Jorge A. Chávez Presa / El Universal
El estado que guarda el interés público, el de las mayorías silenciosas que no
tienen acceso a las altas esferas del poder, ¿cambiará, seguirá igual o se
deteriorá aún más? Es la pregunta que nos hacemos después de los comicios
federales a los que concurrimos más de 50 millones de mexicanos para emitir
nuestro voto y elegir presidente, senador y diputado federal.
Lo que es un hecho es que la gran mayoría estamos por reformas que superen las
barreras, eliminen trabas y rompan las cadenas que están deteniendo el gran
potencial de los mexicanos. Me atrevo a afirmarlo, pues PAN, PRI, PVEM y Panal
se pronunciaron abiertamente por este tipo de reformas, denominadas
estructurales por liberar y ampliar el terreno de acción y que en muchos casos
requieren reformas constitucionales. Estos partidos políticos son los que
recibieron el voto mayoritario. Esto es, de los más de 50 millones de votos que
se emitieron para presidente de la República, los más de 50 millones de votos
que obtuvo el conjunto de senadores y los más de 50 millones de votos que
recibió el conjunto de diputados federales, 33.2 millones de votos fueron para
los candidatos a presidente de los partidos mencionados; de igual manera 33.6
millones de votos se emitieron para los senadores de esos partidos con el
compromiso de respaldar este tipo de reformas, y 34 millones de votos se
expresaron por el lado de los diputados federales en ese mismo sentido. Los
mexicanos que votamos lo reiteramos tres veces, sí queremos esas reformas.
En consecuencia, la pregunta natural es: ¿respetarán lo que nos presentaron en
sus plataformas electorales? El asunto es relevante, pues de apegarse a los
compromisos que establecieron en dichos documentos, los cuales fueron
debidamente registrados ante el IFE, los mexicanos podríamos sentir confianza
de que sí debieran hacer los cambios que hagan que nuestro país avance más
rápido. México necesita ser más seguro, menos violento, más próspero y sin
pobres; donde la economía crea empleo impulsado por un crecimiento vigoroso.
Eso es lo que manifestamos en las urnas. Por lo tanto, todas esas reformas que
requieren cambios en el marco jurídico, muchos de ellos constitucionales, que
para lograrse necesitan de las dos terceras partes de los asistentes, una vez
que se ha dado el quórum, en ambas cámaras del Congreso y la mitad más uno de
los congresos estatales, en teoría puede darse. En efecto, al tomar la
composición que tendrá el Congreso se observa que sí es posible.
En la Cámara de Diputados la suma de votos del PRI, PVEM, PAN y Panal es de
364, y el número mágico, suponiendo que asisten los 500 diputados es de 366,
pero actuarialmente es de 300, por las inasistencias y otras contingencias. De
igual forma, en la Cámara de Senadores, el número con asistencia completa para
lograr la mayoría calificada es de 86, pero actuarialmente el umbral disminuye
a 78. En la cámara alta la suma de este cuarteto llega a 100. Estos son los
números con los que deberán trabajar el presidente de la República y los
coordinadores parlamentarios. Otra forma de ver los resultados, es que el
electorado definitivamente no quiere que sea sólo el PRI el que defina estas
reformas. Con toda claridad manifestó que quiere seguir teniendo contrapesos;
la Presidencia absolutista y del partido hegemónico es tema del pasado.
Incluso, si López Obrador volcara su atención a la agenda nacional, con las
soluciones y planteamientos que el país merece, podría lograrse que no sea sólo
este cuarteto de partidos, sino lo que se ha llamado “las izquierdas”, las que
podrían asegurar con una participación constructiva y moderna que prevalezca el
interés público sobre los intereses privados que tanto se han beneficiado en
los últimos lustros
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