Juan Fernando Robles / elEconomista.es
Ha dicho
el ministro de Economía que los mercados se comportan irracionalmente. Imagino
que el ministro pensará que lo verdaderamente racional es la política económica
del Gobierno que, al parecer, nadie alcanza a comprender, y menos los pobres
operadores del mercado. Esta reflexión sobre la irracionalidad del mercado
invita a repasar las racionales medidas que se han venido tomando y cuyos
efectos ya son de todos conocidos.
Rajoy se
encontró la prima de riesgo sobrepasando por poco los 300 puntos y mientras
aprobaba algunas reformas estructurales, la más valiente la laboral, se mantuvo
rondando arriba o abajo los 350. Pero, salvo eso, nada más se hizo de calado
porque se pasó unos meses hasta las elecciones andaluzas un poco a verlas
venir, no fuera a ser que si aplicaba alguna medida más impopular perdiera
Arenas la Junta de Andalucía, que según se vio tenía perdida. Mientras, iba
elaborando el Presupuesto de 2012, sin prisa pero sin prisa, porque todo era
pausa. Y nos íbamos enterando de que el déficit de 2011 no era ni el 6, ni el
8,5, sino el 8,9, tras descolgarse unas cuantas comunidades autónomas con
magras desviaciones. Todo muy racional y que ofrece mucha confianza.
El
ministro de Economía presenta en febrero su primera reforma financiera, tan
eficaz como todas las que se habían hecho antes. La prima de riesgo ni se
inmutó, porque la reforma antes que mayor credibilidad trajo más dudas, pues se
vino a reconocer oficialmente que los balances bancarios eran mentira.
Las
comunidades autónomas cada vez mostraban mayores signos de dificultades para
financiar su deuda y se empieza a hablar de financiarlas desde el Estado. Que las comunidades autónomas
tengan unas deudas imposibles es algo que da mucha confianza al inversor; y
sobre todo que el Gobierno no acometa una reforma rápida de su estructura de
gasto ni imponga más medida que ofrecer financiación a cambio de mirar papeles
es también una medida que al inversor le gusta, dado que implica que el Estado
se echa más tierra encima.
Como
íbamos bien encaminados, la prima de riesgo se pone a coquetear con los 400
puntos en el mes de abril, señal de que estamos dando en la diana, pero fuera
no se enteran. Y entonces empiezan los rumores sobre Bankia. Que si no tiene
las cuentas auditadas, que si la van a intervenir, que si está quebrada. Pero
pasan dos semanas de rumores y un buen lunes por la mañana, día estupendo para
tomar decisiones financieras, se lanza desde el racional Ministerio de Economía
la especie de que Rato se tiene que ir y de que Bankia, que tenía aprobado el
plan de recapitalización por el Banco de España, tiene un bonito agujero. Y
así, con el mercado abierto, la prima disparándose y la bolsa cayendo, llega el
bueno de Goirigolzarri que, como si se tratara de un niño de San Ildefonso,
cantó los 19.000 millones. Y claro, intervenir una entidad por episodios y con
el mercado abierto siempre ha dado mucha confianza a los inversores, que ahora
saben que el cuarto banco del país está quebrado. Porque si el número era el
19.000, el Eurogrupo cantó el premio: 100.000 millones de euros. Y el bombo de
la prima siguió girando y apuntalándose entre los 500 y 600 puntos.
Porque es
muy racional decirle a alguien que te pida lo que necesite sin que tengas el
dinero para dárselo y pasen los días y te fuercen desde el extranjero a pedir
un crédito. Si ese crédito además supone aumentar el endeudamiento del Estado,
aunque luego sea que no, que será luego, pues el inversor piensa en comprarte la
deuda de inmediato.
Porque
además, entretanto, y para seguir haciendo ejercicios de transparencia, se hace
una segunda reforma financiera en la que queda patente que una buena parte de
la cartera de créditos normales de la banca están envilecidos.
Por si
fuera poco, la recaudación fiscal baja, se suben los impuestos, se recortan
sueldos y se pone encima de la mesa una batería de reformas para seguir
enfriando la economía, ya en clara y duradera recesión. Y la prima en 600 y subiendo.
Pero el Ejecutivo no ve racional hacer una verdadera reforma de las
Administraciones Públicas, comunidades y ayuntamientos para eliminar todo el
despilfarro y caos. Eso es irracional, porque a lo mejor prefiere que vengan
desde fuera a hacerlo. Quién sabe.
Dicen que
Napoleón cuando perdió en Waterloo le dijo a su ordenanza: Pierre, Wellington
estaba en la colina en una posición irracional.
Juan
Fernando Robles, profesor de Finanzas.
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