Iván Restrepo / La Jornada
En febrero pasado, Sinaloa registró la que se califica como la mayor catástrofe agrícola, económica y social en la historia de dicha entidad: las heladas destruyeron las siembras agrícolas de invierno en 550 mil hectáreas, dejaron en el desamparo a 200 mil jornaleros y en grave situación a los agricultores locales. Sonora, Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas también sufrieron los efectos de las bajas temperaturas. El licenciado Felipe Calderón visitó entonces Sinaloa para echar a caminar diversos programas destinados a paliar tan crítica situación. Fue evidente su molestia por la tardanza de la Financiera Rural y Agroasemex en dar los apoyos requeridos por los agricultores afectados por las heladas. Y para motivarlos a resembrar en dos semanas decenas de miles de hectáreas con productos tan importantes como el maíz blanco, dijo que si ellos no se rajan a la hora de emprender los trabajos, él tampoco se rajaba. Luego se trepó a un tractor y efectuó en él un recorrido por un sembradío de maíz.
Al escuchar los apoyos federales que, dentro de lo posible, el licenciado Calderón prometió a los sinaloenses, el gobernador de la entidad, Mario López Valdez, mejor conocido por Malova, sentenció que “cada vez que venga con dinero, el Presidente será bienvenido… aun sin lana”. También dijo que los sinaloenses sabían que el "Presidente será la tablita de salvación en esta situación crítica". Y en seguida recordó que la elección como gobernador la ganó bailando, "porque todo mundo me quiere ver bailar, pero no lo hago gratis". Y como prueba reveló que "en el primer baile le saqué 500 millones para combatir la pobreza al titular de la Secretaría de Desarrollo Social, en el segundo baile le saqué 50 mil cobijas, y el tercero, si usted, señor presidente Calderón, me ayuda a poner a Sinaloa verde, le bailo en Los Pinos". Y para lograr ese color hubo promesas de apoyo de la Federación a través de créditos, fertilizantes, semillas y asistencia técnica.
Luego de que las heladas dañaron en el norte del país cultivos de maíz, sorgo y trigo en más de un millón de hectáreas, se hizo presente una intensa sequía que afectó especialmente las siembras de temporal y a la ganadería. Muchas comunidades rurales marginadas tuvieron que recibir auxilio extra por la falta de agua potable y para evitar la pérdida de vidas por deshidratación y enfermedades gastrointestinales.
La sequía igualmente propició más de 9 mil incendios que afectaron en distinto grado unas 700 mil hectáreas. Algunos funcionarios relacionados con el sector agropecuario y con el manejo del agua, manifestaron a fines de mayo su temor de que no lloviera pronto y los daños fueran todavía mucho mayores. Por fortuna el mes pasado diversas tormentas tropicales trajeron agua en abundancia. Ahora el problema no es su escasez, sino su exceso en el campo y en varias zonas urbanas que padecen ya inundaciones. Destacadamente la enclavadas en la cuenca de México.
Como seguirá lloviendo, bueno es recordar que hace cuatro años el secretariado de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres, dependiente de Naciones Unidas, advirtió que las inundaciones y sus efectos "son uno de los peligros naturales más anunciados, esperados y fáciles de predecir". Sin embargo, "no se hace lo suficiente para preparar y proteger a los pobres, los más afectados por esos fenómenos". Afirmaba lo anterior al evaluar la tragedia que vivía Tabasco. Destacaba el secretariado que son los pobres los que menos posibilidades tienen de "adaptar sus condiciones de vida antes y después de las inundaciones, y con frecuencia se ven obligados por las circunstancias a vivir en zonas de alto riesgo". Todo lo anterior puede evitarse con sistemas de alerta tempranas, que incluyen medidas relativamente sencillas y no costosas en términos monetarios.
Por lo que estamos viendo, los funcionarios no hicieron caso de ésas y otras recomendaciones, como documentaremos en otra ocasión. Hoy en cambio quisiera saber si Malova ya fue a bailar a Los Pinos. Sería una prueba irrefutable de que el trabajo de jornaleros y agricultores tuvo el apoyo oficial prometido en febrero pasado y así el campo sinaloense reverdeció como nunca.
