumentado desde menos de 2 por ciento en 1985 a 7.4 por ciento en 2005, pero sólo supone poco más de un tercio del nivel observado en otros países de la OCDE. La proporción del gasto público en programas sociales con respecto al PIB de México es modesta, no sólo en términos absolutos, sino también en términos de PIB per cápita. Las transferencias sociales consiguen poco a la hora de reducir la pobreza en México. Los apoyos públicos en efectivo constituyen únicamente 6 por ciento del ingreso familiar disponible. La mayor parte de este gasto beneficia a la parte superior de la distribución, con menos de 10 por ciento destinado al 20 por ciento más pobre de la población. Por lo tanto, es prioritario que el sistema de seguridad social sea más progresivo y amplíe su cobertura.
Oportunidades es uno de los programas “más innovadores y exitosos”, pero la mayoría de los programas de alivio a la pobreza todavía excluyen a las familias que viven en condiciones de pobreza relativa. Los programas contra el desempleo siguen siendo rudimentarios. El programa Primer Empleo no obtuvo el impacto esperado (de hecho fue un rotundo fracaso). En un contexto económico difícil como el actual, México necesita reforzar las redes de seguridad social para evitar que las familias medianamente pobres caigan en la pobreza extrema. Los recursos destinados a los programas de empleo temporal son ocho veces menores a los canalizados a mantener bajos los precios de la energía.
Entonces, qué bueno que “el país está en franca recuperación”, según dicen los analfabetos del gabinetazo.
Las rebanadas del pastel
Si el caso Paulette tiró al procurador mexiquense, ¿cuántos deberán caer, cárcel incluida, por el caso de los 49 niños muertos y los más de 70 heridos en la guardería ABC de Hermosillo?
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