JORGE ZEPEDA PATTERSON / EL UNIVERSAL
Los comicios de hoy son también inéditos porque por vez primera las
redes sociales han jugado un papel significativo. Es apenas un esbozo
del protagonismo que tendrán en el futuro, pero está claro que llegaron
para quedarse. Aunque de manera caótica, estridente e impredecible
constituyeron una brisa fresca en la discusión pública, usualmente
monopolizada por los medios tradicionales. Primero porque fueron una
caja de resonancia para incidentes de la campaña imposibles de controlar
por los cuartos de guerra. También porque a la postre los hashtags
acabaron imponiendo reacciones de los candidatos y en ocasiones temas en
las plataformas de los partidos.
Pero más importante aún, las elecciones de hoy constituyen un
plebiscito de lo que fueron 12 años de presidencias panistas. Luego de
50 años de ser una oposición responsable y democrática los panistas
tuvieron su oportunidad con Vicente Fox y Felipe Calderón.
Mi impresión personal es que en aras de la gobernabilidad,
renunciaron a buena parte de sus banderas históricas. Primero por la
frivolidad de Fox que nunca quiso arriesgar su popularidad apostando por
los cambios que necesitaba el país, y el luego por el pacto negociado
por Calderón con el PRI a principios de este sexenio para compensar la
oposición perredista y asegurar la estabilidad. El hecho es que entre
una cosa y la otra, se olvidaron de impulsar la agenda democrática y se
ataron de manos para combatir a la corrupción. Si bien se agradece la
ausencia de represión que les caracterizó, en muchas cosas el PAN
resultó una mala copia del PRI. Al final la sensación que queda es el de
una enorme oportunidad desperdiciada.
En los comicios de este día también está en juego la reputación de
las autoridades electorales y con ello la legitimidad de nuestra frágil
democracia electoral. Una gran porción de los mexicanos sigue pensando
que el fraude es factible. Hoy estará a prueba esta noción. Los partidos
políticos son responsables en gran medida del escepticismo de la
opinión pública. Desde sus intentos de controlar al IFE mediante el
nombramiento de consejeros ciudadanos militantes o personeros (logrado a
medias) hasta las infinitas tretas y subterfugios para incidir en el
voto apelando a los pliegues de la ley o, de plano, pasando por encima
de ella. La composición del IFE y del TRIFE y la tirante relación entre
ellos, refleja los manotazos que los poderes de facto han asestado en
órganos que deberían ser representantes de la sociedad, y sólo lo son a
medias.
Todo indica que el voto de hoy provocará un cambio de timón en la
administración pública. Nos esperan nuevos tiempos. Se habla de la
necesidad de un presidencialismo con mayor capacidad para desatorar las
reformas y lidiar con los poderes de facto que navegan por la libre. El
riesgo que eso derive en autoritarismo está presente. La clase política
no es de fiar por sí misma. No podemos dejar que hagan de la cosa
pública su cosa nostra. Dependerá de la sociedad que ello suceda o no.
Eso también está en juego en estos comicios. Afianzar hoy la democracia
electoral y los siguientes días una verdadera democracia participativa.
Votar no es suficiente, pero es necesario.
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