domingo, 1 de julio de 2012

UNA ELECCIÓN HISTÓRICA

JORGE ZEPEDA PATTERSON / EL UNIVERSAL

  
Los comicios de hoy son también inéditos porque por vez primera las redes sociales han jugado un papel significativo. Es apenas un esbozo del protagonismo que tendrán en el futuro, pero está claro que llegaron para quedarse. Aunque de manera caótica, estridente e impredecible constituyeron una brisa fresca en la discusión pública, usualmente monopolizada por los medios tradicionales. Primero porque fueron una caja de resonancia para incidentes de la campaña imposibles de controlar por los cuartos de guerra. También porque a la postre los hashtags acabaron imponiendo reacciones de los candidatos y en ocasiones temas en las plataformas de los partidos.
Pero más importante aún, las elecciones de hoy constituyen un plebiscito de lo que fueron 12 años de presidencias panistas. Luego de 50 años de ser una oposición responsable y democrática los panistas tuvieron su oportunidad con Vicente Fox y Felipe Calderón.
Mi impresión personal es que en aras de la gobernabilidad, renunciaron a buena parte de sus banderas históricas. Primero por la frivolidad de Fox que nunca quiso arriesgar su popularidad apostando por los cambios que necesitaba el país, y el luego por el pacto negociado por Calderón con el PRI a principios de este sexenio para compensar la oposición perredista y asegurar la estabilidad. El hecho es que entre una cosa y la otra, se olvidaron de impulsar la agenda democrática y se ataron de manos para combatir a la corrupción. Si bien se agradece la ausencia de represión que les caracterizó, en muchas cosas el PAN resultó una mala copia del PRI. Al final la sensación que queda es el de una enorme oportunidad desperdiciada.
En los comicios de este día también está en juego la reputación de las autoridades electorales y con ello la legitimidad de nuestra frágil democracia electoral. Una gran porción de los mexicanos sigue pensando que el fraude es factible. Hoy estará a prueba esta noción. Los partidos políticos son responsables en gran medida del escepticismo de la opinión pública. Desde sus intentos de controlar al IFE mediante el nombramiento de consejeros ciudadanos militantes o personeros (logrado a medias) hasta las infinitas tretas y subterfugios para incidir en el voto apelando a los pliegues de la ley o, de plano, pasando por encima de ella. La composición del IFE y del TRIFE y la tirante relación entre ellos, refleja los manotazos que los poderes de facto han asestado en órganos que deberían ser representantes de la sociedad, y sólo lo son a medias.
Todo indica que el voto de hoy provocará un cambio de timón en la administración pública. Nos esperan nuevos tiempos. Se habla de la necesidad de un presidencialismo con mayor capacidad para desatorar las reformas y lidiar con los poderes de facto que navegan por la libre. El riesgo que eso derive en autoritarismo está presente. La clase política no es de fiar por sí misma. No podemos dejar que hagan de la cosa pública su cosa nostra. Dependerá de la sociedad que ello suceda o no. Eso también está en juego en estos comicios. Afianzar hoy la democracia electoral y los siguientes días una verdadera democracia participativa. Votar no es suficiente, pero es necesario.

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