viernes, 21 de mayo de 2010

POBREZA Y PERMANENCIA DEL CAMPESINADO/ I

Economía Moral
El capitalismo agrícola necesita a los campesinos
Julio Boltvinik / La Jornada
En sus diversos estudios sobre la pobreza rural en el mundo, el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD, por sus siglas en inglés) señala que alrededor de mil millones de habitantes del medio rural son pobres, aunque estas cifras claramente subestiman la pobreza como lo mostré con el análisis que hace Thomas Pogge de las cifras del Banco Mundial (similares a las del IFAD) en la entrega anterior (14/05/10).
Sabemos que la mayor parte de los pobladores rurales del mundo son pobres. Tenemos que explicar por qué la mayor parte de los habitantes del medio rural (que viven en hogares encabezados por campesinos o jornaleros rurales) son pobres. Las respuestas convencionales giran en torno de las graves limitaciones de recursos de los campesinos, lo que se traduce en bajos niveles de producción y, por tanto, en reducidos ingresos o bien en que están sujetos a diversas formas de explotación. Sin embargo, esta explicación convencional tendría dificultades para explicar por qué “1.7 millones de las 2.6 millones de granjas existentes en EU tenían ingresos inadecuados para un estándar de vida aceptable y cuya sobrevivencia dependía claramente de su acceso a ingresos de otras fuentes”.1 Además, estos campesinos y granjeros pobres han desafiado los vaticinios de izquierda y derecha que los desaparecían de la faz de la tierra como tales:
“La concepción clásica del desarrollo del capitalismo en la agricultura sostiene que, al igual que en la industria, la estructura de clases del agro tendería a polarizarse; la producción mercantil simple tendería a desaparecer: se desarrollarían relaciones capitalistas de producción entre una burguesía agraria y un proletariado rural... el futuro agrario sería de grandes fincas manejadas por granjeros capitalistas que utilizarían métodos de producción intensivos en capital y emplearían trabajadores sin tierra. Casi cien años después, la historia ha falsificado esta noción: en Europa, las grandes fincas han decrecido en importancia. La unidad típica de hoy [1981] es la granja familiar. El proletariado rural ha decrecido, no sólo en número absoluto, sino como proporción de la fuerza de trabajo. En los seis países originales de la Comunidad Económica Europea en 1966-67, sólo 14 por ciento de la fuerza de trabajo era no familiar o contratada. En EU el porcentaje de la fuerza de trabajo en el empleo agrícola total ha fluctuado alrededor de 25 desde 1910 sin mostrar tendencia a crecer... el proletariado agrícola actual es básicamente de tiempo parcial: estudiantes, amas de casa, etcétera, llevados a la agricultura en periodos pico como las cosechas. El grupo de proletarios agrícolas de tiempo completo es sorprendentemente pequeño: por ejemplo era de sólo 670 mil personas en EU en 1972.”2
Éstos son los dos temas que me propongo abordar en esta serie de entregas: pobreza y sobrevivencia de las unidades familiares, campesinas en el tercer mundo y campesinas o granjeras en el primero. Dos fenómenos que plantean desafíos conceptuales y prácticos fundamentales. Revisaré para ello la bibliografía internacional y nacional pertinente. En el número 18 (otoño 2009) de la magnífica revista Mundo Siglo XXI, que dirige Luis Arizmendi y publica el CIECAS del Instituto Politécnico Nacional, publiqué el articulo “Esbozo de una teoría de la pobreza y la sobrevivencia del campesinado”, que justo aborda estos dos temas, el segundo de ellos en polémica con Armando Bartra. Esta polémica se desarrolló en las páginas de La Jornada en 2007 y la narro en el artículo mencionado. Desde la publicación del artículo de Mundo Siglo XXI, he leído trabajos que formulan explicaciones alternativas de la sobrevivencia campesina desde la perspectiva de obstáculos al desarrollo del capitalismo en la agricultura, que me propongo examinar. Mi esbozo de teoría tesis es:
La pobreza campesina está determinada por la estacionalidad agrícola que se manifiesta en requerimientos de trabajo desiguales en el año y concentrados en la siembra y cosecha (véase gráfica) y por el hecho que en el capitalismo los precios incorporan (como costos) sólo los salarios de las jornadas efectivamente laboradas y pagadas. Al concurrir los productores campesinos con empresas capitalistas en los mismos mercados, y actuar en ellos como tomadores de precios, los precios de sus productos sólo pueden remunerar los días efectivamente trabajados. Es decir que el costo social de la estacionalidad es absorbido por los campesinos con pobreza permanente que los convierte en proletarios errantes en busca de ingresos adicionales.
Si la predicción sobre la transformación y concentración de las unidades familiares agrícolas en unidades capitalistas se hubiese cumplido, no tendríamos que explicar ni la pobreza ni la sobrevivencia campesina: los campesinos habrían dejado de existir. Durante el debate con Armando Bartra fui descubriendo que la teoría que había formulado para explicar la pobreza campesina también daba cuenta de su sobrevivencia, lo que me llevó a la tesis radical de que “el capitalismo no puede existir en forma pura en la agricultura: sin la oferta campesina de mano de obra estacional [barata, habría que añadir] la agricultura capitalista sería imposible. No habría (casi) nadie dispuesto a trabajar sólo durante las cosechas. Por tanto, la permanencia de la agricultura campesina hace posible el agrocapitalismo” (p.39, artículo citado). Es decir, la agricultura campesina no sólo es funcional, sino indispensable para la existencia de empresas agrícolas capitalistas. Pero el campesino sólo se verá obligado a vender estacionalmente su fuerza de trabajo (y estará dispuesto a venderla barata) si es pobre: los granjeros ricos en EU se pueden pasar (y se pasan) bebiendo cerveza los periodos en los que no hay trabajo en la agricultura. Es decir, el capitalismo agrícola sólo puede existir en simbiosis con campesinos pobres, dispuestos a (y urgidos de) vender su fuerza de trabajo algunos días al año. Una teoría que explique la sobrevivencia campesina debe explicar también su pobreza. Mi tesis es, sin embargo, asimétrica: si bien los capitalistas no podrían vivir sin los campesinos, éstos mejorarían muchísimo sin los capitalistas. Ello es así porque, como dije antes, cuando están presentes empresas capitalistas en el mercado, los precios de los productos agrícolas sólo reflejan los costos de mano de obra efectivamente erogados. Para el capital la fuerza de trabajo es un costo variable: sólo paga los días contratados. Para la economía familiar campesina, en cambio, es un costo fijo: tiene que proveer siempre por la reproducción de la fuerza de trabajo familiar, trabaje o no. En un mercado agrícola donde todos los oferentes fuesen unidades familiares (o cooperativas con responsabilidad moral por la vida de sus integrantes y los familiares de éstos), los precios agrícolas reflejarían el costo de reproducción de la fuerza de trabajo durante todo el año y, por tanto, serían mucho más altos que los actuales. La causa más generalizada de la pobreza campesina en el mundo habría desaparecido.
1 Susan Archer Mann, Agrarian Capitalism in Theory and Practice, University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1990. p. 142.
2 Göran Djurfeldt, “Classical Discussions of Capital and Peasantry: A Critique”, en John Harriss (Ed.), Rural Development. Theories of Peasant Economy and Agrarian Change, Routledge, Londres, 1992, p. 139.

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