Alejandro Nadal / La Jornada
Los soñadores, los especuladores y los reaccionarios acabaron por hundir al mundo en la segunda Guerra Mundial. Esa es la gran enseñanza de la controvertida obra del historiador A. J. P. Taylor sobre Los orígenes de la Segunda guerra mundial (publicada en 1961). Sólo le habría faltado añadir como telón de fondo de ese proceso a la Gran Depresión. Una vez que completamos el cuadro, las semejanzas con los acontecimientos de nuestros días comienzan a delinearse de manera más clara y alarmante.
Hoy todos los indicadores importantes sobre el desempeño de la economía mundial indican que la crisis se profundiza. Desde Estados Unidos hasta Europa, pasando por Japón y China, el barómetro anuncia una tormenta que amenaza convertirse en huracán global. Ya llevamos tres años de estancamiento, regresión y desempleo agudo, y los gobiernos de las economías capitalistas desarrolladas han sido incapaces de presentar soluciones para salir del agujero. Lo más grave es que han hecho suyo el sueño del sistema financiero para agravar la crisis y hacerla más duradera.
El ataque de los especuladores en Europa muestra que al sector financiero la crisis no le asusta. Quizás está acostumbrado a vivir con la inestabilidad pues sabe aprovechar el descalabro en los sistemas de precios, aunque se lleve a economías enteras a la ruina. Lo cierto es que los técnicos del Banco Central Europeo (BCE) y de los gobiernos de Europa siguen rendidos a los pies de los agentes financieros. Pero eso no resuelve la crisis, sólo la agrava.
El BCE acaba de subir las tasas de interés, hundiendo las perspectivas de una salida más o menos airosa para España e Italia. El BCE hizo esto a sabiendas de que la tasa Euribor subiría inmediatamente y 90 po ciento de las hipotecas en España están ligadas a dicha tasa. El impacto será brutal, profundizando la recesión y el desempleo.
El diferencial entre los bonos de largo plazo de Alemania y de países como Italia y España anuncia lo difícil que será para éstos países mediterráneos enfrentar sus compromisos de pagos en agosto y septiembre. Italia debe reciclar 70 mil millones de euros en esos meses y el costo en intereses adicionales será insoportable.
En los casos de Grecia, Portugal e Irlanda, se podía pensar que el sistema financiero europeo podría subsistir. Pero cuando hablamos de Italia y España, las cosas cambian. El ajuste o reestructuración o como quieran llamarle a la debacle de la deuda en estos países podrían arrastrar a toda la Unión Europea al abismo. Las reverberaciones sacudirán el planeta entero.
Para colmo de males, los gobiernos europeos han escogido la austeridad y la depresión prolongada. Sin el apoyo del gasto público, la demanda seguirá en el piso. El crecimiento será todavía más mediocre y el desempleo repuntará. La recaudación se desplomará, el peso de la deuda se elevará y las primas de riesgo harán lo mismo. Los sueños de los reaccionarios serán la pesadilla de los ciudadanos.
En Estados Unidos el retroceso pasa por la rendición incondicional de Barack Obama frente a los soñadores y reaccionarios del partido republicano. Frente a la transferencia de cifras astronómicas para los bancos y Wall Street, los republicanos piden recortes en los programas sociales Medicare y Medicaid y Obama acepta el reto. Hasta el sacrosanto seguro social, tan venerable para los demócratas, ha sido ofrendado en bandeja de plata a los cuchilleros de los republicanos. Obama anuncia que se necesita "reformar" el seguro social para alcanzar la estabilidad que requiere la "comunidad de negocios" para poder invertir y llevar a la economía estadounidense al crecimiento y la prosperidad. ¿De dónde sacó ese sueño? Las cifras de desempleo en Estados Unidos anunciadas la semana pasada más bien confirman que ese país vive una pesadilla y está muy lejos de haber salido de la crisis.
Obama zozobra en el mismo razonamiento que domina el ideario reaccionario: si damos estabilidad y tranquilidad a los empresarios, las inversiones fluirán por sí solas y todo se arreglará. Es lo que claman los halcones en el Congreso. No importa que su país se vaya a la cloaca de la segunda Gran Depresión.
Si algo han demostrado los gigantescos paquetes de rescate para el sector financiero es que la actual no es una crisis de liquidez. En realidad, el histérico reclamo de austeridad en Europa y Estados Unidos traduce una visión equivocada de la crisis. Se quiere negar que ésta es una peligrosa crisis estructural de todo el modelo económico neoliberal.
De no superarse, la crisis actual terminará por salirse del cauce financiero-económico y conducirá a distorsiones políticas y hasta conflictos armados. La histeria de la austeridad (y el afán de destruir lo que queda del estado de bienestar en Europa y Estados Unidos) es comparable a lo que Taylor calificó como "la neblina moral e intelectual en la que se movieron los estadistas europeos" en el período 1925-1939. Ya conocemos el trágico resultado.