En febrero pasado, Sinaloa registró la que se califica como la mayor catástrofe agrícola, económica y social en la historia de dicha entidad: las heladas destruyeron las siembras agrícolas de invierno en 550 mil hectáreas, dejaron en el desamparo a 200 mil jornaleros y en grave situación a los agricultores locales. Sonora, Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas también sufrieron los efectos de las bajas temperaturas. El licenciado Felipe Calderón visitó entonces Sinaloa para echar a caminar diversos programas destinados a paliar tan crítica situación. Fue evidente su molestia por la tardanza de la Financiera Rural y Agroasemex en dar los apoyos requeridos por los agricultores afectados por las heladas. Y para motivarlos a resembrar en dos semanas decenas de miles de hectáreas con productos tan importantes como el maíz blanco, dijo que si ellos no se rajan a la hora de emprender los trabajos, él tampoco se rajaba. Luego se trepó a un tractor y efectuó en él un recorrido por un sembradío de maíz.
Al escuchar los apoyos federales que, dentro de lo posible, el licenciado Calderón prometió a los sinaloenses, el gobernador de la entidad, Mario López Valdez, mejor conocido por Malova, sentenció que “cada vez que venga con dinero, el Presidente será bienvenido… aun sin lana”. También dijo que los sinaloenses sabían que el "Presidente será la tablita de salvación en esta situación crítica". Y en seguida recordó que la elección como gobernador la ganó bailando, "porque todo mundo me quiere ver bailar, pero no lo hago gratis". Y como prueba reveló que "en el primer baile le saqué 500 millones para combatir la pobreza al titular de la Secretaría de Desarrollo Social, en el segundo baile le saqué 50 mil cobijas, y el tercero, si usted, señor presidente Calderón, me ayuda a poner a Sinaloa verde, le bailo en Los Pinos". Y para lograr ese color hubo promesas de apoyo de la Federación a través de créditos, fertilizantes, semillas y asistencia técnica.
Luego de que las heladas dañaron en el norte del país cultivos de maíz, sorgo y trigo en más de un millón de hectáreas, se hizo presente una intensa sequía que afectó especialmente las siembras de temporal y a la ganadería. Muchas comunidades rurales marginadas tuvieron que recibir auxilio extra por la falta de agua potable y para evitar la pérdida de vidas por deshidratación y enfermedades gastrointestinales.
La sequía igualmente propició más de 9 mil incendios que afectaron en distinto grado unas 700 mil hectáreas. Algunos funcionarios relacionados con el sector agropecuario y con el manejo del agua, manifestaron a fines de mayo su temor de que no lloviera pronto y los daños fueran todavía mucho mayores. Por fortuna el mes pasado diversas tormentas tropicales trajeron agua en abundancia. Ahora el problema no es su escasez, sino su exceso en el campo y en varias zonas urbanas que padecen ya inundaciones. Destacadamente la enclavadas en la cuenca de México.
Como seguirá lloviendo, bueno es recordar que hace cuatro años el secretariado de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres, dependiente de Naciones Unidas, advirtió que las inundaciones y sus efectos "son uno de los peligros naturales más anunciados, esperados y fáciles de predecir". Sin embargo, "no se hace lo suficiente para preparar y proteger a los pobres, los más afectados por esos fenómenos". Afirmaba lo anterior al evaluar la tragedia que vivía Tabasco. Destacaba el secretariado que son los pobres los que menos posibilidades tienen de "adaptar sus condiciones de vida antes y después de las inundaciones, y con frecuencia se ven obligados por las circunstancias a vivir en zonas de alto riesgo". Todo lo anterior puede evitarse con sistemas de alerta tempranas, que incluyen medidas relativamente sencillas y no costosas en términos monetarios.
Por lo que estamos viendo, los funcionarios no hicieron caso de ésas y otras recomendaciones, como documentaremos en otra ocasión. Hoy en cambio quisiera saber si Malova ya fue a bailar a Los Pinos. Sería una prueba irrefutable de que el trabajo de jornaleros y agricultores tuvo el apoyo oficial prometido en febrero pasado y así el campo sinaloense reverdeció como nunca.
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