Ezra Shabot / El Universal |
El tema central de este proceso electoral fue el del cambio a la
forma de hacer política en los últimos 12 años, o la continuidad para
seis años más. La apuesta panista encabezada por Vázquez Mota insistió
no en la necesidad de ruptura con el modelo calderonista, sino en la
profundización de las medidas en el terreno de seguridad y economía. Por
su parte, la izquierda en manos de López Obrador fue la que
abiertamente se opuso a la línea de la panista y el gobierno actual, en
un intento por revertir la tendencia de apertura a capitales privados y
extranjeros en áreas estratégicas y revivir medidas proteccionistas para
la industria nacional, sin reformas fiscales que implicasen mayores
impuestos.
Quien asumió el papel del diferente, pero continuador de la línea del
gobierno actual fueron Peña Nieto y el PRI. Los priístas aceptaron en
el discurso la necesidad de inversiones privadas en Pemex, de reforma
fiscal, y de cambio en la legislación para favorecer estas medidas y
otras destinadas a romper estructuras monopólicas, y la única diferencia
frente al PAN fue el argumento de que ellos sí serían eficaces y los
blanquiazules no lo han sido. De hecho, en el tema de seguridad, tan
debatido en medios y Congreso, todos coincidieron en mantener al
Ejército en las calles hasta que no haya una o varias policías
confiables para hacer el trabajo encargado hoy a los militares.
Sin llegar a los niveles de polarización que vivimos hace seis años, la elección del día de ayer puso a los mexicanos a pensar sobre la conveniencia o no de seguir en la misma línea de los gobierno del PAN con sus limitaciones y ventajas, o cambiar hacia aquellos que en el pasado tuvieron el poder absoluto y lo perdieron en el marco de la democratización del país, o incluso darle una oportunidad a una izquierda que no supo plantear una alternativa moderna al discurso de justicia social que la caracteriza. En todo caso, la elección de ayer y su resultado obligarán a la clase política a replantear su relación con la sociedad mexicana para los próximos seis años. Problemas económicos como la cobertura de las pensiones, o la resolución en el corto plazo de los problemas de inseguridad, así como la necesidad de mantener un crecimiento sostenido, forzarán a los políticos a estar a la altura de lo que la ciudadanía requiere, lo que no han hecho hasta el momento. La inercia política ya no da para más y ellos lo saben muy bien. |
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