Los soñadores, los especuladores y los reaccionarios acabaron por hundir al mundo en la segunda Guerra Mundial. Esa es la gran enseñanza de la controvertida obra del historiador A. J. P. Taylor sobre Los orígenes de la Segunda guerra mundial (publicada en 1961). Sólo le habría faltado añadir como telón de fondo de ese proceso a la Gran Depresión. Una vez que completamos el cuadro, las semejanzas con los acontecimientos de nuestros días comienzan a delinearse de manera más clara y alarmante.
Hoy todos los indicadores importantes sobre el desempeño de la economía mundial indican que la crisis se profundiza. Desde Estados Unidos hasta Europa, pasando por Japón y China, el barómetro anuncia una tormenta que amenaza convertirse en huracán global. Ya llevamos tres años de estancamiento, regresión y desempleo agudo, y los gobiernos de las economías capitalistas desarrolladas han sido incapaces de presentar soluciones para salir del agujero. Lo más grave es que han hecho suyo el sueño del sistema financiero para agravar la crisis y hacerla más duradera.
El ataque de los especuladores en Europa muestra que al sector financiero la crisis no le asusta. Quizás está acostumbrado a vivir con la inestabilidad pues sabe aprovechar el descalabro en los sistemas de precios, aunque se lleve a economías enteras a la ruina. Lo cierto es que los técnicos del Banco Central Europeo (BCE) y de los gobiernos de Europa siguen rendidos a los pies de los agentes financieros. Pero eso no resuelve la crisis, sólo la agrava.
El BCE acaba de subir las tasas de interés, hundiendo las perspectivas de una salida más o menos airosa para España e Italia. El BCE hizo esto a sabiendas de que la tasa Euribor subiría inmediatamente y 90 po ciento de las hipotecas en España están ligadas a dicha tasa. El impacto será brutal, profundizando la recesión y el desempleo.
El diferencial entre los bonos de largo plazo de Alemania y de países como Italia y España anuncia lo difícil que será para éstos países mediterráneos enfrentar sus compromisos de pagos en agosto y septiembre. Italia debe reciclar 70 mil millones de euros en esos meses y el costo en intereses adicionales será insoportable.
En los casos de Grecia, Portugal e Irlanda, se podía pensar que el sistema financiero europeo podría subsistir. Pero cuando hablamos de Italia y España, las cosas cambian. El ajuste o reestructuración o como quieran llamarle a la debacle de la deuda en estos países podrían arrastrar a toda la Unión Europea al abismo. Las reverberaciones sacudirán el planeta entero.
Para colmo de males, los gobiernos europeos han escogido la austeridad y la depresión prolongada. Sin el apoyo del gasto público, la demanda seguirá en el piso. El crecimiento será todavía más mediocre y el desempleo repuntará. La recaudación se desplomará, el peso de la deuda se elevará y las primas de riesgo harán lo mismo. Los sueños de los reaccionarios serán la pesadilla de los ciudadanos.
En Estados Unidos el retroceso pasa por la rendición incondicional de Barack Obama frente a los soñadores y reaccionarios del partido republicano. Frente a la transferencia de cifras astronómicas para los bancos y Wall Street, los republicanos piden recortes en los programas sociales Medicare y Medicaid y Obama acepta el reto. Hasta el sacrosanto seguro social, tan venerable para los demócratas, ha sido ofrendado en bandeja de plata a los cuchilleros de los republicanos. Obama anuncia que se necesita "reformar" el seguro social para alcanzar la estabilidad que requiere la "comunidad de negocios" para poder invertir y llevar a la economía estadounidense al crecimiento y la prosperidad. ¿De dónde sacó ese sueño? Las cifras de desempleo en Estados Unidos anunciadas la semana pasada más bien confirman que ese país vive una pesadilla y está muy lejos de haber salido de la crisis.
Obama zozobra en el mismo razonamiento que domina el ideario reaccionario: si damos estabilidad y tranquilidad a los empresarios, las inversiones fluirán por sí solas y todo se arreglará. Es lo que claman los halcones en el Congreso. No importa que su país se vaya a la cloaca de la segunda Gran Depresión.
Si algo han demostrado los gigantescos paquetes de rescate para el sector financiero es que la actual no es una crisis de liquidez. En realidad, el histérico reclamo de austeridad en Europa y Estados Unidos traduce una visión equivocada de la crisis. Se quiere negar que ésta es una peligrosa crisis estructural de todo el modelo económico neoliberal.
De no superarse, la crisis actual terminará por salirse del cauce financiero-económico y conducirá a distorsiones políticas y hasta conflictos armados. La histeria de la austeridad (y el afán de destruir lo que queda del estado de bienestar en Europa y Estados Unidos) es comparable a lo que Taylor calificó como "la neblina moral e intelectual en la que se movieron los estadistas europeos" en el período 1925-1939. Ya conocemos el trágico resultado.
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