Andamios
Oscar Pimentel / Eje Central
Cuando se
reflexiona en el futuro, como ahora que la decisión por quién votar fue una
motivación importante, la primera conclusión es que no se necesita un análisis
muy profundo para reconocer el enorme malestar que nos aqueja a los mexicanos
con la situación actual del país.
Nuestro presente está saturado de demasiadas cosas que están mal. El
recuento de los problemas es ya reiterativo e innecesario; la incertidumbre
cotidiana y el miedo lo expresan todo. El presente se ha vuelto indeseable,
obsoleto. Necesitamos imaginar el futuro que queremos y ponernos de acuerdo en
lo que tenemos qué hacer para hacerlo posible.
La gran inestabilidad que afecta a la economía de una gran parte del
planeta es resultado de una crisis cuyos alcances van mucho más allá de los
problemas financieros provocados por políticas gubernamentales equivocadas.
Europa se encuentra al borde del abismo y la economía norteamericana con
un bajo crecimiento, en lo que parece ser una fractura del modo de producir
cada día más ineficiente, menos rentable y menos competitivo. La destrucción de
los recursos naturales, el cambio climático y la crítica situación de
desigualdad que prevalece en el mundo presionan cada día más a una respuesta
global que renueve las bases del crecimiento económico mediante la innovación
tecnológica, un indispensable compromiso con el medio ambiente y la adopción de
nuevas políticas públicas que hagan posible un desarrollo sustentable.
No obstante el regocijo oficial con la estabilidad de los indicadores
macroeconómicos en México, la transmisión de los efectos negativos de esta
crisis no tardarán en hacerse sentir en el comportamiento de nuestra economía,
ya de por sí maltratada por una década de crecimiento mediocre, desempleo y
pobreza. La onda de choque es inevitable. Estamos ante el riesgo inminente de
otra disminución del ritmo de crecimiento y la consecuente agudización de los
problemas sociales y de inseguridad.
Las respuestas a esta tendencia no pueden ser las mismas de siempre. El
propósito central de la equidad social de la nueva estrategia para el
desarrollo y la gobernabilidad democrática, que seguramente adoptará el próximo
gobierno, debe articular una política de corto plazo para reactivar el
crecimiento y el empleo, con la adopción de una serie de decisiones
estratégicas a largo plazo que permita construir un futuro sustentable, basado
en lo que ya se reconoce como la economía verde.
En el contexto de la crisis global, la estabilización económica y las
tan debatidas reformas estructurales en materia energética, fiscal,laboral,
social y política, con todo y el esfuerzo de negociación que implicará su
aprobación, serán ya completamente insuficientes para construir las bases de
bienestar y prosperidad que requerimos.
Necesitamos anticiparnos e incorporar el tipo de soluciones que los
países europeos ensayarán en estos años
para reactivar y reconstruir sus economías, y para remodelar la
organización de sus sociedades. Ir a la zaga del desarrollo de EUA, en espera
de que sus ciclos económicos nos favorezcan, siempre ha sido una apuesta que
nos condena al atraso. Necesitamos dar un gran salto hacia adelante.
Es hora de pensar en las soluciones de fondo. Es necesario imaginar las
salidas a la crisis que vivimos y alinear nuestras decisiones a las iniciativas
globales que surgirán desde los países mas avanzados para generar la economía
del futuro, fincada en la innovación y la sustentabilidad, la asimilación
generalizada de las nuevas fuentes de energía – como la eólica y la solar-,
tecnologías de nueva generación en los campos de la información y la
comunicación, el desarrollo verde de las ciudades, el cambio de los estilos de
vida para lograr una conciencia responsable en el consumo del agua, el manejo y
aprovechamiento de los residuos, el ahorro energético y mejores formas de
organización y convivencia comunitaria.
La escasez de recursos, el aumento de los precios de los alimentos y las
materias primas, y los efectos del cambio climático, nos obligarán a
desarrollar nuevos modelos de producción, comercio, transporte, distribución y
consumo sostenibles. Será una prioridad alentar una economía con un bajo nivel
de emisiones de carbono, para lo cual habrá que desplegar programas de acción
medioambiental, de eficiencia energética y de incremento del uso de energías
renovables. Para todo esto, habrá que tomar decisiones clave en materia fiscal
para sancionar las actividades contaminantes e incentivar las inversiones que
permitan el desarrollo de una infraestructura verde y de un mercado de bienes y
servicios verdes. Habrá que abrir paso a una fiscalidad ambiental
como el instrumental más importante para conducir el desarrollo verde.
Tenemos mucho que hacer en el campo de las políticas públicas, la
educación, la cultura y la organización social e institucional para construir
el futuro que queremos. El desarrollo verde es la salida a la
crisis global, y también nuestro camino para crecer, generar empleo y sentar
las bases de nuestra prosperidad en el futuro.
Las decisiones ciudadanas del domingo de ayer, con la elección del
próximo Presidente de México y los integrantes de la siguiente legislatura del
Congreso de la Unión, pueden ser un paso muy importante en este camino.
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