Saqueadores del PAN con un pie en el desempleo
ÁLVARO DELGADO / PROCESO
La derrota en las urnas profundizó aún más las diferencias entre las corrientes del PAN, tanto que sus militantes no se ponen de acuerdo acerca de cómo y cuándo se reunirán para “reflexionar” sobre el futuro de ese partido. Juan José Rodríguez Prats, de vieja militancia y ninguneado por el propio presidente Felipe Calderón y por Gustavo Madero, sostiene que el reto es deslindar la relación gobierno-partido. “Eso es lo fundamental”. También pone el acento en los miles de panistas –muchos de ellos de la casta dorada de la burocracia federal– que pasarán al desempleo a partir del 1 de diciembre.
En medio de la disputa de facciones por el control del Partido Acción Nacional (PAN) y la “reflexión” cupular de la debacle, así como el activismo de Felipe Calderón para mantener el control partidario y neutralizar la sospecha de pactar con el priista Enrique Peña Nieto, hay una única certeza: Miles de panistas en el gobierno federal se sumarán a las filas del desempleo a partir del 1 de diciembre.
La nómina federal –una casta de funcionarios con onerosos sueldos y prestaciones– fue precisamente un instrumento de Calderón para controlar y cohesionar a su grupo político que, ahora dividido y hasta confrontado, fue hegemónico en el sexenio en los órganos de dirección del PAN, particularmente el Consejo Nacional y el CEN.
Ante la renuncia que deben presentar en el gobierno federal, a más tardar el 1 de diciembre, los panistas de la alta burocracia federal exploran a qué dedicarse: Unos a asociarse en consultorías, otros quieren cabildear en el Congreso, algunos incorporarse al sector privado y hasta cancelar su afiliación para quedarse en el próximo gobierno.
Pero el drama del desempleo de miles de burócratas panistas, como el que padecen más de 2 millones y medio de mexicanos –4.98% de la población económicamente activa–, es sólo una parte de lo que sufre el PAN tras el desastre del 1 de julio, explica el exsenador Juan José Rodríguez Prats:
“Hay varios grupos. Los preocupados: qué voy a hacer el próximo sexenio; los desertores, que están pensando en largarse; los felices, que ya resolvieron su problema económico; los decepcionados, que dicen que los principios no sirven; los soñadores, que preguntan dónde está el PAN de los fundadores, y los que seguimos continuando (sic).”
La nómina federal –que en los mandos medios y superiores son unos 25 mil servidores públicos, 2 mil de ellos de la casta dorada– fue uno de los mecanismos de poder que usó Calderón para someter al PAN, en contravención a lo que dispone el Código de Ética de los Servidores Públicos, de carácter obligatorio para todos los militantes.
Esa disposición establece en el artículo 31: “Evitaré usar o permitir el uso del cargo o comisión para coaccionar o inducir alguna conducta a la militancia panista. Respetaré el derecho de los subalternos a votar libremente en las asambleas o convenciones partidarias”.
La realidad fue la contraria, asegura Rodríguez Prats: Calderón manipuló, desde que asumió el Ejecutivo, los órganos del PAN para imponer a Germán Martínez y César Nava, a cuyo sometimiento se sumó Gustavo Madero, el actual presidente. “El Código de Ética fue una burla. Se violó desde el principio”.
Pero así como Calderón usó la nómina federal para colocar a sus incondicionales y comprar lealtades, observa Rodríguez Prats, también integró “listas negras” de quienes son identificados como enemigos del “calderonismo”, como fue su propio caso.
“Además de intervenir en la vida interna del PAN, otro problema desde el origen del gobierno de Calderón fue el de las listas negras y las fobias. Sembró la discordia en el PAN, en un partido que se había caracterizado por un ambiente de generosidad y de camaradería. Esa también es culpa de Felipe Calderón, porque empezó con eso de que quién es calderonista y quién no es calderonista.”
