La cara inaceptable de la banca
Diamond
entró en Barclays en 1996 y compró parte de la quebrada Lehman Brothers
Nunca ha pedido perdón por los
excesos cometidos por la gran banca
Tiene nacionalidad británica pero
no ha roto lazos con Estados Unidos
Walter Oppenheimer Londres / El País
El ex
consejero delegado de Barclays, Robert Diamond. / DAN KITWOOD (GETTY IMAGES)
El
político Peter Mandelson, eterno conspirador en la sombra del Nuevo Laborismo,
definió un día a Bob Diamond como “la cara inaceptable de la banca”. Entonces
se decía que Diamond se acababa de embolsar 65 millones de libras (unos 81
millones de euros) entre salarios, pluses y bonus, en efectivo y en acciones, a
pesar de que Barclays no había tenido un buen ejercicio. Sea verdad o fuera
mentira, Robert Edward Bob Diamond ha cargado siempre con esa imagen. Y
no parece que le molestara demasiado.
Nacido en
Concord, cerca de Boston (Massachusetts, Estados Unidos), hará 61 años el
próximo día 27, en una familia de nueve hermanos, sus padres eran emigrantes
escoceses e irlandeses de segunda generación y profundamente católicos.
Empezó su
carrera profesional como profesor en la escuela de negocios de la Universidad
de Connecticut. Sea porque enseguida se dio cuenta de que podía enseñar pocos
negocios si no los practicaba o porque vio que nunca se haría rico en la
enseñanza, duró solo un año allí, y en 1977 empezó a trabajar en el banco
Morgan Stanley. Tras pasar 13 años en la firma, se fue al Credit Suisse First
Boston como responsable de la división de banca de negocios en el lejano
Oriente, con base en Tokio.
En 1996
le fichó Barclays y enseguida se hizo con el poder en el área de banca de
inversiones, que entonces tenía muy escaso peso en el banco y apenas contaba en
el mundo de la gran banca global. Un año después ya estaba en el Consejo, que
no abandonaría hasta su actual dimisión, y convirtió Barclays Capital en una
división compacta y rentable.
En 2008
dio su gran golpe: la compra de la división estadounidense de la quebrada
Lehman Brothers. Una operación que le llevó a los juzgados en Estados Unidos
pero de la que salió no solo bien librado, sino que le catapultó para sustituir
a John Varley como consejero delegado de Barclays cuando este anunció en otoño
de 2010 que dejaría el cargo en 2011.
Sus
relaciones con Varley habían sido siempre difíciles y Diamond se refirió a
ellas en unas históricas declaraciones: “Mucha gente en Reino Unido da por
descontado que yo soy el hortera y arrogante banquero americano y John Varley
es el gentil caballero inglés. Pero yo no soy tan hortera como cree la gente y
John no es, ni de lejos, tan gentil como puede parecer…”.
Quizás no
sea hortera, pero su aspecto agresivo y soberbio le ha granjeado pocas
simpatías y no le ha ayudado en estos días. No es solo una cuestión de imagen.
También de convicciones. Nunca ha pedido perdón por los excesos de la banca que
contribuyeron a la crisis financiera de 2007/08 y hace menos de dos años dio
por terminado el periodo de contrición al que parecían haberse sometido otros
en el sector. Unas declaraciones, en una comparecencia ante una comisión de los
Comunes, que ahora se ha vuelto contra él. Aquello, y los enormes ingresos que
ha obtenido como banquero —su fortuna se estima en 125 millones de euros—, y
los escándalos que han rodeado su corta gestión al frente de Barclays y antes
como responsable de Barclays Capital.
Casado y
padre de tres hijos, tiene la nacionalidad británica pero nunca ha roto sus
lazos con Estados Unidos, donde se identifica políticamente con el Partido
Republicano. También en su país de adopción, donde se ha integrado en el
consejo de asesores del alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson.
Fanático de los deportes, apoya al Chelsea en fútbol, los Patriots en fútbol
americano, los Red Sox en béisbol y los Celtic en baloncesto.
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