martes, 25 de mayo de 2010

TIGRES DE PAPEL

La siguiente fase de la crisis puede ser el estancamiento sin empleo
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
Faltan escasas semanas para que se celebre la cumbre del G-20, en Canadá. Será la cuarta (tras Washington, Londres y Pittsburgh) desde que los dirigentes de todo el mundo decidieron que esta formación G sería el instrumento común para combatir la peor crisis del capitalismo en muchas décadas. La de Toronto será la cita que demostrará a la ciudadanía si el G-20 es, efectivamente, un instrumento útil y central para la era de la globalización financiera, o un tigre de papel del que salen esdrújulas declaraciones reformistas (encabezadas por un pomposo "Nosotros, los líderes"), pero casi ninguna decisión ejecutiva.
Llegan Europa y EE UU a ese G-20 con distintas coyunturas y diferentes actitudes: la UE, con un crecimiento anémico y reinventando sus reglas del juego; EE UU, saliendo de la recesión con más fuerza de la prevista y con la decisión política de quien pretende evitar la máxima de Santayana: quienes no conocen la historia se verán obligados a repetirla. Para ello, Obama se ha aplicado en una reforma del sistema financiero, cuyo texto definitivo puede coincidir en el tiempo, más o menos, con la reunión canadiense y estar en vigor en las elecciones de mitad de mandato, en noviembre próximo.
Europa trata de regenerarse a fuerza de resistir los ataques externos: los que han protagonizado los mercados altamente especulativos sobre el euro en los últimos dos o tres meses. En materia de regulación financiera, la UE tiene poco que ofrecer al mundo: un tímido inicio para embridar a los fondos de alto riesgo, que no cuenta con el apoyo del lugar en el que más operan: la City de Londres. Como alguien ha dicho, es como reformar la Política Agraria Común (PAC) sin contar con Francia. En segundo lugar, la posibilidad de ahormar una posición conjunta sobre las ventas al descubierto a corto plazo (acciones que no se poseen y con las que se especula facilitando su bajada), que acaba de prohibir Alemania, como ya hacen otros países.
La cultura de la estabilidad alemana es hegemónica en esta fase de reinvención europea. La UE ha adoptado cuatro principios a los que ahora hay que poner la letra pequeña: mayor disciplina presupuestaria, la convergencia en la competitividad de los países, contar con un mecanismo efectivo de gestión de la crisis y, en línea con lo anterior, reforzar la gobernanza económica en términos institucionales. En definitiva, una versión más ortodoxa y cerrada del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), hecho añicos por la propia Alemania cuando le interesó (y luego por los demás), con muchas dosis de estabilidad y muy pocas de crecimiento. Un PEC deforme, desequilibrado, que si se aplica tal cual quiere Alemania con la anuencia del resto de los países, asustados, contiene una paradoja y un preanuncio: la paradoja, que se van a aplicar mayores sanciones económicas a quien no lo cumple, con lo que se combatirá el déficit generando más déficit y más deuda. El preanuncio es el de la siguiente fase de la crisis:
seremos más ortodoxos pero podemos entrar en una fase de largo recorrido de estancamiento sin empleo, y algunos países (¿España entre ellos?), en un proceso de deflación a la japonesa.
EE UU está saliendo con más fuerza de la recesión, gracias a sus poderosos planes de rescate financiero y de sus desacomplejadas medidas keynesianas de estímulo. Tiene un déficit público similar al español o al británico, que es objeto de preocupación, pero sus prioridades son hoy consolidar la recuperación, reducir la tasa de paro (cercana al 10%, como la media europea) y aprobar una ley de reforma financiera que evite los abusos del pasado de bancos y banqueros. Obama es consciente de que si existe un ámbito en el que la protección al consumidor es particularmente necesaria y sensible, y ha resultado difícil de proporcionar, es en el de los ahorros de la gente para el futuro (depositados en la Bolsa a través de fondos de pensiones o de inversión, y en las entidades financieras, a través de los créditos y de los depósitos). Son los recursos principales con los que los ciudadanos cuentan para el futuro, y no pueden estar al albur de productos sofisticados y opacos, de operaciones fuera de balance, de los pornográficos bonus y paracaídas de oro que se autoconceden algunos ejecutivos, etcétera. ¿Tomará el G-20 la velocidad americana o la europea? ¿O ninguna?

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