Crítico del gobierno de Calderón –a cuyo gabinete calificó de “mediocre”– y de su intervencionismo en el PAN, que le valió la marginación, Rodríguez Prats reafirma que el principal problema de ese partido no es, como quieren Calderón y Madero, una simple reforma a los estatutos.
“Eso es maquillaje. Lo que se requieren son decisiones para asumir el reto de deslindar lo que desafortunadamente se estuvo postergando: la relación gobierno-partido. Eso es lo fundamental.”
Explica: “Son dos instituciones con tareas específicas que no deben imbricarse y desafortunadamente el PAN incurrió en los errores del partido de Estado, que eso fue el PRI. Se arraigó tan fuerte la cultura priista que el PAN la imitó”.
A diferencia de Vicente Fox, quien “fue respetuoso del PAN”, Calderón lo avasalló al imponer a Germán Martínez y César Nava como presidentes y luego, acusa el exlegislador, someter a Madero con su consentimiento.
“A Felipe, como conocía al PAN y a todos sus cuadros, se le permitió más intervenir en su vida interna, y eso Gustavo lo permitió. Ese es el error, esa es la falla del PAN.”
–¿No hay entonces una disputa de Calderón-Madero por el PAN?
–Lo que estamos esperando todos los panistas es que Gustavo tenga los arrestos para sumir el liderazgo, pero lo que sucedió, desde que tomó posesión, es simplemente someterse a la voluntad de Calderón. Y ese es su mayor pecado.
A la calle…
La derrota del 1 de julio no sólo generó las reyertas en curso en el PAN, sino que cimbró a la alta burocracia federal que vivió con holgura y con lujo en al menos uno de los dos sexenios panistas.
El sector central de la Administración Pública Federal está constituido por 51 mil plazas de mandos medios y superiores, desde el titular del Ejecutivo hasta directores de área. Estos últimos forman el grueso de las plazas de confianza, con 40 mil.
Pero la casta dorada de la alta burocracia federal la constituyen 4 mil 318 funcionarios con nivel de secretarios, subsecretarios, jefes de unidad, oficiales mayores, directores generales, y 7 mil 200 con rango de directores generales adjuntos.
Todos éstos, sobre todo los 4 mil 318, son designaciones presidenciales, de secretarios y subsecretarios, y casi todos son militantes panistas o simpatizantes, la mayoría contratados por el gobierno de Calderón.
Sólo un personaje de jerarquía trascendió los sexenios de Fox y Calderón: Luis H. Álvarez, el expresidente del PAN que no ha dejado de cobrar una sola quincena. Su plaza es de director general: Cobra al mes 192 mil pesos brutos y 136 mil netos.
Además de los 19 secretarios de Estado, hay 765 plazas del mismo nivel en toda la administración pública: Uno es Gerardo Ruiz Mateos, jefe de la Oficina de la Presidencia, quien devenga 205 mil pesos mensuales brutos y 145 mil libres de impuestos.
La vocera de Calderón, Alejandra Sota Mirafuentes, tiene rango de subsecretaria de Estado, con sueldo mensual bruto de 203 mil pesos y 144 mil libres, el mismo que devenga la coordinadora de opinión pública de la Presidencia, Fernanda Vergara Audiffred.
Sólo en la Presidencia de la República laboran 466 servidores públicos que, como los otros mandos medios y superiores, gozan de extraordinarias prestaciones: Seguro de vida, de gastos médicos mayores, de retiro y de separación individualizada, así como aguinaldo de 40 días de salario, un mes de vacaciones, prima vacacional, gastos de defunción y de despensa.
Además, casi 6 mil pesos para gastos de mantenimiento, combustible, lubricantes, seguros y depreciación del vehículo que sea de su propiedad y utilice en el desempeño de sus funciones y un equipo de telefonía móvil de mil 850 pesos.
Los servidores públicos que son militantes activos del PAN están obligados a pagar 2% de sus ingresos por concepto de cuotas a su partido, aunque lo deben hacer a sus comités municipales.
