Samuel García - 24 Horas El Diario sin Límites
En el último año los precios de las frutas y verduras se
incrementaron 12.75%, según la medición de precios que realiza
periódicamente INEGI, es decir, el triple del incremento general de los
precios.
Con todo, es probable que como consumidores tengamos la impresión de
que el incremento de precios en los productos del campo ha sido mucho
mayor. Y seguramente así es, dado el fuerte incremento de precios que
hemos visto en los productos de mayor consumo en la cambiante dieta del
mexicano.
Por ejemplo, el precio del jitomate se incrementó más de 37% entre
junio pasado y junio de 2011, o el tan solicitado tomate verde en la
cocina mexicana incrementó su precio en casi 56% en un año. Otros
productos del campo como el pepino (41%), la carne de res (16%), la
naranja (15%) o la manzana (12%) también sufrieron fuertes incrementos
de precios en relación a la inflación general. Y es probable que en la
próxima medición quincenal de precios, INEGI reporte fuertes incrementos
de precios en el huevo -que tiene una alta incidencia en el índice de
precios al consumidor- y en la carne de pollo a raíz del brote de
influenza aviar que ha afectado a las granjas del estado de Jalisco
durante las últimas dos semanas.
Se entiende que, por su propia naturaleza, los precios de los
productos agropecuarios sean volátiles. Hay que considerar que,
especialmente los productos agrícolas, están sujetos a las cambiantes e
inesperadas condiciones climatológicas que han azotado al país con
fuertes estragos sobre la producción y los precios de algunos cultivos
relevantes para la dieta del mexicano como el frijol o el jitomate.
Además, los precios internacionales también han sido impactados -en los
últimos años- por las presiones de demanda en las grandes economías
emergentes de Asia. Estos son los “shocks” de oferta y demanda agrícolas
que impactan los precios.
Sin embargo, detrás de estos “shocks” que elevan los precios
temporalmente existe -lo que podríamos llamar- una “inflación
estructural” de precios agropecuarios en México, determinada en buena
medida por lo que el secretario de Agricultura, Francisco Mayorga, denominó en una entrevista que le hice recientemente, como “mal diseño institucional”.
¿A qué se refiere? Simplemente a que existe una inflación de precios
en los productos del campo por dos razones: Primero, porque 53% del
territorio produce en base al régimen de propiedad social, con parcelas
muy pequeñas, informales, que alimentan la corrupción y encarecen los
productos. Y segundo, que existe un absoluto descontrol y desorden en
las responsabilidades de los tres niveles de gobierno, lo que hace
ineficiente y encarece el proceso de producción, de control sanitario,
de distribución y de venta de los alimentos. Y, además de todo ello,
provoca despilfarro e ineficiencias en el ejercicio del gasto público
orientado al campo.
Esta inflación que hace notar Mayorga Castañeda también está
incorporada en los altos precios que pagan los consumidores de alimentos
del país y que registra INEGI quincena a quincena.
Habría que comenzar por allí, antes de culpar sólo al clima o a los
chinos de las alzas en los precios del maíz o de los frijoles.
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