domingo, 1 de julio de 2012

UN SOLO DÍA

Mauricio Merino / El Universal 

Este domingo durará más de 24 horas —quizás podría durar tantos años como los que hay detrás de estas horas— y, sin embargo, este artículo será leído de modos muy diferentes conforme avance este día. 

La profundidad de los matices dependerá de la madurez de los ciudadanos, de las posturas de los partidos, de la pulcritud de los medios y de la calidad democrática del ambiente que se vaya produciendo en este trayecto. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que por fin hemos llegado hasta la frontera de la casilla y que, de aquí en más, se abrirá una etapa muy diferente en la contienda por el poder.
Para los lectores de la mañana, podría escribir que ha llegado la hora de salir a votar y defender la mayor expresión democrática de la soberanía popular; que tras haber escuchado hasta la saciedad la voz de los candidatos presidenciales, ha llegado el momento de enfrentarse a las boletas con plena conciencia de que cada voto será contado y de que, cada uno por sí mismo, puede hacer la diferencia en los resultados. Si fueran agua, los votos serían gotas y éstas, agregadas en un solo cauce, podrían convertirse en caudal: ya para renovar o ya para inundar. Que cada quien vote con valentía y libertad, negándose a la presión o la seducción falsa que intente comprometer su conciencia. Nadie está solo en las elecciones.
A los lectores del mediodía habrá que pedirles que no abandonen su voluntad, que no se dejen arrastrar por las noticias que vayan corriendo en los medios y que conserven la calma. Nada de lo que se esté diciendo en este momento es definitivo: las elecciones terminan hasta las seis de la tarde y, mientras tanto, lo único cierto es que la gente puede seguir votando y puede seguir acumulando la fuerza de su voluntad democrática. Mientras más gente salga, a pesar de todo, mejor será el futuro político del país.
A los lectores de la tarde hay que pedirles paciencia. En este momento ya sabemos cómo transcurrió la mayor parte de la jornada y ya vamos tomando nota de los principales escándalos, declaraciones, aclaraciones y voces cruzadas. Comienza el ruido mediático, que va cobrando volumen. Algunos ya anticipan los resultados y llaman a festejar, otros a defender los votos ganados, otros a conservar la paz pública y otros a resistir. Pero nadie conoce a ciencia cierta el resultado final ni puede anticipar vísperas. Hay que seguir esperando.
A los lectores de la noche temprana hay que rogarles que no caigan en la confusión de los medios. A esta hora, las cadenas de televisión y de radio y las redes sociales ya están disputando los resultados de sus propias encuestas y conteos rápidos. No todas coinciden, ni atinan al mismo dato ni, mucho menos, a las mismas lecturas políticas. Entre las 8 y las 11 de la noche lo que prevalece es el ruido: datos que se dicen seguros, rumores sobre inconsistencias, evidencias de malas artes y una profunda sensación de incertidumbre sobre el futuro inmediato: el que sucederá en las próximas horas.
A los lectores nocturnos que acaso todavía lean estas líneas —hipótesis falsa— después de las 11, no tengo nada más que decirles: venimos del encono entre partidos y candidatos y hacia allá vamos de vuelta. El único momento de soberanía popular absoluta ha concluido. Lo que sigue dependerá otra vez de la clase política que tenemos: de lo que digan, del tono que utilicen para decirlo y de la forma en que los medios quieran filtrarlo. Acaso habrá que irse a dormir para recobrar fuerza mañana, porque la lucha por el poder no descansa.

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