Sólo los servidores públicos de elección popular a nivel federal, el presidente de la República, los diputados y senadores deben pagar, mensualmente, una cuota al CEN del PAN.
De acuerdo con el más reciente informe que el PAN entregó al Instituto Federal Electoral (IFE), el correspondiente a 2010, los diputados y senadores que son militantes pagaron un total de 17 millones 373 mil 690 pesos con 62 centavos.
Llama la atención que Calderón haya pagado en todo el año sólo 41 mil 918 pesos, en una sola exhibición, en contraste con los 72 mil 738 mil que en el año pagaron Josefina Vázquez Mota y los diputados federales, así como los 74 mil 313 de los senadores.
Aun sin tener obligación, algunos diputados simpatizantes del PAN aportaron su cuota al PAN: Rosa María de la Garza Ramírez, alias Rosy Orozco, Manuel de Jesús Clouthier Carrillo, Luis Enrique Mercado y Mario Alberto Becerra Pocoroba, entre otros.
Con la derrota del 1 de julio, el PAN disminuirá sus ingresos no sólo por prerrogativas, sino por conceptos de cuotas de sus legisladores, lo que hará más pesada la deuda que arrastra desde la elección de 2009 y que, según el informe de ese partido de 2010, representa un pasivo total de 415 millones de pesos, 328 millones de los cuales son a pagar a largo plazo.
Cacique, no
Tras la derrota en el poder presidencial, y el consecuente desempleo de grupos que de eso han vivido, la codicia de las facciones por controlar el PAN se ha agudizado, no sólo por los puestos de dirección en el CEN, sino de los grupos parlamentarios.
Además de cargos en el organigrama institucional de las cámaras de Diputados y Senadores, hay nómina en las áreas operativas de los dos grupos parlamentarios del PAN y en las fundaciones.
Pero sobre todo se diputa el control de las candidaturas a futuro de diputados, senadores, gobernadores, alcaldes y congresistas locales, algo en lo que Calderón influyó determinantemente desde que tomó el control del PAN, al forzar a Manuel Espino a dejar prematuramente la presidencia de ese partido, en diciembre de 2007, el primer año del sexenio.
Ese desenlace tuvo como antecedente que en junio Espino fuera abucheado en la Asamblea Nacional de León, Guanajuato. “Ese fue el punto de quiebre del PAN. Ahí se rompe la civilidad política que siempre tuvo el partido, la falta de respeto al jefe nacional”, subraya Rodríguez Prats.
Ahora, a cuatro meses de irse, Calderón ha emprendido un frenético activismo para seguir influyendo en la vida del PAN, plantear la refundación “piedra por piedra” y contrarrestar la sospecha de que sacrificó a Vázquez Mota para entregar el poder a Peña Nieto, a quien la noche de la elección felicitó con un semblante de dicha.
En la agenda de Calderón, y también en la de Madero, hay un solo punto en común: Celebrar una Asamblea Nacional para reformar los Estatutos, y el único punto de discrepancia es únicamente la fecha: Antes o después del 1 de diciembre.
En la “reflexión” que Calderón y Madero impulsan no aparece una evaluación de los gobiernos del PAN: La corrupción y la impunidad desde el gobierno federal, el desempleo, los 70 mil muertos de la estrategia contra la delincuencia…
Tampoco las razones de la derrota, como las designaciones de candidatos y los conflictos que se generaron hasta llegar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el abandono de la campaña de Vázquez Mota, los errores de ésta y de su equipo.
Menos aún se analizará el acuerdo que, en 2010, firmó César Nava con la priista Beatriz Paredes para evitar una alianza del PAN con la izquierda en el Estado de México, gobernado por Peña Nieto, y cuya divulgación derivó en la renuncia de Fernando Gómez Mont a la Secretaría de Gobernación.
