Antonio Caño
Pittsburgh (Pensilvania - Estados Unidos) / El País
Desde
Toledo a Pittsburgh hay 400 kilómetros de carretera en los que esta semana se
han expuesto algunos argumentos de la
campaña electoral de
Estados Unidos, se han reflejado algunas de las incertidumbres sobre su
resultado y, por encima de todo, se ha certificado una realidad: el fenómeno
Obama, esa gigantesca ola de afecto popular que sorprendió al mundo hace cuatro
años, está moribundo, si es que no definitivamente enterrado ya. Por primera
vez desde que llegó a la Casa Blanca, el presidente se echó a la carretera el jueves y viernes en los Estados de Ohio y
Pensilvania, ambos de enorme peso en las urnas, dispuesto a rememorar sus
mejores momentos como apóstol de la esperanza, pero al final todo quedó
reducido a un ejercicio rutinario de petición de voto.
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