Después de que, el 2 de julio, cuando se reunió, en Los Pinos, con los “liderazgos” del PAN para “reflexionar” la hecatombe electoral, Calderón se ha encontrado con consejeros nacionales en cada uno de los estados que visita, en días laborables y en recintos públicos, algo que solían criticar los panistas cuando eran oposición.
Conocido su talante maleducado y hasta majadero, en algunas de las reuniones ha regañado a los consejeros del PAN, en otras sugirió que Madero debe renunciar para reconstruir el partido –“no han entendido que la casa se quemó y tienen que salir para restaurarla”– y hasta promete volver “a sacar al PRI de Los Pinos” en 2018.
Al respecto, Rodríguez Prats no niega el derecho de Calderón de hacer política en el PAN, antes y después de terminar su gestión: “Es su derecho, es consejero vitalicio, tiene juventud, tiene experiencia y ojalá nos transmita sabiduría, pero no como cacique en el PAN”.
Explica: “Puedo entender que puede ser un factor de equilibrio, pero con conciencia de que no se va a hacer lo que él diga, como lo hizo desde la Presidencia: A golpear en la mesa y a castigar a quien no coincida con él”.
–¿Qué tanto Calderón tuvo que ver con la derrota?
–Desde luego que tuvo mucho que ver: la forma en que manejó la sucesión presidencial. Ahí hubo un enorme problema: él ofreció no meterse, lo dijo en una comida y desafortunadamente se inmiscuyó en el afán de imponer sucesor, eso está claro.
Tampoco respaldó firmemente a Vázquez Mota, dice, y refiere las declaraciones de Octavio Aguilar Valenzuela, coordinador de la campaña presidencial, y la mejor prueba es que intentó imponer a Ernesto Cordero.
“¡Por favor, que a mí no me digan que no lo hizo! Es evidente que lo intentó, que no le haya salido es otra cosa. Yo afortunadamente no sé si lo que hice sirvió para algo, pero yo desde mi trinchera lo señalé, cuando dije: ‘En el PAN no somos un rebaño de corderos’. Y me la cobraron.”
En efecto, Rodríguez Prats fue vetado por los felipistas para ser diputado y no fue respaldado por Vázquez Mota ni Madero, a quienes apoyó.
“Josefina se olvidó de quiénes estuvimos con ella, pero corderistas y felipistas cerraron filas y cortaron cabezas. Que no me vengan ahora con que hay que limar asperezas y que tenemos que unirnos. No. Ellos fueron culpables de castigar a quien no acató la consigna”, puntualiza.
Quedaron fuera de la posibilidad de ser legisladores Luis Felipe Bravo, Ana Teresa Aranda, Juan Antonio García Villa, Alfredo Ling Altamirano y José Ángel Córdova, porque Madero se sometió a Calderón.
“Gustavo interpretó democracia como dejar hacer y dejar pasar, y nadar de muertito. El pecado de Gustavo es de omisión, porque la democracia requiere de liderazgo.”
Al respecto, otro prominente panista, el diputado y senador electo Javier Corral, coincide en que Calderón “quiere seguir influyendo” en el PAN, sobre todo hacia la sesión del Consejo Nacional, prevista para el sábado 11 de agosto, y la Asamblea Nacional Extraordinaria que él pretende que se celebre antes de dejar el poder.
En su colaboración en el diario El Universal, el viernes 27, se pronunció en contra de que la Asamblea Nacional quede bajo su poder: “Es ceñir la reflexión a su deseo, es supeditar los tiempos del partido a los del presidente. Me parece una desmesura y una deslealtad”.
Calderón es responsable de la derrota y el PAN debe recuperar su identidad, exhorta Corral, y advierte:
“Lo peor que podemos hacer es llevar este proceso de reflexión a una disputa de facciones que termine por conducir al PAN a la irrelevancia ética, política y electoral, en la que la mayor apuesta sea que el presidente Calderón se haga del partido y las bancadas legislativas, sin más horizonte que el de administrar los restos del naufragio. Eso sí sería autodestructivo.”
La derrota en las urnas profundizó aún más las diferencias entre las corrientes del PAN, tanto que sus militantes no se ponen de acuerdo acerca de cómo y cuándo se reunirán para “reflexionar” sobre el futuro de ese partido. Juan José Rodríguez Prats, de vieja militancia y ninguneado por el propio presidente Felipe Calderón y por Gustavo Madero, sostiene que el reto es deslindar la relación gobierno-partido. “Eso es lo fundamental”. También pone el acento en los miles de panistas –muchos de ellos de la casta dorada de la burocracia federal– que pasarán al desempleo a partir del 1 de diciembre.
En medio de la disputa de facciones por el control del Partido Acción Nacional (PAN) y la “reflexión” cupular de la debacle, así como el activismo de Felipe Calderón para mantener el control partidario y neutralizar la sospecha de pactar con el priista Enrique Peña Nieto, hay una única certeza: Miles de panistas en el gobierno federal se sumarán a las filas del desempleo a partir del 1 de diciembre.
La nómina federal –una casta de funcionarios con onerosos sueldos y prestaciones– fue precisamente un instrumento de Calderón para controlar y cohesionar a su grupo político que, ahora dividido y hasta confrontado, fue hegemónico en el sexenio en los órganos de dirección del PAN, particularmente el Consejo Nacional y el CEN.
Ante la renuncia que deben presentar en el gobierno federal, a más tardar el 1 de diciembre, los panistas de la alta burocracia federal exploran a qué dedicarse: Unos a asociarse en consultorías, otros quieren cabildear en el Congreso, algunos incorporarse al sector privado y hasta cancelar su afiliación para quedarse en el próximo gobierno.
Pero el drama del desempleo de miles de burócratas panistas, como el que padecen más de 2 millones y medio de mexicanos –4.98% de la población económicamente activa–, es sólo una parte de lo que sufre el PAN tras el desastre del 1 de julio, explica el exsenador Juan José Rodríguez Prats:
“Hay varios grupos. Los preocupados: qué voy a hacer el próximo sexenio; los desertores, que están pensando en largarse; los felices, que ya resolvieron su problema económico; los decepcionados, que dicen que los principios no sirven; los soñadores, que preguntan dónde está el PAN de los fundadores, y los que seguimos continuando (sic).”
La nómina federal –que en los mandos medios y superiores son unos 25 mil servidores públicos, 2 mil de ellos de la casta dorada– fue uno de los mecanismos de poder que usó Calderón para someter al PAN, en contravención a lo que dispone el Código de Ética de los Servidores Públicos, de carácter obligatorio para todos los militantes.
Esa disposición establece en el artículo 31: “Evitaré usar o permitir el uso del cargo o comisión para coaccionar o inducir alguna conducta a la militancia panista. Respetaré el derecho de los subalternos a votar libremente en las asambleas o convenciones partidarias”.
La realidad fue la contraria, asegura Rodríguez Prats: Calderón manipuló, desde que asumió el Ejecutivo, los órganos del PAN para imponer a Germán Martínez y César Nava, a cuyo sometimiento se sumó Gustavo Madero, el actual presidente. “El Código de Ética fue una burla. Se violó desde el principio”.
Pero así como Calderón usó la nómina federal para colocar a sus incondicionales y comprar lealtades, observa Rodríguez Prats, también integró “listas negras” de quienes son identificados como enemigos del “calderonismo”, como fue su propio caso.
“Además de intervenir en la vida interna del PAN, otro problema desde el origen del gobierno de Calderón fue el de las listas negras y las fobias. Sembró la discordia en el PAN, en un partido que se había caracterizado por un ambiente de generosidad y de camaradería. Esa también es culpa de Felipe Calderón, porque empezó con eso de que quién es calderonista y quién no es calderonista.”
Crítico del gobierno de Calderón –a cuyo gabinete calificó de “mediocre”– y de su intervencionismo en el PAN, que le valió la marginación, Rodríguez Prats reafirma que el principal problema de ese partido no es, como quieren Calderón y Madero, una simple reforma a los estatutos.
“Eso es maquillaje. Lo que se requieren son decisiones para asumir el reto de deslindar lo que desafortunadamente se estuvo postergando: la relación gobierno-partido. Eso es lo fundamental.”
Explica: “Son dos instituciones con tareas específicas que no deben imbricarse y desafortunadamente el PAN incurrió en los errores del partido de Estado, que eso fue el PRI. Se arraigó tan fuerte la cultura priista que el PAN la imitó”.
A diferencia de Vicente Fox, quien “fue respetuoso del PAN”, Calderón lo avasalló al imponer a Germán Martínez y César Nava como presidentes y luego, acusa el exlegislador, someter a Madero con su consentimiento.
“A Felipe, como conocía al PAN y a todos sus cuadros, se le permitió más intervenir en su vida interna, y eso Gustavo lo permitió. Ese es el error, esa es la falla del PAN.”
–¿No hay entonces una disputa de Calderón-Madero por el PAN?
–Lo que estamos esperando todos los panistas es que Gustavo tenga los arrestos para sumir el liderazgo, pero lo que sucedió, desde que tomó posesión, es simplemente someterse a la voluntad de Calderón. Y ese es su mayor pecado.
A la calle…
La derrota del 1 de julio no sólo generó las reyertas en curso en el PAN, sino que cimbró a la alta burocracia federal que vivió con holgura y con lujo en al menos uno de los dos sexenios panistas.
El sector central de la Administración Pública Federal está constituido por 51 mil plazas de mandos medios y superiores, desde el titular del Ejecutivo hasta directores de área. Estos últimos forman el grueso de las plazas de confianza, con 40 mil.
Pero la casta dorada de la alta burocracia federal la constituyen 4 mil 318 funcionarios con nivel de secretarios, subsecretarios, jefes de unidad, oficiales mayores, directores generales, y 7 mil 200 con rango de directores generales adjuntos.
Todos éstos, sobre todo los 4 mil 318, son designaciones presidenciales, de secretarios y subsecretarios, y casi todos son militantes panistas o simpatizantes, la mayoría contratados por el gobierno de Calderón.
Sólo un personaje de jerarquía trascendió los sexenios de Fox y Calderón: Luis H. Álvarez, el expresidente del PAN que no ha dejado de cobrar una sola quincena. Su plaza es de director general: Cobra al mes 192 mil pesos brutos y 136 mil netos.
Además de los 19 secretarios de Estado, hay 765 plazas del mismo nivel en toda la administración pública: Uno es Gerardo Ruiz Mateos, jefe de la Oficina de la Presidencia, quien devenga 205 mil pesos mensuales brutos y 145 mil libres de impuestos.
La vocera de Calderón, Alejandra Sota Mirafuentes, tiene rango de subsecretaria de Estado, con sueldo mensual bruto de 203 mil pesos y 144 mil libres, el mismo que devenga la coordinadora de opinión pública de la Presidencia, Fernanda Vergara Audiffred.
Sólo en la Presidencia de la República laboran 466 servidores públicos que, como los otros mandos medios y superiores, gozan de extraordinarias prestaciones: Seguro de vida, de gastos médicos mayores, de retiro y de separación individualizada, así como aguinaldo de 40 días de salario, un mes de vacaciones, prima vacacional, gastos de defunción y de despensa.
Además, casi 6 mil pesos para gastos de mantenimiento, combustible, lubricantes, seguros y depreciación del vehículo que sea de su propiedad y utilice en el desempeño de sus funciones y un equipo de telefonía móvil de mil 850 pesos.
Los servidores públicos que son militantes activos del PAN están obligados a pagar 2% de sus ingresos por concepto de cuotas a su partido, aunque lo deben hacer a sus comités municipales.
Sólo los servidores públicos de elección popular a nivel federal, el presidente de la República, los diputados y senadores deben pagar, mensualmente, una cuota al CEN del PAN.
De acuerdo con el más reciente informe que el PAN entregó al Instituto Federal Electoral (IFE), el correspondiente a 2010, los diputados y senadores que son militantes pagaron un total de 17 millones 373 mil 690 pesos con 62 centavos.
Llama la atención que Calderón haya pagado en todo el año sólo 41 mil 918 pesos, en una sola exhibición, en contraste con los 72 mil 738 mil que en el año pagaron Josefina Vázquez Mota y los diputados federales, así como los 74 mil 313 de los senadores.
Aun sin tener obligación, algunos diputados simpatizantes del PAN aportaron su cuota al PAN: Rosa María de la Garza Ramírez, alias Rosy Orozco, Manuel de Jesús Clouthier Carrillo, Luis Enrique Mercado y Mario Alberto Becerra Pocoroba, entre otros.
Con la derrota del 1 de julio, el PAN disminuirá sus ingresos no sólo por prerrogativas, sino por conceptos de cuotas de sus legisladores, lo que hará más pesada la deuda que arrastra desde la elección de 2009 y que, según el informe de ese partido de 2010, representa un pasivo total de 415 millones de pesos, 328 millones de los cuales son a pagar a largo plazo.
Cacique, no
Tras la derrota en el poder presidencial, y el consecuente desempleo de grupos que de eso han vivido, la codicia de las facciones por controlar el PAN se ha agudizado, no sólo por los puestos de dirección en el CEN, sino de los grupos parlamentarios.
Además de cargos en el organigrama institucional de las cámaras de Diputados y Senadores, hay nómina en las áreas operativas de los dos grupos parlamentarios del PAN y en las fundaciones.
Pero sobre todo se diputa el control de las candidaturas a futuro de diputados, senadores, gobernadores, alcaldes y congresistas locales, algo en lo que Calderón influyó determinantemente desde que tomó el control del PAN, al forzar a Manuel Espino a dejar prematuramente la presidencia de ese partido, en diciembre de 2007, el primer año del sexenio.
Ese desenlace tuvo como antecedente que en junio Espino fuera abucheado en la Asamblea Nacional de León, Guanajuato. “Ese fue el punto de quiebre del PAN. Ahí se rompe la civilidad política que siempre tuvo el partido, la falta de respeto al jefe nacional”, subraya Rodríguez Prats.
Ahora, a cuatro meses de irse, Calderón ha emprendido un frenético activismo para seguir influyendo en la vida del PAN, plantear la refundación “piedra por piedra” y contrarrestar la sospecha de que sacrificó a Vázquez Mota para entregar el poder a Peña Nieto, a quien la noche de la elección felicitó con un semblante de dicha.
En la agenda de Calderón, y también en la de Madero, hay un solo punto en común: Celebrar una Asamblea Nacional para reformar los Estatutos, y el único punto de discrepancia es únicamente la fecha: Antes o después del 1 de diciembre.
En la “reflexión” que Calderón y Madero impulsan no aparece una evaluación de los gobiernos del PAN: La corrupción y la impunidad desde el gobierno federal, el desempleo, los 70 mil muertos de la estrategia contra la delincuencia…
Tampoco las razones de la derrota, como las designaciones de candidatos y los conflictos que se generaron hasta llegar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el abandono de la campaña de Vázquez Mota, los errores de ésta y de su equipo.
Menos aún se analizará el acuerdo que, en 2010, firmó César Nava con la priista Beatriz Paredes para evitar una alianza del PAN con la izquierda en el Estado de México, gobernado por Peña Nieto, y cuya divulgación derivó en la renuncia de Fernando Gómez Mont a la Secretaría de Gobernación.
Después de que, el 2 de julio, cuando se reunió, en Los Pinos, con los “liderazgos” del PAN para “reflexionar” la hecatombe electoral, Calderón se ha encontrado con consejeros nacionales en cada uno de los estados que visita, en días laborables y en recintos públicos, algo que solían criticar los panistas cuando eran oposición.
Conocido su talante maleducado y hasta majadero, en algunas de las reuniones ha regañado a los consejeros del PAN, en otras sugirió que Madero debe renunciar para reconstruir el partido –“no han entendido que la casa se quemó y tienen que salir para restaurarla”– y hasta promete volver “a sacar al PRI de Los Pinos” en 2018.
Al respecto, Rodríguez Prats no niega el derecho de Calderón de hacer política en el PAN, antes y después de terminar su gestión: “Es su derecho, es consejero vitalicio, tiene juventud, tiene experiencia y ojalá nos transmita sabiduría, pero no como cacique en el PAN”.
Explica: “Puedo entender que puede ser un factor de equilibrio, pero con conciencia de que no se va a hacer lo que él diga, como lo hizo desde la Presidencia: A golpear en la mesa y a castigar a quien no coincida con él”.
–¿Qué tanto Calderón tuvo que ver con la derrota?
–Desde luego que tuvo mucho que ver: la forma en que manejó la sucesión presidencial. Ahí hubo un enorme problema: él ofreció no meterse, lo dijo en una comida y desafortunadamente se inmiscuyó en el afán de imponer sucesor, eso está claro.
Tampoco respaldó firmemente a Vázquez Mota, dice, y refiere las declaraciones de Octavio Aguilar Valenzuela, coordinador de la campaña presidencial, y la mejor prueba es que intentó imponer a Ernesto Cordero.
“¡Por favor, que a mí no me digan que no lo hizo! Es evidente que lo intentó, que no le haya salido es otra cosa. Yo afortunadamente no sé si lo que hice sirvió para algo, pero yo desde mi trinchera lo señalé, cuando dije: ‘En el PAN no somos un rebaño de corderos’. Y me la cobraron.”
En efecto, Rodríguez Prats fue vetado por los felipistas para ser diputado y no fue respaldado por Vázquez Mota ni Madero, a quienes apoyó.
“Josefina se olvidó de quiénes estuvimos con ella, pero corderistas y felipistas cerraron filas y cortaron cabezas. Que no me vengan ahora con que hay que limar asperezas y que tenemos que unirnos. No. Ellos fueron culpables de castigar a quien no acató la consigna”, puntualiza.
Quedaron fuera de la posibilidad de ser legisladores Luis Felipe Bravo, Ana Teresa Aranda, Juan Antonio García Villa, Alfredo Ling Altamirano y José Ángel Córdova, porque Madero se sometió a Calderón.
“Gustavo interpretó democracia como dejar hacer y dejar pasar, y nadar de muertito. El pecado de Gustavo es de omisión, porque la democracia requiere de liderazgo.”
Al respecto, otro prominente panista, el diputado y senador electo Javier Corral, coincide en que Calderón “quiere seguir influyendo” en el PAN, sobre todo hacia la sesión del Consejo Nacional, prevista para el sábado 11 de agosto, y la Asamblea Nacional Extraordinaria que él pretende que se celebre antes de dejar el poder.
En su colaboración en el diario El Universal, el viernes 27, se pronunció en contra de que la Asamblea Nacional quede bajo su poder: “Es ceñir la reflexión a su deseo, es supeditar los tiempos del partido a los del presidente. Me parece una desmesura y una deslealtad”.
Calderón es responsable de la derrota y el PAN debe recuperar su identidad, exhorta Corral, y advierte:
“Lo peor que podemos hacer es llevar este proceso de reflexión a una disputa de facciones que termine por conducir al PAN a la irrelevancia ética, política y electoral, en la que la mayor apuesta sea que el presidente Calderón se haga del partido y las bancadas legislativas, sin más horizonte que el de administrar los restos del naufragio. Eso sí sería autodestructivo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario